María Antonia Lorente, comerciante y propietaria de la lencería de la céntrica calle Algarve se jubila a los 70 años, después de más de 30 años atendiendo al público.
En apenas unos pocos metros cuadrados hileras y más hileras repletas de cajas grises, blancas y azulonas que esconden la más amplia gama de colores, del mostaza al malva pasando por el verde cacería; grosores y brillos como el cristal y calados fantasía que estilizan las piernas de chicas, señoras y pequeñas. Todas y cada una de esas cajas, el sudoku de números, tallas, modelos y referencias las sabe descifrar e interpretar ella, la mujer que lleva 33 años detrás del mostrador de la mítica Lencería Lorente ubicada en la calle Algarve, Mª Antonia, Maru para sus clientes y amigos.
Elegante, coqueta y con carácter… sabe tratar como nadie a sus clientes. No cierra por la crisis, ni siquiera por la edad, aunque aparente muchos menos cumplió 70 años el pasado mes de abril. “¿Crisis?… Cierro porque ya me toca. La gente me ve para arriba, para abajo sin parar, pero yo tengo mis achaques”, asegura aunque cuesta trabajo creerlo al verla, y lo aclara tajantemente: “No lo he dejado antes por circunstancias personales. Dices voy a seguir por las carreras de las niñas, luego una se queda en paro… Y ya es momento”.
Es por eso que los únicos resquicios que tiene libre en ese espacio están colmados de fotos y dibujos de niños. “No tengo nietos. Todo eso son los hijos de mis clientes, que venían desde pequeños con sus madres y ahora con sus novias”. En una de las esquinas, guarda un cesto con chucherías para todos ellos y en la opuesta, una columna de cedé y varias de casetes. Se los han regalado, cuenta, y no los ha oído, a partir de ahora lo hará.
Un lunes a las 10:30 de la mañana no se cabe. Tiene clientes italianos, alemanes, de Rota, Sanlúcar que se desplazan hasta el centro de Jerez para comprarle los pantis. Aunque su deseo siempre fue comercializar lencería y así comenzó. De ello sólo conserva el espejo y la cortina. Sin embargo con el boom de las medias se reconvirtió, y se especializó sólo en ellas. “Para vender medias hay que comprar muchas medias y tuve que escoger”, afirma.
El secreto para vivir de las medias es la dependienta. No será igual cuando Maru no atienda a los clientes. Probablemente nadie sepa más que ella de este género a pesar de haber estudiado "lo básico": las medias finas hay que ponérselas con crema en las manos; deben estirarse desde los deditos hasta la cintura para que queden uniformes; las botas y las cremalleras estropean mucho las medias, para evitarlo es mejor ponértelas del revés y así no le salen ‘pelotitas’… Un sinfín de ellos. “La explicación no te la voy a cobrar”, le dice a una clienta. “Yo no quiero que vengas a comprar otras medias porque se rompan, sino que me compres otras de otro color”, le dice cómplice a una señora.
Si carece de lo que la persona viene buscando no tiene ningún problema en derivarlo a otra de las tiendas del centro. “Siempre nos hemos llevado muy bien. Llegaba feria o cualquier fiesta en la ciudad y adornábamos las calles, hacíamos de todo en la calle. Ahora es que no hay nadie”, lamenta.
Después de más de tres décadas cotizando como autónoma cobrará 700 euros… "Estoy deseando, pero ya ves, tantos años trabajando desde temprano hasta tarde, de lunes a sábado para eso", explica. ¿Y ahora qué? “Eso me pregunta todo el mundo y me dicen que me voy a aburrir en casa. ¡Si yo soy de Jerez y no conozco Jerez!”, reconoce la futura jubilada.