Guillermo, Francisco y Georgeta se vieron, por un motivo u otro, sin hogar y sin un techo que les cobijara. Hoy, gracias a Cáritas, han salido adelante.

Guillermo, jerezano de 43 años, tenía una empresa de material de oficina y papelería. Fue sorteando la crisis hasta que ya no pudo aguantar más sus envites y se vio obligado a cerrarla. Fue hace cinco años. Echó mano del paró y, cuando se le acabó la prestación, tuvo que tirar de ahorros. Mientras, iba echando curriculums, aunque no logró encontrar un trabajo. El agua le empezó a llegar al cuello. Dejó de pagar el alquiler de su casa. Tampoco podía pagar los recibos de la luz y el agua. Acabó desahuciado y en la calle.

Francisco Peinado, cordobés de 46 años, se enganchó a las drogas siendo un adolescente. Se tiró a la calle, peleado con su familia, y empezó a delinquir para conseguir sus dosis. Afirma que se sentía como “escoria y basura” . Terminó en la cárcel una larga temporada y cuando salió se vio de nuevo sin saber dónde ir.

Georgeta llegó a España procedente de Rumanía hace cuatro años y medio. Vino con una amiga para ahorrar un dinero y ayudar a su familia. Dejó atrás una hija, una decisión dolorosa pero obligada por sus circunstancias. Tras tres días de viaje en autobús llegó a Arcos, donde estuvo siete meses recogiendo piñas, una actividad ilegal que le hacía “estar con miedo” a que la pillara la Policía. Luego llegó a Jerez, donde continuó desarrollando esta actividad hasta que se quedó parada. Tuvo que mendigar a las puertas de supermercados y se vio obligada a dormir en la calle.

Tres historias, tres dramas afortunadamente hoy superados gracias a la labor de Cáritas en Jerez, que atiende actualmente en sus recursos –Centro de Día del Salvador y el proyecto Reinsertarte- a 51 personas que han escapado de las garras de la dura, durísima calle. Nuestros tres protagonistas lo saben bien. Guillermo, afortunadamente, solo estuvo un mes durmiendo “en cajeros y en la sala de espera del hospital”, tiempo suficiente para “no desearle a nadie que pase por eso”. El orgullo le impidió pedir ayuda a su familia y amigos. “Por la noche dormía donde podía y por el día buscaba trabajo, iba de un sitio a otro dándole muchas vueltas a la cabeza”. Por vergüenza, ni siquiera comía en comedores como el del Salvador. “Iba a bares donde tenía amigos, echaba una mano haciendo chapús y me pagaban en comida”. Fue un amigo, al que encontró una noche en la calle, el que le cobijó en unos apartamentos de su propiedad antes de recalar en el Centro de Día de Cáritas. Acababa para él una pesadilla. “He vivido y sentido cómo la dignidad se pierde poco a poco y me volvía invisible, cómo me rechazaban de trabajos cuando intuían que era una persona sin hogar”.

Esa misma sensación la sintieron Francisco y Georgeta. El primero, tras salir de prisión, se vio perdido. “No sabes dónde ir, no tienes información ni herramientas y te ves en la calle otra vez”. Georgeta recuerda el “frío” y el “calor” que pasaba y lo “sola” que se sentía. “No puedo expresarlo, no sé cómo pude aguantar tanto”. El Centro de Día fue su vía de escape. Francisco recaló en Jerez y tras pasar un tiempo en el albergue le remitieron a Cáritas. Georgeta, por su parte, conoció a una mujer que la ayudó y que también le puso en contacto con la institución de la Iglesia.

A día de hoy, Guillermo, Francisco y Georgeta están aprendiendo un oficio en los talleres que imparte Cáritas, los dos primeros de restauración de muebles y la tercera de cocina, que acaba de terminar. También tienen un techo. Se vuelven a sentir otra vez personas y ya solo piensan en encontrar un trabajo. Guillermo, incluso, ya vuelve a tener mentalidad empresarial y se plantea montar una pequeña empresa de mudanzas. "Antes no tenía dignidad ni amor propio, y hoy me valoro y me siento orgulloso de lo que he conseguido", afirma.Ana Castro trabaja junto a ellos y otros usuarios en el Centro de Día. Explica que desde el momento en que llegan se les hace un acompañamiento integral y que siguen un proceso de tomar conciencia de cómo han llegado a esa situación de personas sin hogar con el objetivo de que “puedan hacer un trabajo de dignificación, que tomen conciencia de qué ha pasado en su vida y qué los ha llevado a esa situación. A raíz de eso la persona puede darse cuenta y poner soluciones para no volver a esa situación”.

El Centro de Día “pretende ser el hogar de esas personas que tienen mucho sufrimiento a sus espaldas. No me he encontrado a nadie que quiera seguir en esa situación, pero sí me he encontrado a muchas personas con mucho sufrimiento y con mucho dolor y rabia de verse así”. Señala Ana que los usuarios del centro son personas que tienen “unos valores extraordinarios”, y destaca de la gran mayoría su generosidad y compañerismo. “Es alucinante ver cómo se ayudan en el día a día, cómo te cuidan, cómo formas parte de su vida con esa generosidad, porque en el sistema social en que vivimos de que cada uno mira por su propia existencia sin pensar en el otro, ver que estas personas que se han visto en la calle se cuiden así, unos a otros, es alucinante. Yo solo tengo palabras de agradecimiento que me permitan en su vida tener encuentros con ello, porque eso me permite crecer y desarrollarme como persona”.

210 personas sin hogar en Jerez

En Jerez hay 210 personas en situación de sin techo atendidas por las diferentes entidades que trabajan con este colectivo en la ciudad y, de estas, entre 20 y 25 se encuentran en situación de inadaptación. Son los datos aportados por Paco Domouso, director de Cáritas Diocesana de Jerez, en el transcurso de la presentación de la Campaña de Personas Sin Hogar 2016 que, en esta ocasión, lleva el lema “Por dignidad. Nadie Sin Hogar”.

En cuanto al recurso de Cáritas, se ha atendido, de una forma prolongada, a 51 personas, de las que "un 73 por ciento son españoles y un 86,28 por ciento hombres". Asimismo, ha hecho hincapié en que "de todas las personas que pasan, no todas se quedan, en algunos casos por problemas de salud mental, por adicciones, situación de dependencia... pero ningún recurso echa a nadie fuera sino que trabajamos en red".

Domouso lamenta que vivamos “en una sociedad fracturada” y considera que esto “no es consecuencia de la crisis, sino del modelo, ya que dos tercios de las personas en situación de exclusión provienen de antes de la crisis". Considera “especialmente preocupante la situación de pobreza severa que alcanza a cinco millones de personas, el 7,4 por ciento de la población española" y ha sido tajante al afirmar que “la protección social se ha debilitado aún más tras estos años de recesión económica y es lo que más nos preocupa”.

El director de Cáritas considera que “vivimos en un mundo de expulsiones y descartes y éste se ve principalmente en el empleo, ya que, aunque hay signos de recuperación, es fruto de la precariedad laboral”. Por último, ha recordado que “el 74 por ciento de los españoles creen que el estado tiene la responsabilidad principal a la hora de asegurar el bienestar digno de los ciudadanos, por lo que, debe quedar claro que las políticas sociales no son un gasto sino una inversión”. 

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Jorge Miró

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