"No sabemos vender nuestro producto, nosotros mismos no hacemos patria"

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Licores Corredera ofrece casi 300 referencias de jereces. En una época en la que nuestros vinos están de moda y se venden más, sus propietarios se sienten unos pequeños embajadores ante su clientela, buena parte de ella turistas.

Con cerca de 300 referencias de jereces, en Licores Corredera, en la céntrica calle del mismo nombre, se sienten un poco embajadores de nuestros vinos ante las decenas de turistas que a diario cruzan su puerta preguntando por tal o cual marca, tal o cual sabor. Miguel Monje, 45 años, lleva poco más de dos al frente de su negocio, nacido a medias “de la necesidad”, tras perder su trabajo en una bodega, y de la “oportunidad” que junto a su esposa vio al comprobar que en pleno centro de la ciudad no había una tienda que abarcara la cantidad de marcas y tipos de vinos de Jerez como los que actualmente venden.

Establecimientos especializados como el suyo, restaurantes y sherry bares y cocineros de gran prestigio a nivel mundial que ya tienen al jerez entre sus vinos de referencia han favorecido que las ventas a nivel nacional hayan crecido por primera vez en 30 años. De los 11,343 millones de litros en 2014 se pasó en 2015 a 11,522 millones, tan sólo un 1,5 por ciento más, sí, pero una muestra de que en las bodegas de Jerez ya parece que han encontrado el camino perdido hace años.

Licores Corredera es un buen lugar para medir esa temperatura en cuanto a ventas. A diario, además del cliente autóctono, decenas de turistas entran, curiosean y se llevan como mínimo un par de botellas de vino. “El turista extranjero suele venir bastante perdido. Cuando les hablas de sherry a veces ponen cara de que no les haya gustado, porque previamente han probado un fino en un bar y es verdad que si no lo conoces es un vino complicado de tomar en un principio. Así que tienes que explicarles que hay otra gama de vinos. Les damos a probar un cream y les preguntamos si quieren algo más o menos dulce, y así los vamos encauzando hacia lo que quieren”.

El turista alemán, según Miguel, suele elegir entre los amontillados y los brandies; los japoneses no tienen un término medio y sus gustos van desde el dulce Pedro Ximénez al oloroso o amontillado. Su gran poder adquisitivo, además, les hace buscar vinos exclusivos que saben que no los van a encontrar en su país, por lo que suelen decantarse por VORS y VOS. “Suelen venir muy bien documentados y a veces vienen a tiro hecho”. El mercado ruso tampoco suele escatimar en gastos, mientras que el turista francés se decanta más por el vinagre, muy apreciado en el país galo. En cuanto al turista español, ¿se nota esa nueva moda por los vinos de Jerez? “El turista nacional trae mucha idea preconcebida y es difícil sacarlo del fino”, explica Miguel, aunque también reconoce que hay otros clientes que ya conocen todos los tipos de jereces y a los que sólo hace falta aconsejar por una u otra marca.

Eso sí, lo que no cambia es esa imagen del jerez asociada al tapeo. “Procuramos preguntarles qué es lo que piensan comer con el vino, porque si bien puedes comer de principio a fin con un Rioja, con un jerez vas cambiando, y eso es lo que intentamos transmitirles”. “Es verdad que un fino viene bien con marisco, pero también con alcachofas, espárragos o guisantes; un amontillado marida bien con jamón, pero también, por ejemplo, con una ventresca de atún. Los médium, con quesos azules y foies y luego el Pedro Ximénez ya es un postre por sí mismo”. 

¿Y qué pasa con el jerezano? “Hay gente que sigue anclada en los vinos de siempre, pero sí es verdad que el público más joven empieza a buscar cosas diferentes, otras bodegas y otros vinos, como los de palma o en rama. En eso también ayudan las catas que, periódicamente, organizan en su local. “Ya lo habíamos barajado, pero fue coincidir en un acto con Miss Catas y surgir la idea, y la verdad es que estamos muy satisfechos porque estamos atrayendo a un público joven y la experiencia está siendo buena”.

Eso sí, Monje también considera que muchas veces los propios jerezanos le dan la espalda a lo suyo –“vete a un bar, a ver cuántos beben cerveza y cuántos vino”- y no sabemos "vender nuestro producto". “Nosotros mismos no hacemos patria. Es muy cómodo vender lo de siempre, pero tendríamos que intentar dar a conocer todo lo demás, que es mucho y bueno”.

Otro problema del jerez es su precio. En los años 80 se tiraron los precios y con él la imagen de prestigio del vino. Miguel lo sabe bien por su pasado en una bodega y ahora, al dedicarse a su venta. “Está muy infravalorado. Hay gente que se sorprende al conocer que un palo cortado se pega doce años en una bota, y si miras los precios hay veces que no sale ni a euro por año. Nuestros vinos no están pagados, pero ahí la culpa la tenemos todos. Es un tópico, pero es la realidad”.

Licores Corredera se encuentra en la calle Corredera 10-12 y está especializada en jereces, vinos de la Tierra de Cádiz, vinagres y brandy. 

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Jorge Miró

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