La 'locura' de conducir tractores que alcanzan los 200 kilómetros por hora

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El campeonato de Andalucía que celebra Guadalcacín cumple 25 años, la competición que impulsó Antonio Ruiz, un vecino que en 1992 que se rodeó de "los más locos y picados" para celebrar la primera. 

Corría el año 1992 cuando Antonio compró un tractor en una subasta en Rota que usaba para “recoger clavos y puntillas en las carreteras”. La máquina en cuestión destacaba por una cosa, por su velocidad, y se le encendió la bombilla: “¿Por qué no usarlo para correr?”, se preguntó. Y eso hizo. Así se le ocurrió crear las carreras de tractores en Guadalcacín, convertidas después en campeonato de Andalucía, y que ya tienen un cuarto de siglo. “Tuve que coger a los más locos y picados y corrimos 14 el primer año”, recuerda el impulsor de esta singular competición.

Este año Antonio no compite, aunque no quiere decir que se haya retirado, avisa. Su tractor lo conduce su yerno, David Domínguez, al que le cede el testigo. Por lo que podría ser el equivalente a boxes, la zona en la que descansan los tractores y en la que arreglan las averías que van surgiendo durante la jornada que duran las carreras –los entrenamientos libres son por la mañana y la carrera, pasadas las siete y media de la tarde–, Antonio pasea a sus anchas. Cuando no compite organiza la competición y en Guadalcacín es conocido y respetado por todos.

Además, presume de sus victorias: “Estando yo en pista es difícil que me ganaran, o abandono o gano”, asegura. Y también de su tractor: “Es muy bueno en seco, el barro lo mata, pero alcanza los 200 kilómetros por hora”. El motor V8 –similar a los que usan los coches que participan en la Nascar– lo compró en una chatarrería de El Cuervo y alcanza las 4.000 revoluciones, la caja de cambios es de un camión y la amortiguación de un coche americano.

“El primer año fue tan divertido que fue bonito”, recuerda Antonio, que señala que en aquella ocasión prácticamente pasaron del campo al circuito, “ahora la carrera ya es una competición”. De hecho no duda en asegurar que, a nivel organizativo y de seguridad, “puede ser similar al campeonato de España de automovilismo”. Más apartado de la competición y centrado en la organización del evento, Antonio sigue conservando sus fans. Mauro, un pequeño vecino de Guadalcacín, va a saludarlo a boxes. Su padre cuenta que “se hartó de llorar cuando se enteró que este año no competía”. El joven, dice, quiere ser piloto de mayor, y asegura que no le gustan ni las carreras de motos ni de coches, “sólo de tractores”. Hasta ese punto llega la afición a este evento en la pedanía.

David Domínguez, debutante este año, también era pequeño cuando vio por primera vez las carreras. Tenía unos 12 años y se quedó alucinado con el tractor que conducía Antonio, el Miniápolis. Desde entonces, dice, siempre ha ido “siguiendo sus pasos”. Era su ejemplo a seguir. Luego empezó a ayudarlo a poner a punto su tractor, ya que es soldador, y este año por fin se pone a los mandos del bólido, en el que ha estado trabajando los tres últimos meses. “Todas las tardes, de cuatro a ocho, he estado reparándolo”. Cuando da las primeras vueltas sobre el trazado, su padre observa su evolución nervioso desde la grada. “Tiene que buscar lo seco”, dice, “el 5 anda bien, va a dar que hablar”, añade luego.

Este año compiten 12 pilotos, una cifra habitual en esta competición. Lo que no lo es tanto es que vengan corredores de otras provincias. La comidilla en esta ocasión es la presencia de un sevillano, Óscar Viel, aficionado desde casi los inicios de las carreras, y debutante en esta ocasión. Es mecánico, aunque ligado al campo desde muy pequeño. Fue mientras segaba en una localidad cercana donde se enteró de la existencia de esta prueba. Desde entonces estuvo 18 años viniendo a Guadalcacín a ver las carreras, que este año decidió que quería vivir desde dentro. Su idea es “que disfrute la gente”, porque no viene solo. Lo acompañan numerosos familiares. El Fiera, como lo llaman cariñosamente, un apodo que le puso un vecino y que usan “para asustar a los rivales”, dice su cuñada entre risas, arrastra a un buen número de paisanos.

En un lateral del circuito, pegados a la valla y ataviados con sombreros, están su madre, su hermana, su cuñada, su hijo y unas sobrinas. No es la primera vez que vienen, sólo se estrena la hermana, que no ha podido asistir en otras ocasiones –“pero este año había que venir”, señala– y de hecho les gusta la competición. “Vemos la Fórmula 1 por la tele, pero esto es particular, muy diferente”, dice Mercedes, su cuñada, que añade divertida: “En lugar de irnos a Chipiona venimos aquí”. La preparación es parecida. Con ellos llevan bocadillos, empanada, filetes de pollo, queso, jamón, latas de refresco… Las sobrinas hasta han hecho camisetas y pancartas para apoyar a Óscar.

A Manuel Moreno, otro de los pilotos, competir en la carrera de tractores de Guadalcacín le viene de familia. Antes ya lo hicieron su padre y su hermano, y él no iba a ser menos. Estuvo un año trabajando para preparar el tractor con el que compite. “Un millón de pesetas me ha costado”, dice. Unos 6.000 euros entre adquirir el vehículo y tunearlo. No es un hobbie barato, señala, “pero hay a quien le gusta otras cosas y a nosotros, esto”. Esta es la sexta ocasión en la que participa, “el primer año que no rompí fue el pasado”, asegura, mostrando lo difícil que es acabar una carrera en esta competición. “Hay quien se lleva un año trabajando para estar diez minutos y que le reviente el motor”, señala. Manuel espera que sus hijos continúen la tradición, pero aún son muy pequeños. “El menor se asusta y el mayor aún no entiende”, dice.

Por los alrededores del trazado, que cambia todos los años, se amontonan aficionados que quieren disfrutar del espectáculo. Francisco es de Jerez y lleva cuatro años presenciando las carreras. “Soy mecánico y adicto a la gasolina”, se define, por lo que aquí lo pasa en grande. Él es más de tractores que del Gran Premio de Motociclismo. “Es muy monótono”, señala, “esto es más peculiar”. Mientras, por megafonía, el speaker, aportado por el Circuito de Jerez, va informando sobre los pilotos que salen a pista. El último que se escucha, Manuel Mendoza, “el pelador de mulos”. El ganador, que este año vuelve a ser el joven José Villena, de Guadalcacín, gana 1.200 euros de premio y entre todos se reparten 3.000 euros. Adrián Rebolledo y Miguel Márquez completan el podio de una carrera que, un año más, no para dar espectáculo para los 7.000 espectadores que la presencian. Eso está garantizado.

Sobre el autor:

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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