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“Me decía que de donde él entrara saldría, pero de donde yo iba a entrar, no iba a salir”, cuenta una de las mujeres maltratadas.

Cambio de tornas. Basta de huir. La próxima vez no tendrá miedo. Ya no se siente culpable; él ya no le hará sentirse la responsable de ser maltratada porque no lo es. “Me decía que de donde él entrara saldría, pero de donde yo iba a entrar, no iba a salir”, cuenta Rocío, jerezana de 38 años, maltratada por su expareja física y psíquicamente a lo largo de cuatro años. Hace dos que definitivamente la relación se rompió. Lo denunciaba y luego la convencía de que ella era la culpable de que él bebiera y la maltratara. “Que quién me iba a querer a mí con tres hijos”, espeta.

Actualmente tiene otra pareja, viste como quiere, va a la discoteca y hace lo que quiere. Sin embargo, aunque ya han pasado dos años desde que se separó, no vive tranquila. En varias ocasiones, él ha ido a buscarla, aunque afortunadamente ha llegado la Policía a tiempo. No quiere ser reconocida, no quiere provocar a su agresor, pero se muestra tajante, si vuelve a agredirla “los palos los va a recibir él”.

Por ese motivo, Rocío asistirá por primera vez al curso de defensa personal dirigido principalmente a mujeres víctimas de maltrato impartido de forma altruista por la Asociación Deportiva y Asistencial Kyu-Dan desde principios de los 80 del siglo pasado, gracias a la coordinación de esta organización y de los miembros de la Policía Nacional integrantes de la Unidad de Prevención, Asistencia y Protección (UPAP).

Eva asistirá por tercera vez. Ella y Rocío son dos de las 250 mujeres de entre 18 a 50 años de edad, que se encuentran bajo el amparo de Unidad de Protección. Muchas de ellas son acompañadas a diario por un escolta. “No hay suficientes medios para todas, de modo que se va valorando el riesgo y las circunstancias de cada una de ellas para protegerlas”, explican desde la UPAP. Las 35 alumnas reciben clases durante un mes, una hora y media, tres días a la semana.

Más de una década de constante maltrato psicológico soportó Eva. El padre de sus hijos la tenía encerrada en casa, “apenas me dejaba salir”. Lo peor vino después. Cuando le dejó, entonces recibió  la primera y última paliza; después no ha cesado el acoso. Su familia le aconsejaba que lo dejase, pero no era capaz y llegaron a perder el contacto. Cuando está en la cárcel puede llevar una vida normal y “feliz”, pero cuando su expareja sale de la cárcel va por la calle con miedo. “He perdido más de 10 años viviendo en amargura, mis hijos y yo”, afirma.

En cuanto al trato que recibe por parte de la Policía, Eva destaca la gran atención que le prestan. “Me llaman constantemente y están pendientes de mí porque él quebranta la orden de alejamiento”. Es la tercera vez que va a participar en el curso de defensa personal a raíz del cual ha hecho nuevas amistades.

Manuela Carmona, monitora de Pilates, es una de las alumnas aventajadas que ayuda a Pedro Delgado, presidente de la asociación a impartir el curso de defensa personal. Para la joven es una satisfacción ayudar a estas mujeres a “salir del bucle” en el que se encuentran inmersas. Por su carácter, afirma sin atisbo de duda, no se verá en el lugar de ellas. “No entiendo cómo se pueden considerar menos que las personas que las maltratan, si se les puede llamar personas”.

Cuando está en la cárcel puede llevar una vida normal y “feliz”, pero cuando su expareja sale de la cárcel va por la calle con miedo. 

Gracias a esta actividad, por un lado aprenderán a quitarse de encima a su agresor con el menor esfuerzo posible cuando se encuentren en una situación de riesgo. Por otro lado, les ayudará a elevar su autoestima, tener más confianza en ellas mismas y a darse cuenta que se puede salir de esa espiral al conocer a compañeras que lo están superando. Crean lazos sociales, algo fundamental porque, como recuerdan desde la UPAP, “estas mujeres son aisladas por sus agresores y deben establecer nuevos lazos sociales”.

El presidente de la asociación deportiva se queja de que el Ayuntamiento no colabore en la iniciativa que puede evitar la muerte de mujeres. “Me he presentado varias veces en Bienestar Social para que colaboren con nosotros ya que es una actividad sin ánimo de lucro y no les interesa. Luego matan a una mujer y todos se concentran en la puerta del Ayuntamiento”, lamenta Delgado.

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María Luisa Parra

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