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Tintorería Pina, fundada en 1936, deja atrás su histórica tienda en la calle Medina para convertirse en un negocio centrado en la limpieza integral a domicilio.

Renovarse o morir. Eso dicen, y así de claro lo vieron José María Gutiérrez, padre e hijo, propietarios de la histórica Tintorería Pina, la más antigua de España. Enclavada en la calle Medina desde 1936, en el imaginario de todo jerezano está esa fachada de azulejos blancos con la leyenda “Tintorería” en grandes letras azules. Y seguramente, desde finales del año pasado, habrán visto que el escaparate luce tapado y la cancela cerrada. “Muchos clientes se creían que habíamos cerrado y nos llamaban para despedirse”. Nada más lejos de la realidad.

Antes de seguir con el relato de los hechos, toca echar la vista atrás para conocer la historia de este histórico negocio. El jerezano Juan Pina Burgueño supo desde pequeño que tendría que trabajar duro para ayudar a su familia, de clase humilde. A los 13 años se coloca en una tintorería ubicada primero en Plateros y posteriormente en la calle Algarve, donde aprende el oficio de tintorero. Su interés le lleva incluso a practicar en su casa de la calle Lucena, en un barreño de zinc, las técnicas de lavado con gasolina y el teñido de las prendas. Adquiere tanta soltura que convence a su jefe, Francisco Babor, para que le deje ganarse un dinero extra también desde su casa, por lo que por la mañana trabaja en Algarve y por la noche en Lucena.

Pasan los años. En 1934, con 32 años y recién casado con Dolores Enamorado de los Reyes, adquiere Tintes Gutiel, una antigua tintorería propiedad de un empresario francés gracias al dinero que había ahorrado los últimos años. El negocio funciona y pronto son diez personas las que trabajan con Juan, entre ellas sus cuatro hermanos. El negocio prospera y con ella la familia. Sin embargo, la desgracia se cebaría con ella en 1964. Juan, de viaje a Sevilla para presenciar un partido de su querido Xerez Deportivo, tienen un accidente que le acabaría costando la vida. Pero Tintorería Pina sigue adelante. La viuda de Juan, Dolores, se hace cargo del negocio y echa mano de su sobrina María, que con el tiempo contraería matrimonio con José María Gutiérrez. De este enlace nacería José María, que también aprendería desde niño los entresijos del oficio de tintorero. Hasta ahora.

Y ahora las cosas han cambiado. O más bien, de unos años a esta parte, cuando una conocida franquicia de compra y venta empieza a llenar la calle Medina de personas con afán de trapicheo. “Esto se convirtió en un punto negro. La Policía venía cada dos por tres y hasta un día, con cuatro señoras en la tintorería, cachearon a dos personas delante del mismo escaparate”, recuerda José María hijo. Luego, para intentar eliminar ese trapicheo colocaría el Ayuntamiento unos bolardos que impedían el aparcamiento en media calle. Toda una zancadilla para la antigua tintorería. “¿Cómo iba a traer un cliente una alfombra?”. “Recuerdo amigos que me decían que llevaban una semana con su traje en el maletero porque cada vez que se acercaban hasta la tienda les era imposible aparcar”, relata José María, que afirma que se llegaron a ver “con la soga al cuello”. “El centro de por sí es complicado para aparcar y Medina aún más. Fuimos perdiendo clientes”.

Es entonces cuando empiezan a pensar en el reparto a domicilio a la par que mantener abierta la tintorería. Al principio contrataron a varios repartidores, pero se dieron cuenta de que el cliente lo que buscaba era un trato cercano con el propio tintorero. “Lo que quiere la gente es que vayamos a su casa, veamos su alfombra o su sofá y que valoremos el trabajo que hay que hacer”. Eso les hace repensar otra vez el modelo de negocio hasta que llegan a la conclusión de que lo mejor era cerrar su local físico para ofrecer íntegramente un servicio integral de limpieza a domicilio. Así, el pasado 25 de diciembre cerraba sus puertas la tienda para iniciar una nueva etapa.

“La nostalgia siempre está ahí, pero más valía perder el local que el trabajo”, considera José María, que reconoce que ahora está solo al frente del negocio. Echa las mañanas en el coche haciendo repartos y por las tardes en la lavandería, situada justo encima de la antigua tienda. “Echo más horas que antes, pero ahora soy más feliz, y cuando eres feliz se trabaja de lujo”.

El reparto a domicilio, además, les evita acumular prendas que podían permanecer meses o años acumuladas en sus instalaciones, olvidadas por los propios clientes. “Ni te imaginas lo que hemos llegado a entregar a Madre Coraje, ropa que llevaba aquí años y que era una pena que se tirase porque estaba en buenas condiciones”.

El cambio en el modelo de negocio ha reenganchado a muchos antiguos clientes que ya habían desistido de acudir al centro y buscar aparcamiento en los alrededores de la tienda. “Aunque no hay el mismo volumen de trabajo que antes, porque antiguamente para cualquier trabajo te exigían vestir bien, el cliente sigue buscando calidad”, considera José María padre, que recuerda el galardón que recibió Tintorería Pina en 2011 de manos de la Junta y que señala, entre algunos de sus más afamados clientes al compositor Manuel Alejandro, a la fallecida Rocío Jurado o a la tonadillera Isabel Pantoja.

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Jorge Miró

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