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Los pisos son propiedad de la Fundación Jerezana de la Santa Caridad, que les pide una cantidad de dinero y en caso de no pagar deberán dejar la vivienda "vacía, libre, expedita y a disposición de esta Fundacion en el improrrogable de 15 días", según reza en una carta remitida por esta entidad. Las inquilinas, mujeres mayores, la mayoría de ellas viudas, aseguran que las hacen firmar "papeles en blanco" y que las están presionando para que dejen las viviendas

"Estoy asustada, no como, no duermo y tengo el azúcar por las nubes..." Rosa Vargas, vecina del bloque número 3 de la barriada La Plata lleva unos meses con la tensión por las nubes. ¿El motivo? Una carta que recibió hace unos días. Rosa vive desde hace siete años en el conocido como bloque de las viudas de la barriada de La Plata. Estos pisos, construidos hace más de medio siglo, pertenecieron a la familia Domecq, que años después los cedió al Ayuntamiento y éste posteriormente a la Fundación Jerezana de la Santa Caridad, que es quien firma una carta remitida a los residentes en las que les avisan de que deberán dejar las viviendas si no cumplen con las "normas reguladoras" que les exigen: "Nos amenazan", aseguran las vecinas. La Fundación, con la que ha contactado este medio, ha rehusado hacer declaraciones por el momento.

Carta remitida a las inquilinas por la Fundación Jerezana de la Santa Caridad.

Desde hace unos tres meses, las residentes de este bloque de tres plantas en el que hay en torno a unas 60 viviendas, en la que residen mujeres viudas con escasos recursos económicos, reciben periódicamente la visita de una asistenta social. La asistenta, según el relato de algunas vecinas, las obliga a firmar documentos sin explicarles el motivo. "No nos dan copia de lo que hemos firmado y a una vecina (Antonia) la hicieron firmar un papel en blanco", comenta Rosa. Con fecha de 9 de mayo, la Fundación remitió una carta a las residentes en la que las instaba a aceptar las "normas reguladoras para sus acogidas y que entraron en vigor el pasado día 1 de enero de 2014". Esta carta cita textualmente: "En visita que le fue realizada hace varios meses por responsables de la Fundación le fue entregado, en mano, escrito que contenía las referidas Normas. Según me informan después de firmar el mencionado escrito dando su expresa conformidad a las mismas y a su colaboración económica nos exigió le fuera devuelto, lo que así se hizo". Según las propias afectadas esta última frase no es cierta, ya que "a los dos días de entregarnos la carta vinieron por ella para quitárnosla".

La misiva, firmada por el párroco Miguel Ángel Montero Jordi, presidente de la Fundación, continúa: "Igualmente me informan que reiteradamente y de forma desconsiderada se viene negando a entregar firmado el escrito antes indicado dando su aceptación a las Normas Reguladoras de las acogidas de la Fundación [...] De persistir en su postura el Patronato que presido, bien a su pesar, se vería obligado a adoptar la decisión de que la vivienda que en su día le fue cedida para su alojamiento permanente debería quedar vacía, libre, expedita y a disposición de esta Fundacion en el improrrogable de 15 días"El plazo se cumple este sábado 24 de mayo, por lo que las inquilinas están "con las carnes abiertas". "El cura que nos visitó —comenta Rosa— nos dijo que debíamos hacer una pequeña aportación. Yo pensaba que sería de 20 o 30 euros al mes, pero a mí me piden 45 y hay una vecina a la que le han pedido 90 euros porque tiene dos pagas, la de ella y la del marido". También denuncian que en las visitas que han recibido les piden "autorizaciones" para acceder a sus cuentas bancarias.

Con los 440 euros de pensión que tiene Rosa, asegura, no le alcanza apenas para llegar a fin de mes. "Ayudo a mi hijo cuando puedo: Llega el viernes y si no le lleva algo la hermana le tengo que llevar yo de comer, porque lo dejaron en la calle...", comenta entre sollozos. Por ello, a sus 77 años, teme tener que dejar el que ha sido su hogar desde 2007. Ese año solicitó una vivienda social al Ayuntamiento, ya que vivía en un tercero sin ascensor y a su edad no puede subir escaleras. En La Plata reside en un primero que tiene ascensor. "La asistenta me llegó a decir que si no quiero pagar me voy a otro piso y subo y bajo las escaleras... No sé lo que me entró cuando escuché eso". Durante el tiempo que dura la conversación hay varias frases que repite angustiada Rosa: "Estoy harta ya de esto, estoy mala, tengo azúcar, tengo la tensión alta..."

En los pisos, de apenas 50 metros cuadrados, todo es muy angosto. Nada más entrar está la cocina, que cuenta con un par de muebles, un fregadero y un pequeño hornillo. El frigorífico, por falta de espacio, está en un pequeño habitáculo contiguo a la cocina y que da a un balcón. Descorriendo una cortina (no cabe una puerta) se accede al salón, en el que una mesa, un sillón, varias sillas y un pequeño mueble con la televisión componen todo el mobiliario. El único dormitorio de la vivienda está en la otra dirección, entrando a la izquierda. Una cama pegada a la pared, varios cuadros de sus hijos, un armario y una peinadora adornan la estancia. Rosa añade: "Últimamente apenas puedo dormir, por debajo de la puerta (que da al lavadero) entran cucarachas y acabo durmiendo en el salón". Al cuarto de baño, adyacente al dormitorio, se accede sorteando un gran escalón, teniendo en cuenta que estos pisos fueron construidos para personas mayores. "Hay quien cuenta que aquí se mató una mujer intentando subirlo", relata. Angustiada por la posibilidad de verse en la calle apunta: "Si pudiera no estaba viviendo aquí, mira cómo vivo... Entre comer, pagar un pequeño préstamo, ayudar a mi hijo, pagar la luz... no me llega. Todavía tengo ahí el recibo de este mes que no lo he pagado porque no he podido, bien lo sabe Dios".

Sobre el autor:

Foto Francisco Romero copia

Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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