La cabalgata de Reyes Magos, a pesar de los partes negativos, escapa del agua para alegría de las decenas de miles de niños que disfrutan con Melchor, Gaspar y Baltasar por las calles de Jerez.

Dicen que todo español tiene un entrenador dentro, de ahí que casi nunca estemos cien por cien satisfechos con la alineación, los cambios o la manera en que juega nuestro equipo. De unos años a esta parte, desde que internet se ha convertido en parte de nuestra vidas, pasa lo mismo con la profesión de meteorólogo. Todo el mundo entiende ahora de borrascas, de anticiclones y de isobaras.

Lo malo es cuando los políticos también parecen entender de meteorología. “Vaya la que va a caer el 5 de enero, dicen todos los partes”. “Cien por cien de probabilidad de lluvia, oiga”. “Ojo que se van a mojar Melchor, Gaspar y Baltasar”. “Que dicen en Arcos y en Sanlúcar que la cabalgata la adelantan al 4, que así no se moja nadie” —tampoco los papás y las mamás—. “¿Y si lo hacemos igual en Jerez?”, llegó a preguntar alguno.

El debate todavía lo mantenían unos cuantos un rato antes de que la cabalgata se pusiera en marcha en la tarde de este pasado 5 de enero. El Ayuntamiento, de manera acertada según este cronista, mantuvo la tradicional jornada y la jugada le salió a la perfección. Una microencuesta a pie de calle entre 10 padres también daba la razón al gobierno local. Nueve de esos diez habrían mantenido, aun tronando y cayendo chuzos de punta, la cabalgata. “¿Entonces si llueve en Semana Santa? ¿La ponemos en julio, que seguro que no cae ni una gota? Es una tontería”, señala con toda la razón del mundo Manuela, que ha venido junto a su hermana, su hija y su sobrina a ver la cabalgata. ¡Y sin paraguas! ¡Ole por ellas!Y hablando de Semana Santa, la verdad es que la tarde del 5 de enero más se pareció a la de esos Viernes Santos en los que, aunque los nubarrones amenacen desde Sanlúcar, en San Telmo dicen que El Cristo sale sí o sí a la calle. Porque como bien dijo alguien una vez, mientras haya un niño en la calle esperando a los Reyes, éstos tienen que salir sin importarles lo más mínimo la climatología.

Y así, puntuales, a las cuatro de la tarde cruzaban la portada del González Hontoria los tuaregs a caballo, comitiva que, desde que uno tiene uso de razón, abre el cortejo de los Reyes Magos en Jerez. Para entonces, la avenida ya se presentaba llena de público. Desde luego, no es de extrañar, porque es en este punto donde más cómoda se ve la cabalgata por dos motivos principales: primero, porque es tan amplia que todo el mundo puede coger cómodamente caramelos sin pelearse con su vecino de al lado. Segundo, porque los papás se pueden tomar un digestivo mientras tienen a la vista a sus criaturas. Que se lo digan a esos que, copa de balón en mano, contemplaban tan tranquilos a sus majestades desde las terrazas de los bares de la avenida sin preocuparse de si se iban o no a mojar.

Una tras otra fueron saliendo las carrozas del parque y, aunque el cielo seguía encapotado, nunca dio la sensación de que fuera a descargar agua, aun cuando un viento, de esos que suelen anunciar lluvia, hizo también acto de presencia. Así, algunos paraguas solo se abrieron para coger caramelos, actitud por otro lado criticable si traes uno del tamaño de una sombrilla de playa y dejas a niños sin la posibilidad de coger ni un mísero sugus.Sus majestades, un año más, fueron acompañados por un cortejo muy animado, aunque dio la sensación que un poco más escaso que años anteriores —quizás aquí el riesgo de lluvia tuvo algo que decir—. Tuaregs y pajes se intercalaron con personajes clásicos como los pitufos y con otros más actuales que el que escribe, perdónenme, no conoce (es lo que tiene no tener hijos o sobrinos pequeños). También se vio a una criatura, mezcla de gusano y luciérnaga con patas. Y personajes con cuernos que lanzaban enormes confetis a través de unos cañones, para mayor alegría de los más pequeños.

Con un ritmo un poco más acelerado fue avanzando el cortejo, recortando minutos al itinerario sincronizado que anunció el Ayuntamiento, ya que los últimos partes daban agua a partir de las nueve de la noche. Y así, tras poco menos de cinco horas y después de lanzar 15 toneladas de caramelos, la cabalgata concluía en la Alameda Cristina, donde Melchor, Gaspar y Baltasar adoraban al niño Jesús en el portal instalado en Santo Domingo. No obstante, ese sería solo un punto y seguido, porque a unos metros los esperaban los autobuses reales, que los llevarían, entre otros sitios, a los hospitales, donde decenas de niños y adultos tuvieron también la oportunidad de verlos en persona.

Feliz día de Reyes.

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Jorge Miró

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