Viveros Olmedo, 40 años quemados en horas: "Me repongo y me vuelvo a ir abajo, no hay palabras"

Manuel Olmedo, con 75 años, ha visto cómo el incendio de Cartuja ha arrasado su negocio. "Esta ha sido su vida", afirma su hija Nuria. La familia ha podido acceder en la mañana de este jueves a las instalaciones, medio calcinadas, tras una madrugada en vela

Manuel Olmedo, dueño del vivero, entre los restos de las instalaciones junto a la Cartuja de Jerez, semidestruidas, con plantas que han resistido el fuego.

Viveros Hermanos Olmedo llevaba más de 40 años abierto entre el monasterio de la Cartuja de Jerez y el ramal de acceso a la A-381 y la AP-4. El vivero más antiguo del municipio, dedicado también al paisajismo, y uno de los más antiguos de la provincia de Cádiz. En apenas unas horas, el fuego que se desató a mediodía de este pasado miércoles en la zona de Lomopardo, que fue saltando alimentado por el fuerte viento de levante hacia distintas zonas y abriendo nuevos focos, ha devorado las instalaciones.

Entre las sombras negras, los restos y plásticos calcinados, todo el mostrador en los huesos, o un reloj que se quedó parado a las 17.35 horas —el desastre empezó a las tres de la tarde—, está el verde intenso de las plantas que han resistido. Es una escena entre dantesca y poética. Terrible para los dueños del negocio, y hasta para quienes alguna vez han pasado por caja con algunas macetas para llevar a casa, y poética por la capacidad de resistencia que siempre ofrece la naturaleza ante la catástrofe. De alguna manera, así está este jueves Manolo Olmedo, a sus 75 años: tiene los ojos rojos, con aire hundido, pero al mismo tiempo, seguro de que se levantarán de ésta.

Casi 24 horas después del desastre, la familia Olmedo da vueltas por el negocio en círculos: recogen los restos calcinados de chapa en la entrada, analizan daños, esperan a los peritos del seguro, pero están como medio paralizados. Han podido comprobar la naturaleza del desastre a primera hora de este jueves, después de toda la noche en vela junto a la carretera.

Restos del vivero Olmedo, este jueves.   JUAN CARLOS TORO
Manolo, delante de lo que era el mostrador del negocio.   JUAN CARLOS TORO

El patriarca, como cuenta a lavozdelsur.es, tiene altibajos: "Me repongo y, cuando eso, me vuelvo a ir abajo. Es que no sé, es increíble, no hay palabras para explicar que, de un día para otro, te veas así". De pronto se hunde, de pronto piensa que todo se va a recuperar: "Seguro que nos levantaremos. Gracias a Dios somos muchos... y una familia con fuerza y corazón".

Su hija Nuria lo entiende: "El pobre está muy afectado, esta ha sido siempre su vida". Trabajadora de las instalaciones junto a sus hermanas, también tiene cerca a su hijo Robin. La familia Olmedo se ha dedicado sin descanso a sus negocios con las plantas. "Aquí hemos estado trabajando siete días a la semana, los domingos, en festivos, solo nos importa tener esto en condiciones... y pensando también en arreglar el futuro de los nietos, pero fíjate, se ha desarreglado en unas horas", apostilla Manolo. "Qué desastre, es desolador. Desolador. En un momento se te va todo. Más de 40 años llevamos abiertos", añade Nuria. 

Mientras ya han empezado a analizarse las causas que pudieron originar el incendio, aparatoso, descontrolado por el viento por momentos, el vivero aparece como una especie de zona cero del desastre. En el perímetro de las instalaciones hay restos humeantes de cañaveral achicharrado, de palmeras devastadas.

Otras partes arrasadas en el vivero.   JUAN CARLOS TORO
Zonas devastadas.   JUAN CARLOS TORO

Autoridades y Bomberos aseguran que está todo bajo control, pero el incendio no se ha extinguido. Las rachas de viento mueven partículas de los plásticos quemados y hay que andar con mascarilla para no inhalar tóxicos. "Por suerte, dentro de lo malo, no ha habido que lamentar daños personales", mantienen los Olmedo, descompuestos al ver su vivero en llamas y, desde este mañana, desolados al ver el estado en el que lo ha dejado el fuego. 

Nuria y su hijo Robin, entre algunas plantas que se han salvado.   JUAN CARLOS TORO
Un coche calcinado, a las puertas del vivero.    JUAN CARLOS TORO

La humareda negra por la quema de los plásticos de las instalaciones, donde en esta época del año trabajan cuatro personas, todas de la familia Olmedo, motivó incluso el desalojo preventivo del cercano monasterio de La Cartuja, donde residen en clausura las hermanas de Belén.

Este jueves empieza a ir recobrándose la normalidad en muchos puntos que hace 24 horas estaban en alerta. En el vivero tardarán en recuperar lo perdido. "Es una ruina. Excepto aquel poquito de allí, está todo quemado prácticamente. A ver qué dicen los peritos del seguro... No queda otra que levantarnos, pero no sabes ni por dónde empezar", reconoce Nuria. Manolo mira a su alrededor y se vuelve a lamentar: "Es que se ha ido todo. Todo. El viento ha salvado a algunas plantas, pero mira la oficina, la caja registradora ni existe...".

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