Pili, la última 'tata' de La Clemencia de Jerez que aún viste la túnica: 32 años después piensa en retirarse

Fiel devota del Señor, ha 'criado' a la hermandad del Polígono; sale en el sitio que dejó su hijo Selu, fallecido demasiado pronto, una tragedia "que te quita la potencia de creer"

Pili en el costero del paso junto a 'su' manigueta.
Pili en el costero del paso junto a 'su' manigueta. MANU GARCÍA

Las cofradías están formadas por personas. Son su principal activo. Sin ellas no tienen razón de ser. Estos hermanos y hermanas, más allá de los brillos artísticos y de la música, son las personas que guardan y protagonizan cada momento de la cofradía, las que la hacen posible su día a día y las que las hacen crecer. Nos detenemos en conversar con Pilar de la Hera Medina, casada y madre de tres hijos, Ángel, Alejandro y Selu, este último fallecido muy joven; y abuela de Esperanza y Lara. Pili, como es más conocida en San Benito, es historia viva de la Hermandad de la Clemencia.

La Tata de La Clemencia.   MANU GARCÍA

Nos sentamos en el salón de la casa de hermandad, por cierto, dedicado a su hijo Selu Dormido. Estamos en el corazón del Polígono, en un bajo de uno de sus muchos bloques, muy cerca de la iglesia. Nos acompañan su marido y su hijo Ángel. Rodeados de enseres de la cofradía, cuadros, carteles, neveras de la caseta de Feria, también, y junto al cuarto donde se guarda el paso.

La veterana cofrade durante la conversación.
La veterana cofrade durante la conversación.        MANU GARCÍA
Otro momento de la entrevista.
Otro momento de la entrevista.       MANU GARCÍA

Pese a lo duro que ha sido la vida con ella, se muestra feliz, contenta y muy viva. Pili es una de las ‘tatas’ que han mimado a la hermandad, las que han ayudado en lo que fuera menester para sacarla adelante. “Siempre nos hemos llevado muy bien, cosíamos túnicas o preparábamos comida y croquetas (famosas en el Real) para la caseta; fuimos y somos como una familia”, recalca Pili. Son las madres de muchos de los que iniciaron la aventura de poner en pie lo que hoy en una hermandad de referencia en Jerez. Pili cuenta 72 años de edad, de los que 32 ha estado siempre junto a su Señor de la Clemencia cada vez que sale a la calle.

En 1992 vivió cómo la hoy hermandad salía desde la placita del Polígono donde, junto con su marido, regentaba una carnicería desde hacía 47 años. Ahí empezó su historia cofrade de la mano de dos de sus hijos, Selu y Ángel, que formaron parte del grupo que puso en marcha la ilusión cofrade de San Benito.

Pilar junto a su hijo Ángel y su marido en el salón del paso.
Pilar junto a su hijo Ángel y su marido en el salón del paso.          MANU GARCÍA

Al igual que otras madres, no dudó en echar una mano y mucho más para sacar adelante aquel proyecto. Y aunque el primer titular que tuvo la hermandad, al que llamaban el tagarninero, no ‘transmitía’ casi nada, ella estaba allí junto a esos chavales y tras el paso en el que salió por primera vez a dar una vuelta por el Polígono.

Desde entonces Pili no ha faltado junto al Señor; tampoco desde que vistió la túnica nazarena por primera vez y tampoco cuando empezó a llegar hasta la Catedral: “Salgo feliz y con gran ilusión”. Más de una treintena de años fiel al Sábado de Pasión y después al Martes Santo. Posiblemente, este 2024 sea el último. La edad pesa, pero no la devoción y la fe. “Éramos muchas de la misma edad y creo que soy la única que aún sigue saliendo”.

"Somos luchadoras y no nos costaba trabajar para la hermandad ni salir de penitente hasta la Catedral: somos mujeres fuertes"

Ani, Isabel, Mercedes... y algunas más se echaban a sus espaldas la caseta de Feria en la cocina, “fue un tiempo muy bonito, de pasarlo bien, de disfrutar de todo con ellos; éramos jovenes y con muchas ganas”. Pero la vida le dio un duro golpe difícil de superar.

En 2011 falleció su hijo Selu, un cofrade comprometido con las causas sociales, catequista en la parroquia, fundador de La Clemencia, costalero, capataz y muy deportista. Su óbito causó un fuerte impacto en el mundo cofrade. No hace falta mencionar lo que fue para la familia y para esta madre.

Pilar de la Hera Medina, Pili, en el acceso al salòn donde se guarda el paso.
Pilar de la Hera Medina, Pili, en el acceso al salón donde se guarda el paso.    MANU GARCÍA

Desde ese año sale en el sitio que ocupaba Selu, manigueta trasera derecha. Ahí iba Selu cuando dejó la trabajadera a causa de la enfermedad crónica que padecía. Pili se agarra desde entonces a esa trasera, “desde que mi Selu de mi alma faltó”, rememora Pili con emoción. “Somos luchadoras y no nos costaba trabajar para la hermandad ni salir de penitente hasta la Catedral: somos mujeres fuertes”.

“Voy pegadita al Señor y en el sitio de mi Selu al que se le sigue queriendo”. Que se lo recuerden le agrada y le encanta ir arrimada al paso: “En ese sitio me siento más cerca de él”. Se considera muy religiosa, “le rezo mucho al Señor, le pido mucha salud para todos”. La hermandad es mucho para ella, más allá de lo superficial. Es todo un ejemplo de esa devoción sencilla, sin más pretensiones que rezarle a Señor y a la Virgen: “Quiero seguir saliendo, por eso le pido a mi hijo que me dé fuerzas para que yo vaya en su sitito, en su lugar”.

"Quiero seguir saliendo. Le pido a mi hijo que me dé fuerzas" 

Agradece profundamente cómo la miman el Martes Santo, “siempre atentos a mí”. Los ha visto crecer desde que correteaban en la plaza donde estaba la carnicería en la que empezó con su marido, “aun estando solteros”. Recordar todo esto le ilumina el rostro al evocar a aquellos jóvenes, entre ellos sus hijos, “que se han criado juntos”.

HERMANA CLEMENCIA 3
Pilar explicando sus vivencias durante la conversación.      MANU GARCÍA

La pérdida de su hijo le hizo flaquear: “Se lo he preguntado a Él, por qué se lo llevó; creo que haría mucha falta allí arriba, pero hacía más falta aquí. Se fue con una hija, que tenía dos años y tres meses. Le hacía mucha falta su padre, porque Selu era especial”, confiesa con entereza y dignidad encomiables. Reconoce que esta tragedia “te quita la potencia de creer en las cosas… ¡Por qué se lo llevó! En fin, qué le vamos hacer”.

Su fortaleza y empuje, junto a una fe a prueba de bombas, se han impuesto a las dudas, pese a que esta pena sigue en sus adentros y seguirá hasta el final de sus días. “Que se acuerden de él es señal de que fue muy bueno. Nadie se acuerda del que no valga nada en la vida”.

"Él se lo llevó porque haría falta allí arriba, pero hacía falta aquí"

Pide encarecidamente a la hermandad y sobre todo a los que forman parte de ella “que nunca se quiten, que sigan”. Además, mirando al futuro, añade que “han luchado mucho para tener al Señor de la Clemencia y a la Virgen. Entré en San Benito un día y la vi. Estaba preciosa”.

Pili sigue su camino, con sus penas y alegrías, junto a su marido y su hijo Ángel. Con sus vivencias cofrades, con su fe y su devoción inquebrantable. Quieren verla este Martes Santo, agarrada otra vez a la manigueta derecha de atrás. Ella quiere. Pide fuerzas a su hijo para conseguirlo.

Así que cuando el misterio de San Benito pase este año ante la mirada de las aceras y palcos, una cofrade, una mujer fuerte, una madre que entiende a las vírgenes que lloran bajo los palios, irá amarrada a un trozo de madera oscura ejemplificando la autenticidad de todo esto, la verdad y lo esencial.

Sobre el autor:

KIKO ABUIN 1

Kiko Abuín

Periodista.

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