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A Miguel le suele fallar la cabeza, pero con Loki delante suyo ha vuelto al mundo real e incluso recuerda los tiempos que pasaba en el pueblo con sus perros. No se acuerda si eran de raza o si eran chuchos, pero los tenía. “Loki, ven, bonita”. Loki es un vivaracho y precioso Border Collie de pelo blanco y negro y penetrantes ojos claros que atiende a las llamadas del anciano, residente en la residencia Suite La Marquesa. Miguel sujeta entre sus dedos un trozo de comida y se lo ofrece al can, que responde comiéndoselo. “Muy bien, Loki”. Sujetando al Border Collie está Mari, su dueña, voluntaria de Dog Planet, protectora que en sus primeros meses de vida está llevando a cabo una preciosa iniciativa, acudiendo una vez al mes a las instalaciones de la avenida de Arcos para, junto a otros voluntarios y perros, hacer compañía a aquellos ancianos que tengan ganas de pasar un rato con estos animales.

“Yo es la segunda vez que vengo” –señala Mari-,  que afirma pasárselo “genial” con los residentes de La Marquesa. “Cuando me preguntaron si quería venir, dije que contaran conmigo las veces que hiciera falta. Es una experiencia muy bonita y gratificante. Fíjate la cara que ponen algunos abuelos al ver a los animales. Y para los perros es divertido ya que los sacas de su rutina”. Lourdes Herrero, responsable de la protectora, fue la que propuso a la dirección del centro este proyecto. “La primera vez nos encantó, porque aquí hay mucho espíritu de voluntario para muchas cosas, no solo para los animales, y quisimos repetirlo.

En La Marquesa nos han abierto las puertas para que vengamos cuando queramos”. Una de las cosas que llaman la atención es que, entre los voluntarios, abunda gente joven, entre ellos varios niños. “Yo creo que para ellos es enriquecedor y eso también a los abuelos les gusta mucho. En definitiva yo creo que pasamos una mañana divertida”, incide Lourdes. Fabiola Ramírez, de 25 años, animadora sociocultural del centro Suite La Marquesa, explica que esta convivencia entre voluntarios, animales y residentes ayuda a estos últimos “a retomar un poco habilidades que han tenido antes en casa, ya que la mayoría ha tenido mascotas y eso les hace recordar aquellos tiempos”.

Y es que está demostrado que las terapias con animales, sobre todo con perros, son muy eficaces para combatir enfermedades como por ejemplo el alzheimer. Gracias a este rato de convivencia, los ancianos hacen memoria, charlan con los voluntarios y con sus propios compañeros sobre sus antiguas mascotas y sobre los perros que acuden allí, y también, los que pueden y quieren, hacen un poco de ejercicio dando un paseo con los animales por los jardines de la residencia. En definitiva, son todo beneficios.

Y eso se nota en el salón donde se desarrolla el acto con los animales, donde contamos medio centenar de ancianos, “bastantes más que la primera vez”, aprecia Fabiola. En primera fila, aquellos que tienen más problemas de movilidad o que usan sillas de ruedas. Entre ellos se respiran ganas de ver a los perros. Es el caso de Úrsula Maurer, de 90 años. De padres alemanes, aunque nació en Sevilla tiene nacionalidad alemana, si bien casi toda la vida la ha hecho en Jerez, donde nacieron sus hijos y nietos. Úrsula, que luce muy coqueta, afirma que la iniciativa de Dog Planet le encanta, y echa la vista atrás para recordar las mascotas que tenían en casa. “Yo he estado toda la vida con animales, porque me gustan mucho, sobre todo los perros. He tenido pastores alemanes estupendos, educados por la policía alemana, y también un Fox Terrier. Uno de los pastores alemanes era formidable. Recuerdo de ir a la playa, con mis tres hijos cuando eran pequeños, y se quedaba muy recto en la orilla vigilándolos”.

La expectación es máxima cuando Mari comienza a realizar diferentes ejercicios de adiestramiento con Loki, algo que se refleja en la cara de los mayores. Alguno incluso aprueba con palmas la habilidad del can. Los demás perros, mientras, aguardan con el resto de voluntarios en un patio anexo al salón. Si muchas vidas dentro del geriátrico son difíciles, las de estos animales también la ha sido. A Keko lo sacaron del zoosanitario junto a un hermano suyo. A Rocky lo encontraron en la calle junto a otro perrito más pequeño que ya fue adoptado. A otro, cruce de mastín y labrador, el más grande de todos, lo encontraron en un polígono extremadamente delgado y despeluchado.

Así y todo, estos detalles se omiten por parte de los voluntarios. “Bastante tienen algunos ancianos para que les contemos las penurias de los animales”, señala Lourdes. Tras la exhibición de Loki y Mari toca el paseo. La mañana es estupenda y eso anima a buena parte del grupo a salir al jardín y echar otro rato con los animales. Algunos lo hacen en sus sillas de ruedas, y otros, con sus andadores. Bajo el sol seguirán los recuerdos, las charlas con los voluntarios y las caricias a los perros. Allí, en la residencia, se demuestra más que nunca eso de que son los mejores amigos del hombre.

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Jorge Miró

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