La familia de la puertorrealeña Raquel Pozo, con 35 años y desaparecida desde mayo del año pasado, afirma sentirse "destrozada" después de más de siete meses sin saber nada de la joven. "Parece que se la ha tragado la tierra", lamenta su padre.

16 de mayo de 2017. Esa fue la última vez que Luis Pozo pudo hablar con su hija Raquel. Según le contó ella, "estaba en casa de un amigo y venía para acá a tomar café conmigo". Decía que alrededor de las cuatro y media de la tarde estaría en casa, pero nunca llegó. Realmente, no la ve desde el domingo 14 de mayo, cuando se la encontró por la calle. "Ese fin de semana estaba viniendo a mi casa a llevarse la comida a su piso porque estaba limpiándolo", relata su padre, que en ningún momento tuvo la sensación de que algo así pudiera ocurrir. "Ella estaba muy bien, con su hijo y su piso, no había nada que pudiera indicar esto". Entre otras cosas, porque "no se llevó nada, ni ropa de más ni el bolso".

Cuando comenzó a darse cuenta de la situación, Luis fue a la Policía y puso la denuncia. Se queja, sin embargo, de que hoy saben lo mismo que aquel fatídico día: nada. "Nos dicen que están investigando y que cuando tengan algo me lo dirán, pero así llevamos siete meses y medio". Su mujer, invidente, vive actualmente en el piso de su hija "porque está convencida de que va a volver a su casa". Él, por su parte, vive en casa con su nieto, el hijo de Raquel. Se llama Dani y tiene 11 años. En un principio, permanecía ajeno a todo, aunque ya sabe qué sucede. "Al pobre no le contábamos nada, le decíamos que su madre estaba cuidando a una mujer mayor, pero él se quejaba de que no llamaba", explica Luis, que cuenta una frase que le dijo el pequeño días atrás: "No quiero que me pongan regalos los Reyes, quiero que aparezca mi madre".

"Estamos rotos por completo", expresa el padre de la desaparecida, que acude todos los días al piso de su hija a llevarle la comida a su mujer, que "está peor que yo". Sobre todo no se explica cómo, tras más de siete meses, no se ha hecho ningún tipo de avance en la búsqueda de su hija. "Parece que se la ha tragado la tierra, nadie de la familia ni de sus amistades sabe absolutamente nada y la Policía está igual que el primer día".

Como haría cualquier padre, Luis no ceja en su empeño por dar con el paradero de Raquel, que "tenía pasión conmigo". Habla todos los días con la Policía, pero la información siempre es la misma. En los días en los que desapareció, además, él estaba malo y su hija llamaba a diario para preguntarle cómo estaba, por todo ello le cuadra menos aún que quisiera irse. "A raíz de la desaparición empecé a quedarme muy delgado y los médicos me dijeron que tenía que ingresar, pero me negué, no podía estar en un hospital metido con mi hija desaparecida, ¿si aparece qué?". Cuenta que, con la ansiedad que le provoca toda esta situación, come muy poco, fuma mucho y apenas duerme. "Me como mucho el coco", explica. Su mujer está peor aún. "Mi hija eran sus pies y sus manos", sentencia Luis.

Raquel Pozo García tiene 35 años, mide 1,65 de altura y pesa entre 65-70 kilos. Tiene el pelo largo y liso de color castaño y en el momento de la desaparición llevaba unas gafas de color blanco. Tiene dos tatuajes, uno en la espalda con la imagen de un delfín y otro en la mano con el nombre de Dani. Si tienes algún indicio o prueba de dónde pueda estar, están habilitados los teléfonos +34 642 650 775 y +34 649 952 957, así como el correo electrónico sosdesaparecidos@sosdesaparecidos.es.

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Jesús Mayone

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