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Hace casi una semana que, sin quererlo, se convirtió en un héroe anónimo al evitar el lanzamiento de varios cócteles molotov contra el convento de Santa Rita. Su valentía, sin embargo, le costó varios golpes y una puñalada de 17 centímetros en el abdomen -afortunadamente no profunda- que hoy ocultan vendas y esparadrapos. El agente jubilado nos atiende momentos antes de hacerse una resonancia en un centro médico de la zona Sur. Afirma que los días posteriores al suceso están siendo difíciles ya que los dolores apenas le dejan dormir y eso le obliga a estar tomando calmantes y anti inflamatorios. También señala que "estoy a base de antidepresivos y cuando cojo el sueño son las cuatro y pico, y eso que me levanto a las 7 de la mañana". Así y todo, la que peor lo lleva es su mujer, que en todo momento pide por favor que en las fotos no se le vea el rostro a su marido. "No le dije la verdad desde un principio para no asustarla y todavía no lo ha asimilado la pobre, como está mala no le quise dar el susto", afirma el agente a la par que nos enseña otras señales del forcejeo que mantuvo con uno de los cuatro encapuchados, en forma de arañazos y contusiones en la cabeza y su pierna derecha.

Su día a día está siendo intenso. De un lado, prácticamente no para de descolgar el teléfono para recibir felicitaciones. Desde compañeros de profesión de toda España, pasando por el director general de la Policía, el Obispo de Jerez o la propia alcaldesa, señala. De otro lado, también ha atendido a los agentes encargados de la investigación del frustrado ataque a Santa Rita, que de momento siguen intentando localizar a los autores de los hechos. Pero, a pesar de los malos ratos que está pasando, afirma que volvería a actuar de la misma manera si se diera el caso. "Por supuesto. Un policía lo es siempre, eso lo lleva uno en la sangre como agente de las fuerzas del orden, aunque creo que cualquier ciudadano habría actuado igual". Es en este momento cuando se acuerda de otros compañeros fallecidos en acto de servicio, caso de la agente que perdió la vida en Vigo hace unas semanas durante un atraco a un banco. Además, sigue considerando que sus agresores no eran simples gamberros con ganas de hacer unas pintadas. "Por mi profesión y experiencia te digo que esos no son gamberros, sino personas preparadas", afirma. "Un gamberro sale corriendo sólo que le grites 'Policía', pero estos no, estos iban todos encapuchados, con sus guantes, y ninguno procuró hablar. Y sólo lo hizo el que tenía yo tirado en el suelo forcejeando, que ni gritó, habló en árabe unas pocas palabras y en cuestión de segundos vinieron los otros tres. Dos me lo quitaron de encima y el cuarto me endiñó".

Su veteranía y el mantenerse lúcido durante el forcejeo le hizo gritar "compañeros, compañeros", lo que provocó que los cuatro encapuchados escaparan del lugar creyendo que vendrían más policías. Eso fue clave. "Evitó que vinieran a rematarme, porque actuaron con una frialdad grandísima". Su mujer, incómoda al ver que su marido es uno de los focos de atención de la prensa en estos días, le apura: "Venga vamos, que no llegamos". El médico aguarda al veterano policía.

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Jorge Miró

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