Los vinos fortificados inician una andadura que pretende alcanzar su reconocimiento por la Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad. Se trata de un proyecto internacional que tiene como fin subrayar “la relevancia histórica, cultural y económica de estos vinos únicos, cuya tradición y elaboración se han convertido en un emblema del patrimonio vinícola internacional”, señala en un comunicado la Conferencia Española de Consejos Reguladores Vitivinícolas, integrada por 54 denominaciones de origen.
El proyecto está liderado por una coalición de regiones productoras de vinos fortificados que incluye no solo al Marco de Jerez, sino también a otros referentes internacionales como Oporto y Madeira (Portugal), así como Marsala (Italia) y Samos (Grecia). Estas regiones comparten “un legado centenario en la producción de vinos fortificados que destacan por su calidad excepcional, métodos de elaboración únicos y su papel como puente cultural entre diferentes civilizaciones”.
El Consejo Regulador de Jerez, destaca esta organización, “ha sido pionero en la promoción de su cultura vinícola, no solo a través de la calidad y diversidad de sus vinos, sino también mediante su estrecha vinculación con la historia, el arte y la gastronomía”. Asimismo, destaca que el sistema de soleras y la crianza biológica, “son una manifestación del conocimiento transmitido a lo largo de generaciones y representan un claro ejemplo de cómo la tradición y la innovación pueden coexistir”.
César Saldaña, presidente del Consejo Regulador, se ha mostrado convencido de que “esta coalición internacional de vinos singulares y el reconocimiento de la Unesco constituirán un paso decisivo para preservar y difundir la riqueza cultural asociada a los vinos fortificados. Este patrimonio no solo pertenece a las regiones productoras, sino que es un legado de toda la humanidad”.
El reconocimiento por parte de la UNESCO supondría un impulso significativo en la visibilidad internacional de los vinos fortificados y sus regiones de origen, así como la promoción del enoturismo sostenible. Además, contribuiría a la protección de los conocimientos, tradiciones y prácticas “que dan vida a estas joyas enológicas frente a los desafíos contemporáneos, como el cambio climático y las transformaciones económicas globales”.
El expediente de candidatura, que será presentado en los próximos meses, destacará aspectos como la singularidad de los métodos de elaboración, su vínculo con el desarrollo rural sostenido, la fijación de población al territorio local y su capacidad de conectar culturas a través de la gastronomía, la tradición y la historia.
