perro_terapias_upace 2
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Cada miércoles los perros se convierten en protagonistas en Upace, donde realizan una importante labor para motivar y estimular a los jóvenes del centro. La actividad la lleva a cabo de manera desinteresada la asociación Efecto Huella junto a los tutores y pedagogos de Upace.

Una mirada, una caricia, un gesto. Sonrisas, nervios y gritos de emoción. A veces no hace falta articular una sola palabra para describir y demostrar una sensación de inmensa felicidad. Lo saben bien los jóvenes de Upace en Jerez, cuando cada miércoles reciben una visita muy especial.

Dicen que el perro es el mejor amigo del hombre, y con ejemplos como éste, esa afirmación se hace aún más cierta. Desde el curso pasado, el centro especializado en el tratamiento de personas con parálisis cerebral y sus trastornos afines, lleva a cabo un programa de intervención asistida con canes, una experiencia que mezcla la educación y la terapia y que utiliza al perro como catalizador, motivador y estimulador para afianzar y favorecer los conocimientos que estos jóvenes aprenden en clase.

Brenda, Marga y Tindaya son durante una hora unas compañeras muy especiales. Las dos primeras, perros de agua, y la tercera, una labradora, están perfectamente adiestradas y preparadas para tratar con los jóvenes de Upace. Las tres pertenecen a Efecto Huella, una asociación ligada al mundo canino a nivel integral y que desde hace tres años lleva realizando terapias con personas de distintos ámbitos. 

Beatriz Romero, veterinaria, etóloga y experta en terapia de animales, explica que en estas sesiones “el perro funciona como motivador personal, ya que el animal tiene mucho feeling con los usuarios”. Para ello, los animales han tenido que ser adiestrados a conciencia. “Están muy trabajados, ya que durante las terapias no sólo soportan ejercicios, sino niveles de estrés bastante altos”.

Junto a Beatriz, Eva Reguera e Inma Muñoz, educadoras caninas, son las encargadas de llevar a cabo las terapias junto al personal docente y de atención educativa de Upacesur. Para Inma “es una experiencia súper enriquecedora. Ves la vida desde otra perspectiva. A lo mejor te quejas por tener un simple dolor de cabeza y luego ves a estos niños que con lo que tienen encima tienen unas ganas tremendas de vivir. Es una satisfacción personal absoluta, plena”.Antes de acceder al edificio, Brenda, Marga y Tindaya corretean y juguetean en los jardines exteriores. Pero cuando se les coloca al cuello un colorido pañuelo, se tranquilizan y se acuestan. “El pañuelo es un acondicionador para ellas. Desde este momento ya saben que vienen a trabajar con los niños”, explica Eva.

Ya dentro, en una de las aulas del edificio, aguardan Dani, Antonio, Julia y Javi. De los cuatro, sólo Javi es el único que no usa silla de ruedas. Sus rostros se transforman en el momento en que Eva accede con Brenda. Ninguno puede hablar, tan sólo Javi articula algunas palabras, pero no les hace falta para demostrar la felicidad que les produce ver una semana más a sus amigos caninos. Como explica Rosa Tinoco, tutora de una de las aulas del centro educativo, los niños son pluridiscapacitados, tienen discapacidades asociadas, en este caso intelectual, motriz y en algunos casos sensorial, ya que varios tienen un déficit visual importante.

Agarrando la correa del animal con la ayuda de Inma, Eva y Beatriz, cada uno de ellos da un corto paseo que acaba en otra aula donde empieza realmente la terapia. Estos jóvenes, que forman el llamado ‘Grupo Maravilla’, tienen un nivel cognitivo más alto que el resto de los que participan en la terapia. Formados en semi círculo, y con una mesa en medio, plastificada y decorada con fotos de los propios niños y los perros, comienzan a realizar las actividades que normalmente hacen en clase pero con el aliciente de que aquí participan también los animales. Así, entre sonrisas, trabajan conceptos básicos como dentro-fuera, arriba-abajo o sentado-de pie, utilizando pictogramas que les muestra Rosa y que ellos mismos, con un leve gesto, deciden cuál es el correcto o cuál quieren elegir para que Brenda, en este caso, actúe. “El perro es un motivador excepcional”, destaca su tutora. “Los niños se motivan y se ilusionan y aparecen muchas emociones y alegrías. Además, esta interactuación directa con los perros les aporta muchos beneficios en todos los niveles: comunicativo, motriz y multisensorial”.

Mientras Javi se muestra un poco más rebelde, Julia despliega una sonrisa de oreja a oreja. “Sabía que iban a venir periodistas y se ha ilusionado más”, explica Eva. Dani acaricia a Brenda. En cuanto a Antonio, Rosa bromea con él afirmando que “quiere ser famoso”.

Cambiamos de aula. Aquí no hay tanto ajetreo. El trabajo es más sensorial. Tindaya luce acostada sobre una colchoneta. Encima suya está Marcos, y con él Beatriz, que le pone su mano en el pecho y en el corazón de la labradora para que sienta sus latidos. La estampa es preciosa e incluso sobrecoge ver la tranquilidad del niño, sobre todo cuando nos dicen que de vez en cuando sufre espasmos y que es en momentos así cuando se muestra más relajado. Tras él vendrá Lola. Nos informan que apenas ve, por lo que cuando toca al animal su rostro cambia por completo, mostrando una felicidad absoluta. A Tindaya le sucederá Marga, para que la primera juegue a la pelota con Miguel en otra aula anexa. 

La hora pasa y acaba la terapia. Brenda, Marga y Tindaya se despiden hasta el próximo miércoles. Una vez más, los perros han dado toda una lección de humanidad al propio ser humano.

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Jorge Miró

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