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La Asociación de Mujeres por la Igualdad y el Progreso realizaba un llamamiento a los ciudadano para que colaborasen aportando alimentos destinados a  las más de 60 familias que atiende. El Banco de Alimentos, principal suministrador de los víveres que reparten, también tiene problemas de recursos, lo que sumado a las trabas administrativas, dificulta cada vez más la gran labor solidaria que realizan.

La situación de las familias beneficiarias del reparto de alimentos de la Asociación de Mujeres por la Igualdad y el Progreso es alarmante. “Mis hijos estaban acostumbrados a tener un postre, a levantarse y tener su tazón de colacao, y lo piden, pero ahora no puedo dárselo”. Estas son las palabras de Rocío, a quien la asociación entrega alimentos desde hace unos siete meses. Su marido, lleva tres años en el paro y sólo cuenta con la ayuda de 426 euros. Fueron desahuciados y actualmente viven en un piso de alquiler social por el que deben pagar 285 euros al mes. “Y a partir del verano que viene 450 euros”, se queja. Las cuentas están claras. Hay que escoger. Con la cantidad restante, “medio comen” los cuatro miembros de la familia o pagan facturas.

La sede de la Asociación por la Igualdad y el Progreso se ubica desde finales de 2013 en la calle Hijuela de las Coles, en un local cedido gratuitamente por un vecino. “El Ayuntamiento nos enseñó un local, pero era un sótano al que había que bajar por unas escaleras de 16 escalones, poco accesible para las personas mayores y los niños”, afirma Segundi Delgado, secretaria de la asociación. Allí se reúnen todos los martes y viernes las más de cincuenta socias de diferentes puntos de Jerez y, entre las muchas tareas que realizan, destacan dos: la elaboración de manualidades y el reparto de víveres procedentes en gran parte del Banco de Alimentos a más de 60 familias que, como la de Rocío, se encuentran situación es de extrema necesidad.

El objetivo de la elaboración de las manualidades no es pasar el rato. Los cuadros de arena, las diademas, las muñecas de comunión, absolutamente todo lo que realizan tiene como fin primordial, ser vendido para que estas mujeres puedan llevar algo de dinero a casa. Montse, limpiadora desempleada, vive en un piso de alquiler en El Pinar con sus dos hijos. Es otra de las beneficiarias del reparto de alimentos, pero como ella dice, “a los macarrones que nos dan, hay que echarles tomate”. Es por esto que aprovecha para vender lo que pueda en la puerta del colegio, a las vecinas o a las socias. “Va a todas partes cargada con el jabón”, se apresura a afirmar una de sus compañeras de la asociación. Así sobrevive desde hace una año: “Mi vecino es panadero y algunos días me da el pan, le pido a mi madre, a mi hermano. No puedo dormir. ¿Sabes lo que es que tu hijo te pida por las mañanas un batido y decirle que no puedes dárselo?”.

El reparto de las provisiones lo realizan el primer lunes y miércoles de cada mes, aunque advierten que hay una larga lista de familias en espera a las que ayudan cuando “les viene un extra”. También mantienen un acuerdo con el IES Romero Vargas. Sus alumnos hacen campañas para vender manualidades y con el dinero recaudado donan alimentos. A pesar de que la mayoría de ellos necesitan ayuda, son niños solidarios con otros que están aún peor.

Trabas a la solidaridad


El nuevo aplazamiento de la remesa del Banco de Alimentos mantiene en jaque a los beneficiarios, pero no a la presidenta de la Asociación, Charo Arellano, quien asegura con serena rotundidad que a las familias que atienden “no les va a faltar los alimentos básicos porque nos vamos a encargar de que así sea, de un modo o de otro”.

La crisis arrastra a socias y beneficiarias que relatan como las trabajadoras sociales no dan abasto, solicitan ayudas  y no obtienen respuesta. “Que  vayan a las instituciones y no les ayuden, me indigna y yo he vivido lo mío de pobreza, de tener que salir a la calle a pedir”, espeta la vicepresidenta de la asociación, Antonia Vega.

A pesar de la inconmensurable labor solidaria que realizan, el Ayuntamiento de Jerez, ha excluido a esta asociación de la red creada para coordinar las ayudas a las familias. “Nos dijeron que una asociación de mujeres no está preparada para hacerlo, pero sí incluyeron a Sol Rural.  Distribuimos las provisiones porque el Banco de Alimentos de Cádiz y la Unión Europea nos da permiso, pero al no estar en la lista, no sabemos si la persona a la que ayudamos  también se beneficia de otra organización dejando a otras en espera, sin alimentos”, explica Delgado. “Que nos dejen trabajar ayudando a los demás”, insta la vicepresidenta de la Asociación de Mujeres por la Igualdad y el Progreso.

A estas modestas organizaciones que palían la situación de pobreza de muchos ciudadanos, se les complica aún más su labor desde la publicación en el Boletín  Oficial del Estado (BOE), el pasado 6 de marzo, de una nueva resolución que regula el reparto de alimentos. Entre otros requisitos exigen medidas de acompañamiento, un certificado de recursos de la asociación y estar en posesión de un certificado de derivación, es decir, que un trabajador social debe emitir un informe para que ese reparto pueda llevarse a cabo. Aunque la delegación del Banco de Alimentos en Jerez ha confirmado que les van a echar una mano, y que el Ayuntamiento está disponible, desde esta asociación se muestran cautos. Ante este panorama, Antonio Brenes, voluntario de la asociación, lo tiene claro: “Al final las pequeñas asociaciones como la nuestra que ayudan a muchísimas familias irán desapareciendo”.

Sobre el autor:

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María Luisa Parra

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