El número 8 de la calle Molino del Viento es una casa de vecinos en la que la mayoría de sus inquilinos son emigrantes. Lo delatan sus nombres y apellidos en los buzones, muchos de ellos, parece, de Europa del Este. Como los del 1, ucranianos, que explican en un español muy correcto que aquella triste jornada del viernes 5 de agosto no se encontraban en casa cuando Alejo B. disparaba a Yolanda Núñez y a Pilar Mendoza para, posteriormente, descerrajarse un disparo en la cabeza. Otros vecinos, catalanes, que llevan solo cuatro meses en Jerez, tampoco saben mucho más de lo que ya se ha publicado. Su vivienda está en el extremo opuesto de la calle, y aunque escucharon las detonaciones del arma, nunca imaginaron que hubieran sido disparos.

Una semana después de los hechos Alejo ya ha sido enterrado, Pilar ha fallecido y Yolanda sigue ingresada, sedada en la UCI del hospital de Jerez luchando por su vida. Permanece estable dentro de la gravedad. Lo peor parece que ya lo ha pasado. Ahora falta por ver si será capaz de ir superando sus terribles heridas, pero para ello pueden pasar muchos meses. Su familia sobrelleva la situación como puede. De momento no quiere saber nada de los medios de comunicación. Han leído todo lo que se ha ido publicando desde entonces, pero no se ven con fuerzas para hacer declaración alguna.

Mientras tanto, en San Miguel intentan ir olvidando la triste tragedia. Algunos vecinos del entorno, supersticiosos, prefieren dar un rodeo antes que cruzar por Molino de Viento. Todavía se observan cristales rotos del coche de Alejo en el alcorque de un naranjo y en el suelo, manchas oscuras de sangre que no llegaron a salir pese al baldeo de los bomberos apenas dos horas después del crimen. Aún hay muchas dudas en el aire. Personas cercanas a Alejo, de Algar, afirmaban esta semana a este medio que la pareja no se había roto, como así aseguran desde el entorno de Yolanda, e incluso afirmaban que el asesino había dormido esa misma semana en el domicilio de ella. En Molino de Viento hay dudas acerca de eso, pero más que nada porque Yolanda apenas llevaba dos semanas viviendo allí y la habían visto muy poco. Otro vecino, por el contrario, sí afirma haber visto el llamativo Land Rover verde de Alejo aparcado en la calle aquella semana.

Sobre cómo sucedieron los hechos también hay dudas. Testigos dicen que la discusión empezó en el balcón de Yolanda, que da a Molino de Viento. Eso daría a entender que Alejo, en ese momento, no portaba el arma, porque sería raro que madre e hija hubieran bajado a la calle ante semejante amenaza. Así que sería justo en el momento en que ambas bajaron cuando el de Algar haría uso de su escopeta para disparar contra las mujeres. Alguno, incluso, dice que Pilar, viendo que Alejo se disponía a abrir fuego contra su hija, se interpuso entre los dos, recibiendo el primer disparo a la altura del pecho. Yolanda recibiría otro en el estómago, provocándole las gravísimas heridas que la mantienen en la UCI.

“Perdió mucha sangre. Cuando llegué creía que estaba muerta, porque no se movía. Su madre sí que lo hacía, así que le tapé la herida con una sábana”. El relato lo hace el vecino que llamó al 112 para dar parte de lo ocurrido. Estaba en su domicilio y escuchó un gran estruendo. “Enfrente mía están haciendo una obra en una casa y, como ya han intentado entrar un par de veces, pensé que estaban dándole porrazos a la puerta de chapa para entrar a robar. Miré por la mirilla de la puerta para comprobarlo y ya vi el momento justo en el que se disparaba en la cabeza”. Todo ocurrió apenas a 70 metros de su vivienda. Inmediatamente salió corriendo a la calle y fue entonces cuando ya vio a las mujeres tendidas en el suelo, puesto que la pendiente ascendente de la calle le impidió divisarlas antes. Afirma que, por desgracia, ha visto muchos accidentes de tráfico y eso le ayudó a sobrellevar la dramática escena de sangre, vísceras y cuerpos tendidos en el suelo. Aun así, reconoce que “he pasado varias noches con la imagen en la cabeza y todavía se me viene de vez en cuando. Aquí a todos nos va a costar superarlo”.

En San Miguel nadie se explica lo ocurrido. Quizás Yolanda, si sale adelante, pueda dar en el futuro alguna explicación. Pero desde luego, lo que se le pasara a Alejo por la cabeza solo lo sabía él. Su secreto se lo ha llevado a la tumba.

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Jorge Miró

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