Mi primer 'lote' en el alumbrado de la Feria del Caballo

Crónica del primer día de Feria desde 'barrilá', la zona juvenil y precaria donde está permitido hacer botellón al otro lado del "muro"

Una joven haciéndose un rebujito en la 'barrilá' de la Feria del Caballo. FOTO: MANU GARCÍA.
Una joven haciéndose un rebujito en la 'barrilá' de la Feria del Caballo. FOTO: MANU GARCÍA.

No he preparado un lote en mi vida, hulio. Mis amigas lo saben, y aun así dejaron que yo me ocupara del asunto. Tres botellas de fino, dos de 7up, vasos de litro y una bolsa de hielo. Me quedé corta. Ellas lo veían venir, pero bueno. No sé por qué, no compré más refresco ni más hielo.

Son las 20:00 horas. Recojo a algunas en el coche y consigo aparcar cerca del parque González Hontoria. Llegamos allí, con los dedos palpitando de cargar las bolsas. Ahora, busca sitio. El parque Skartxa —que en Feria se conoce como barrilá— no está del todo atestado. Es temprano. Una de mis amigas alza la mirada y da con una palmera que todavía no está conquistada. Ea, desde aquí no nos movemos hasta el encendido del alumbrado.

Toca servirse. Cinco cubos de hielo por cada vaso, claro, así normal que me haya quedado corta. Mitad fino, o tres cuartos de fino, y el resto: refresco. Una cañita, y a remover. Vale. En las dos horas que estuvimos de pie bebiendo, pasó de todo.

La gente esperando el encendido del alumbrado. FOTO: MANU GARCÍA.

Nos encontramos con amigos de San Fernando y con antiguos compañeros de instituto que abrieron un debate sobre las próximas elecciones del 26 de mayo; uno perdió sus gafas de sol de más de 100 euros; un colega nos invitó al hielo que nos faltaba; otro, que vive en Sevilla, no paró de criticar la Feria de Abril; otra amiga, harta del bochorno, se desprendió de su sujetador y lo metió en mi bolso; hubo hombres que iban en pareja al baño; se nos acercaron mujeres que al no comprarles un clavel, nos echaron un mal de ojo... Y a medida que se iba cerrando el día, más se llenaba aquello.

Mientras la juventud bebía en un recinto rodeado ya de basura, casi sin 24 horas de presencia; al otro lado del "muro", señoritos y quienes tampoco tienen donde caerse muerto, se toman su copita, bailan las primeras sevillanas y pasean por el Real a la espera del momento más emblemático de la Feria del Caballo: el encendido del alumbrado.

Son las 21:45 horas y ya se escuchan los primeros estruendos de los fuegos artificiales que dan paso a la magia. No quiero perdérmelo, así que agarro a varios amigos y, como otros muchos, salimos por la única puerta que conecta barrilá con el Real. Allí fuera se forma una especie de tapón. Si ya hacía calor, la temperatura aumenta con tanta carne cerca. Los fuegos artificiales quedan lejos. Es la primera vez que los veo tan diminutos. Pero una vez que terminan, nos sentimos unos privilegiados al ver cómo se encienden las luces en cadena, siendo las bombillas que vuelan por encima de nuestras cabezas las últimas en brillar.

Una pareja haciéndose una foto en el alumbrado de la Feria del Caballo. FOTO: MANU GARCÍA.

La gente grita, aplaude. Se escucha un sonoro y unísono: "¡Ohhhh!". Pura belleza, sí. Pero una vez visto el espectáculo: vuelta al boquete de la juventud, que hoy es sinónimo de precariedad. "Mira, la mayoría de los que están ahí ni beben ni na, están ahí para posturear", me comenta un amigo mientras señala a jóvenes de nuestra edad, en la terraza de una caseta ubicada a la entrada del parque Skartxa.

Mis amigos siguen bebiendo. Yo, la verdad, si no tengo más sed, no me da por seguir "tirándole de comer a las palomas". Nos reímos. Nadie está fuera de sí. Si acaso un puntito, tomatitos. Hablamos de todo, y de nada. Pero el tema más recurrente: sexo, penes, amor... Hasta que a eso de las 23:00 horas el estómago ruge y nos vemos obligados —menos mal, por Dios— a movernos hacia los puestos de comida "basura" que hay rodeando el recinto ferial. Joder, hoy es el día de la basura.

Algunos quieren papas asás, otros kebab, pero al final todo acabamos engullendo esas tortas de maíz rellenas de carne, verduras y salsas. Una vez con el estómago lleno, damos una vuelta por el Real, y entramos a bailar a la caseta del Primavera Trompetera, la que pudo y no fue la de lavozdelsur.es. Allí bailamos un gran variadito, desde la Mala Rodríguez hasta SFDK, pasando por el Dale Don Dale de Don Omar o lo último de Don Patricio y C. Tangana. Calor. Llevo toda la noche cargando con una chaqueta vaquera en el bolso. Un pa ná. 

Son cerca de las 2:00 horas. Mañana trabajo, así que me despido. Unos besitos y de vuelta a casa. De camino, un amigo me recuerda: "Ha sido tu primer lote". Y pienso: Sí, mi primer lote camino de los 25 años. No sé si soy tonta o doy pena, pero sigo pensando que a mí eso de beber de pie, alrededor de botellas y bolsas de plástico, tampoco me gusta tanto.

Sobre el autor:

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Claudia González Romero

Periodista.

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