Seis amigos, Juan Manuel, Eva, Nati, Diego, Cristóbal y Ana llevan residiendo en una misma propiedad del centro histórico de Jerez desde hace casi 30 años. “Es una casa de vecinos mejorada".

“Nos han llamado de todo: comuna, escuela, secta, comunidad, colegio, la ciudad de los muchachos… Pero no nos hemos identificado nunca con nada”, expresa uno de los seis propietarios de una casa de mil metros cuadrados de la calle Caballero, en Jerez. Corría el año 87 del siglo pasado cuando un grupo de amigos empezó a plantearse que vivir todos bajo un mismo techo era posible. La muerte de Franco abrió una puerta a la regeneración política y una ventana hacia la libertad social y el despertar cultural. Aquellos niños que salían a la calle, que hacían vida en el centro histórico de la ciudad y que tenían gustos en común, crecieron con la esperanza de vivir en grupo. Y finalmente, Juan Manuel, Eva, Nati, Diego, Cristóbal y Ana consiguieron materializarlo en junio de 1988.

Todo comenzó ocho años antes en un bloque de la calle Sol, “junto a la casa de Lola Flores”. Allí se fueron a vivir Nati y Juan Manuel. Diego, que era amigo de ambos, buscaba piso, y en aquel momento el número de la misma planta estaba vacío. Decidió comprarlo y, a partir de ahí, fue madurando la idea. “Empezaba a llegar gente para quedarse un día, luego dos… y así hasta que vimos que podíamos vivir todos juntos”. Era el momento de buscar un espacio más grande y acorde a sus expectativas. “La gente dudaba de nosotros, empezando por el del banco. ¿Y si os separáis?, nos preguntaba, como si una pareja no corriera el mismo riesgo. Y es curioso, conocemos a muchas personas de nuestra época que pensaron en hacerlo y que no terminaron haciéndolo”, expone Eva. Dieron con una propiedad que cumplía sus requisitos. “Esta casa tiene una protección estructural, no se podía cambiar la fisionomía. Era más cara, pero para nosotros era ideal. Tres plantas, patio interior, jardín…”. Y debía cumplir una regla primordial: que estuviese ubicada en el centro. “Nosotros somos de centro y esta casa tiene cierta identidad. Otro espíritu, otra personalidad”, comenta uno de ellos. “En aquel momento estábamos en guerra contra los adosados. Aquí en Jerez se han ocupado de echar a las familias fuera del centro. La gente ya no vive aquí y al final las ciudades mueren y se convierten en parques temáticos”, incide Nati. Les entristece el empobrecimiento del casco histórico de Jerez, por lo que también intentan contribuir a la regeneración del centro. Su hábitat al fin y al cabo. “Mi centro de juego era la plaza del Mamelón”, espeta Diego. “Ya no juegas en la calle ni loco”, agrega. Y es que todos han crecido entre sus calles: Caracuel, Justicia, Sol, Porvera… “Nosotros teníamos el recuerdo de las casas de vecinos, un lugar donde las puertas siempre estaban abiertas, con cocina común, baño común, familias numerosas…", señala Diego. "Esto es una casa de vecinos mejorada”, agrega.

Finalmente compraron el número 36 de la calle Caballeros en diciembre de 1987. Pero no comienzan a vivir en ella hasta seis meses después. “Estuvimos haciendo remodelaciones. Todos trabajamos como peones, electricistas…”. Desde entonces, llevan casi 30 años viviendo en grupo. En la actualidad se habla del término cohousing, o covivienda —residencias colaborativas pensadas para envejecer entre amigos—. Nada tiene que ver con el estilo de vida que llevan ellos, ya que en las coviviendas las personas habitan en departamentos aislados y comparten las zonas comunes. “Esto resulta ser una familia, la familia que tú eliges”, ensalza Nati. Y es que para ellos todo es común, incluso el sueldo. “La economía es única, todo va a la hucha de la familia”.

“La economía es única, todo va a la hucha de la familia”

En las plantas de arriba cada uno tiene su propio dormitorio donde poder aislarse y tener un momento de intimidad. La convivencia la realizan abajo, en el salón, la cocina, el comedor, el patio… Y desde el minuto uno tuvieron claro que debían organizarse para la comida y la limpieza. “Tenemos una previsión. Uno tiene que diseñar el menú de toda la semana y hacer la compra”, destaca Eva. “Esto es como un piso de estudiantes pero más limpio”, espeta Diego. Son conscientes de que han podido mantenerse así durante tantos años gracias a su filosofía, a su modo de ver la vida. “Tenemos una dosis muy grande de confianza entre nosotros. Y sobre todo, creemos que las cosas son posibles y afrontamos los problemas pensando que tienen solución”, explica Nati. Compromiso, positividad… “Al principio lo que nos unió fue una hipoteca”, incide. Luego, el apoyo mutuo para sacar adelante proyectos culturales en los que creían firmemente. En esta casa se gestó la creación de la librería La Luna Nueva y el grupo de títeres La Gotera de Lazotea. “No podríamos haberlo hecho sin la ayuda de nuestros hermanos. Creer que una cosa es factible y tener la aprobación del resto era fundamental para nosotros”, dice Juan Manuel. “La gente dudaba de todo, la gente nunca es positiva. En vez de apoyarte, te ataca y nosotros solemos fomentar que las cosas son posibles”, explica Nati, que abrió su librería en esta casa durante los dos primeros años de existencia. “Pones en juego tu estabilidad por una cosa en la que crees. Tienes el respaldo de tu familia y no solo en la parte económica”, enlaza Juan Manuel, que abandonó su puesto de profesor para ser titiritero. Diego, que por aquel entonces tenía 40 años, hizo lo mismo al prescindir de su puesto de capataz en una de las bodegas de la ciudad. "El individualismo limita tus posibilidades", apostilla Nati. 

"También es cierto que estábamos en una época en la que había mucha más vida en grupo que en pareja", expone Eva. Entre ellos se consideran "hermanos" y ocurre lo mismo con sus hijos, Irene, experta en Imagen y Sonido; Marcos, ingeniero informático; Pablo, estudiante de Publicidad y Relaciones Públicas; y Berta, estudiante de Cocina. “Teníamos muchas facilidades cuando ellos eran pequeños, porque se quedaban en casa con sus tíos y sus hermanos. No teníamos problemas”, añade. “En una familia nuclear todo está ya estructurado, pero nosotros hemos ido madurando la convivencia y sacándola adelante. No teníamos referencias anteriores”, resalta Juan Manuel, que también anima a que la gente se plantee vivir en grupo hoy. “Si alguien quiere apuntarse, que pregunte”, concluye.  

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Claudia González Romero

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