El misterio de Las Mesas de Santiago en Jerez: la aldea perdida donde apareció el Apóstol Santiago

Un estudio revela el misterio de las Mesas de Santiago, donde la leyenda y la historia se entrelazan en un enclave único de Jerez

Un pozo en Las Mesas de Santiago, en el Jerez rural, en una imagen de 'En torno a Jerez'.
25 de julio de 2025 a las 09:19h

En una elevada meseta rodeada de olivares y tierras de cereal, en pleno corazón de la campiña de Jerez, se alza el paraje de Las Mesas de Santiago, un lugar donde se cruzan los caminos y el tiempo. Antiguamente conocido como Santiago de Fé, esta aldea medieval fue testigo de escaramuzas entre moros y cristianos durante el siglo XII, cuando la frontera entre reinos aún no se había definido con claridad. Así comienza un fascinante relato, publicado en el blog ‘Entorno a Jerez’ cuyo autor, Agustín García Lázaro, desvela en un esrtudio las claves de un territorio cargado de historia y leyendas.

Un campo de batalla donde apareció el Apóstol Santiago

Citando al cronista Bartolomé Gutiérrez, se expone cómo, durante el reinado de Fernando III, el propio Apóstol Santiago habría descendido desde los cielos con “caballeros ángeles” para auxiliar a las tropas cristianas en desigual combate. “Juraron muchos hombres de autoridad haber visto al Santo Apóstol en un caballo blanco”, escribe, subrayando el carácter milagroso de esta visión. La escena incluso estuvo pintada en la muralla de la Puerta de Santiago hasta el siglo XVII.

Décadas después, el santo volvería a dejar su huella en estos campos al socorrer a Fernán Alonso de Mendoza, un caballero que se enfrentó en solitario a cinco guerreros musulmanes atrincherados en una torre de la zona. Tras vencerlos con valentía, un enigmático caballero con una cruz roja se le apareció para dar fe del milagro. Desde entonces, el lugar fue conocido como Santiago de Fé, en honor a la hazaña divina.

Un privilegio real y una ermita olvidada

Las crónicas recogen que el rey Alfonso X el Sabio recompensó a Fernán Alonso con la donación de la aldea, su torre y treinta yugadas de tierra, animándole a fundar una ermita dedicada al Apóstol Santiago. Aunque el documento de 1270 que recoge esta donación podría ser apócrifo, sí hay constancia de la existencia de una ermita desde al menos 1392, lo que confirma la importancia espiritual y simbólica del enclave.

Con el paso de los siglos, la aldea original desapareció, pero el paraje continuó vivo como núcleo rural, convertido en cruce de caminos ganaderos y agrícolas. Las Mesas de Santiago fue un punto estratégico donde confluían vías pecuarias como la Cañada de Vicos, muy transitadas por el ganado y las diligencias que unían Jerez con la Sierra.

El actual cortijo de Las Mesas, que aún pervive en este cruce de caminos, está probablemente construido sobre las ruinas de aquella aldea medieval. Ya en 1274 se menciona el topónimo, y en el siglo XVI la finca fue adquirida por el Monasterio de San Jerónimo de Bornos. El núcleo rural fue ganando relevancia hasta alcanzar los 247 habitantes en 1857, aunque su población se redujo a la mitad en el primer tercio del siglo XX.

La arquitectura actual del cortijo, de una sola planta, refleja la sobriedad funcional del siglo XIX. Destaca una garita de vigilancia, pozos centenarios hoy semienterrados entre olivares, y un azulejo devocional que representa a San Isidro Labrador orando mientras ángeles trabajan la tierra, una imagen que conecta con la tradición de milagros en el lugar.

Uno de los testimonios más curiosos lo dejó Frasquita Larrea, madre de la escritora Fernán Caballero, quien en 1824 hizo una parada en el cortijo de Las Mesas durante un viaje a Bornos. En su diario dejó constancia del buen estado del camino entre Jerez y este rincón, y del descanso que ofrecía aquel aislado pero vital punto de paso entre la Bahía y la Sierra.

Sobre el autor

Kiko Abuín

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