A veces, tengo la suerte de que me lleguen publicaciones interesantes por las redes sociales. Hoy, precisamente, me ha llegado un vídeo que no tiene desperdicio y que ha traido a mi mente el recuerdo de una interpretación actual delmito de la caverna: no hay más realidad que la que se publica en los medios de comunicación.

Y no es que el vídeo contuviera un contenido novedoso y fuera de lo común que invitase a la reflexión, se trata simplemente de una entrevista a un eurodiputado holandés, muy campechano y extrovertido, eso sí, durante la cual da fe de la buena vida de la que disfrutan él y sus colegas de cámara. El tipo, hablaba a las claras, reconocía lo desproporcionado de los salarios y otros beneficios de los eurodiputados y se declaraba a favor de aplicar cambios al respecto, pero también decía que él no pensaba renunciar a nada mientras los demás no dieran también el paso y votaran a favor de dichas modificaciones.

Y es esto último lo que realmente me ha llevado a reflexionar, no los más de 6.000 euros mensuales de salario y los miles de euros en variables, dietas y conceptos de representación que los acompañan, ni la lujosa flota de coches con chófer que tienen a su disposición, ni el plan de pensiones, ni las comidas, ni los cuatro días que trabajan al mes… no, no, nada de eso, ya conocía toda esa información. No ha sido sino la franqueza con la que el eurobonachón, con su particular forma de entender la nueva política, declaraba que él no iba a ser tan “gilipollas” como para dejar de disfrutar de las ventajas aparejadas al cargo mientras que el resto se aprovecha de las mismas sin ningún pudor. Cambio sí, pero mientras tanto…, bueno, al menos tiene la decencia de decirlo abiertamente y no usar un discurso demagógico criticando lo que hacen los demás, prometiendo ser Santa Teresa de Calcuta y luego…ya se sabe.

Así, me han venido a la mente los conceptos de vieja política y nueva política, dos términos con significantes vacíos del que han sabido apropiarse muy bien los nuevos partidos emergentes y a los que han dotado de un contenido semántico que ha conectado muy bien con la gente.

Por una lado, definen a la vieja política como la que hacen los partidos tradicionales, la de la corrupción, la de las puertas giratorias, la de los enchufes y el clientelismo…. Y por otro, identifican la nueva política con ellos mismos, con una brisa de honestidad, transparencia y saber hacer que emerge a la política nacional para salvar a la patria de la oligarquía opresora y sus lacayos, la casta política.

No es la intención de este artículo emitir ningún tipo de juicio de valor sobre la horizontalidad y participación que venden algunos y la realidad en la que se han convertido sus círculos locales, o de como otros intentan forzar primarias en sus adversarios y luego no las practican en su propio partido, o de como unos sectores internos de algún partido critican las prácticas de la cúpula estatal mientras ellos ejercen exactamente las mismas en sus zonas de poder.  

No, no es ese su objetivo, sino el destacar como, siendo conocedores de que no hay más realidad que la que nos ponen por delante las televisiones y periódicos, los dirigentes de estas formaciones, al igual que los de los partidos tradicionales, se esfuerzan por ocupar espacios mediáticos para dar la mayor difusión al mensaje que quieren transmitir y a las acciones que lo apoyan, mientras que, por otro lado, intentan minimizar, e incluso ocultar, aquellas otras que se contradicen con dicho mensaje.

En este sentido, no hay que entender dicha práctica como un ejercicio de demagogia para manipular la opinión pública, aunque también lleve cierta dosis de ello, sino como parte de la estrategia comunicativa de la organización, con la que se podrá estar o no de acuerdo en cuanto a su eficacia a corto y medio plazo, pero que no es susceptible de ser valorada desde un punto de vista ético, moral e incluso legal. En todo caso, dicha valoración debería recaer sobre los hechos que se comunican, no sobre cómo se comunican.

Todo es parte del juego político, en el que también ejercen un papel muy importante los propios medios de comunicación, la mayoría de los cuales están más al servicio de los intereses de sus propietarios que al de la propia información.

Así, en el escenario político más cercano, en el local, hemos visto cómo algunos han vendido a bombo y platillo la apertura de procesos abiertos y democráticos para seleccionar distintos puestos de secretaría o asesoría política, mientras han mantenido en la máxima opacidad el desarrollo y resultados de dichos procesos, en los que, al parecer, ha primado más la confianza y cercanía al aparato local de los partidos que la experiencia y capacidades de los candidatos.

Otros, han pregonado como vendedores de turrones, la excelencia de su gestión en la legislatura anterior, aportando incluso datos verificables, pero escondiendo información que los condicionan o contradicen… y mientras, el actual gobierno local se apresura en sacar a la luz esta información, pero no en dar la transparencia necesaria al nombramiento de ciertos cargos directivos en la corporación municipal.

Y en este toma y daca comunicativo, en el que cada cual intenta exaltar según qué acciones y ocultar otras, dar valor a sus propuestas y criticar la de los demás, hay algo que me ha llamado la atención. Y es el hecho de que, a diferencia de lo ocurrido en otros ayuntamientos como el de Madrid, en el Consistorio jerezano nadie ha sacado pecho en referencia a una de las prácticas más comunes de la denominada vieja política y piedra angular del clientelismo, la de regalar entradas a los grupos municipales para asistir a actos públicos culturales, deportivos o  de otra índole. Parece como si hubiese un pacto de silencio entre las distintas fuerzas políticas en torno a este asunto, y en cuanto a los medios de comunicación, da la impresión de que tampoco les ha interesado demasiado, quedando éste fuera del espectro mediático y por tanto, al margen de la realidad apreciada por los ciudadanos.

Así que, desde este este modesto espacio, del que todo militante y simpatizante de IU dispone para expresar su opinión, quisiera invitar a los medios locales a que se interesen un poco por el tema, a que investiguen, aunque sea sólo de manera superficial, y quizás se sorprendan de ver quien ha rechazado estas entradas gratuitas desde el primer momento, entendiendo que quien quiera asistir a cualquier tipo de evento lúdico debe pagarlo de su bolsillo y no hacerlo a costa de los impuestos que pagamos todos los ciudadanos. Y también se sorprenderán, y mucho, de saber quién no considera suficiente el número de entradas recibidas y solicita más para repartir entre sus afines y otros compromisos.

En fin, vieja y nueva política, dos caras de una misma moneda, dos conceptos enfrentados que no hacen sino definir con distintas palabras unas mismas prácticas y comportamientos tan viejos como la propia política, y cuyo origen, además de en la baja calidad ética y moral de quien opta por su uso en el ejercicio de un cargo público, hay que buscarlo en la corrupción engendrada por el propio sistema político que las permite, y no en el ejercicio de la política per se.

Y por cierto, ¡ya están aquí las superbikes! 

Domingo Pedro García es responsable de comunicación y formación de IU Jerez.

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