A las cinco y media de la tarde se empezó a escribir las primeras líneas del relato de una tarde y noche cofrade multitudinaria con un nombre propio, Nuestra Señora de la Estrella Coronada. A esa hora se inició la procesión de regreso de la imagen, tras haberle sido impuesta la impresionante corona en la mañana del sábado. Tiempo excelente, cielo casi despejado y buena temperatura. No se podía pedir más para enmarcar una jornada en la que se volvió a demostrar el tirón que tiene una procesión. Evidentemente, no fue una cualquiera. Era La Estrella la que estaba en la calle, la devoción de los miles de alumnos que han pasado por los colegios lasalianos de Jerez y la descendencia de los más antiguos que supieron transmitir de generación en generación esa querencia por la Dolorosa de la Escuela de San José.
Pese al viento fresco y agradable que llegaba de Poniente, el termómetro emocional se elevaba en muchos grados alrededor del palio sobre el que la Dolorosa se paseó desde la Catedral y por todo el Jerez añejo entre una muchedumbre que no la dejó en ningún momento.
Como se preveía, centenares de personas se agolpaban en las aceras para disfrutar de una procesión especial en la que una vez más la Hermandad de la Borriquita volvió a ser ejemplo de orden, participación y elegancia tanto en su amplio cortejo como en el caminar del paso; cortejo en el que hubo representaciones corporativas de las hermandades jerezanas y otras invitadas por la hermandad por su relación con La Salle o por afinidad en identidad y advocaciones, así como más de un centenar de hermanos y hermanas en las filas, el obispo diocesano y más gente delante, detrás, en los costeros del palio azul y oro… un gentío que avanzaba como una marea que se agolpaba más en las calles estrechas del Jerez eterno y se expandía en los espacios más amplios.
Bares llenos desde muy temprano con un ambiente en las calles excepcional. La jornada al completo supo a fiesta. A que algo importante que interesaba a mucha gente sucedía en la ciudad. Hubo momentos especiales como en las Hermanas de la Cruz, muy unidas a la cofradía, donde hubo un momento de oración y se interpretó la marcha Amarguras ante la puerta del convento con el palio parado mirando a las monjas, que asomadas al pórtico y acompañadas por el obispo, cantaron a la Virgen. Fueron muchos minutos de intensidad, silencio y de rostros extasiados de las hermanas mirando a La Estrella tan de cerca.
El hermano mayor aprovechó para pedir que recen por la hermandad y “que la Virgen os cubra bajo su manto a las hermanas y a los ancianos por la gran labor que hace la Orden”. Cada año los costaleros de la Virgen se ocupan de llevar a las personas mayores que allí cuidan las hermanas al besamanos de La Estrella. Ese es el hermoso vínculo que existe entre la cofradía y la Orden que fundó Santa Ángela de la Cruz. Esa parada se cerró con la interpretación de una Salve creada por Paco Cepero y cantada por el grupo Gloria Bendita.
Más adelante, en El Carmen, otro instante para el recuerdo ante la basílica donde se venera la imagen que celebra 100 años de su coronación canónica, la Virgen del Carmen. Los carmelitas son los capellanes de la hermandad.
Abriendo marcha vino la banda del Rosario de Linares con su toque tan especial y de calidad, anunciando la llegada de la procesión. Su presencia fue extraordinaria evocando un Domingo de Ramos tras Cristo Rey.
En una atestada plaza de la Asunción se escribió otro de los momentos de la procesión. En este punto, la representación se retiraba, así como el cortejo de hermanos. Solo quedaba la cruz de guía y la presidencia, algo que se viene imponiendo en procesiones extraordinarias como esta con el objetivo de que todos los hermanos puedan disfrutar de la procesión.
Pero hubo más. En este emblemático espacio se estrenó una marcha compuesta por el componente de la banda de Rota, Juan Antonio Verdía, que lleva una parte cantada que se ocupó de interpretar el coro gaditano de José Manuel Pedrosa y David Fernández, una formación de las notorias del carnaval que, emulando lo que hace el coro de Julio Pardo ante la Esperanza de Triana, puso un sello diferente y sumamente emocionante que sorprendió a la concurrencia.
Coro, sobre una tarima instalada ante el cabildo antiguo, banda coordinados en una composición, con letra de uno de los titulares de la formación vocal. Sonidos cofrades pero con aires gaditanos que mereció la aclamación del gentío reunido en la plaza. El palio entró como un ascua de esa luz amarilla de la cera de la candelería completamente encendida. Cayó la brisa y dejó que la iluminación natural de un palio fuera la que alumbrara todo a su alrededor.
Una vez más enchufamos el incensario para la banda Enrique Galán de Rota. Si hace una semana lo bordó en calidad y entrega, tocaron el domingo pasado 39 marchas, lo del regreso es de oreja y rabo superándose en saber estar tras un palio sin racanear e identificados con lo que llevaban delante.
Calle Larga, Alameda del Banco, Tornería, Rivero… muchedumbres en las estrecheces como en Carpintería y amplitud en las vías más amplias. Petaladas y más momentos fueron marcando los momentos finales de un día de ensueño para los cofrades albicelestes que a buen seguro y pese al enorme trabajo que ha significado todo esto, no querían que acabara. Que siguiera, que fuera eterno. Así será en el recuerdo del 14 de octubre de 2023, día en el que a La Estrella se le concedió el apellido de Coronada.
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