Hace una década que los hermanos Piñero Aguilar —Paco, Manolo y Pepe— dejaron de servir desayunos y de despachar platos de menudo. En 2007, el menor de ellos, Pepe, cumplía la edad de jubilación, momento en el que aprovecharon todos para echarse a un lado y dejar la dirección de la Venta San Hermenegildo a uno de sus empleados tras 45 años detrás del mostrador. Y aunque nunca dejaron de lado el negocio, la llegada del nuevo año les ha hecho volver por un motivo bien distinto. Desmontarlo por completo antes de que el día 15 de enero la piqueta empiece a echarla abajo. En los próximos meses la fisonomía del entorno del Pelirón cambiará debido a la construcción de una nueva urbanización de chalés y pisos. Este residencial traerá consigo una nueva calle que conectará la avenida Alcalde Jesús Mantaras con Batalla de la Janda, además de un parque, que aportará una nueva zona verde a esta parte de la ciudad. Por eso, la venta San Hermenegildo, tal y como la han conocido los jerezanos los últimos 30 años, pasará a ser un recuerdo del pasado. Eso sí, como compensación, explican que serán propietarios de un local comercial en los bajos de uno de los bloques de la nueva urbanización. ¿Se destinará a una futura nueva venta San Hermenegildo? A los tres les gustaría, pero reconocen que eso dependerá del futuro arrendatario. La historia de la venta se remonta, al menos a los años 50 del pasado siglo. Esa es la fecha en la que al menos la situaba el recordado Juan de La Plata en su libro Los Tabancos y Ventas de Jerez. Paco Piñero le da la razón al historiador y flamencólogo y explica que su fundador fue un tonelero, precisamente de nombre Hermenegildo. Lo del ‘san’ hay que suponer que sería porque se tenía en muy buena estima. Lo cierto es que esa antigua venta se situaba justo enfrente de la actual y hay que imaginarse que, entonces, estaría prácticamente a las afueras de Jerez. El cierre y próximo derrumbe del San Hermenegildo no les ha cogido por sorpresa a los tres hermanos. Hace años que sabían que su venta tenía los días contados, pero eso no quita para que ahora sientan nostalgia de los días pasados mientras desmontan la cocina, se llevan el mobiliario y recogen todo lo que aún queda de valor. Así, recuerdan los miles de almuerzos y cenas que sirvieron a los empleados de la vecina fábrica de botellas, hoy otro recuerdo del pasado aunque todavía se mantenga en pie. O la cantidad de flamencos que terminaban sus fiestas entre sus cuatro paredes, entre ellos Terremoto o Tío Borrico. Pero sobre todo, se quedan con su clientela, que definen de “muy familiar” y que no solo se circunscribía al Pelirón. “Ten en cuenta que hace 40 años pocos bares en Jerez permanecían abiertos de noche, así que por aquí pasaba gente de todos lados”, señala Manolo. Ahora, los más fieles echarán de menos sus característicos desayunos, con esas enormes rebanadas de pan cateto untadas en manteca, aceite o tomate. O su menudo a la andaluza, sin duda, el plato estrella de San Hermenegildo. Y como “nadie es eterno”, Paco Piñero entona, a modo de epílogo, el fandango que en 2007 dedicó a sus amigos y clientes el día que, junto a sus hermanos, celebraron su despedida del mundo laboral:

“Ya ha llegado mi jubilación, he sufrido mucho en esta vida. Pero me queda la satisfacción, Que me quiere mucho mi familia”.

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Jorge Miró

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