Entre Jerez y Guadalcacín, una asociación cultural formada por cinco familias crea un centro educativo libertario para que los niños ganen autonomía, disfruten de su infancia y no pierdan la curiosidad.

Pilares azules y, en la gran puerta de hierro, un cartel con letras doradas que reza: La Espiral. Un camino de tierra, coches al lado derecho y un jardín a la izquierda con mesas de madera, quioscos reciclados y una caravana a modo de taller. Un arenero con un árbol grande justo al lado. Luego una zona de losas, cubierta y adyacente a la pequeña casa. Ahí es donde vive Marina, una de las madres que forma la asamblea de esta escuela libre. A la derecha de la casa, un espacio diseñado para los más pequeños. Todo está a su altura. Es una zona de recreo al aire libre donde tienen una casa fabricada por las familias que sustentan el proyecto y un huerto donde ellos mismos plantan y se llenan de tierra para estar en contacto con la naturaleza. Justo al lado está el gallinero con patitos y gallinas.

En la zona infantil también hay un tobogán inmenso, creado una vez más, por los padres. En esa zona los niños son libres de hacer lo que quieran, siempre y cuando respeten algunas normas básicas de convivencia, como por ejemplo, que todo lo que utilicen lo vuelvan a poner donde estaba, o que si uno quiere jugar con el compañero deba pedirle permiso para así no invadir su espacio. Intentan tratar a los niños como adultos y que ellos mismos intenten pensar por sí solos, que se vayan relacionando socialmente con educación. Siempre está el "culo veo culo quiero". Aquí intentan que esa reacción se resuelva con respeto sin quitarle al compañero el objeto con el que está jugando.

Cerca del tobogán, anexionada a la casa principal, han edificado un aulario donde comen los niños —alimentos sin nada de azúcar— y donde hay un cuarto de baño casi en miniatura. Todo está pensado para su edad. Han creado un entorno perfecto para que ellos puedan desempeñar las tareas diarias con independencia. El suelo es de parqué. Está prohibido entrar con zapatos, así que todos tienen que descalzarse. Más allá del merendero y del cuarto de baño, hay un espacio reservado a los juegos. Las paredes están llenas de baldas, cada una a una altura, adaptada a las diferentes edades. Marina explica que este año un bebé va a estar por las mañanas con ellos, y que en el estante más bajo hay objetos que puede utilizar, ya que por ejemplo, no hay piezas pequeñas que pueda ingerir. Hay cubos con tapones de corcho, juegos de memoria… muchas formas y texturas distintas. Un espacio diseñado para niños desde 1 a 6 años. 
En un principio, el sueño de formar La Espiral nace tras unos encuentros lúdicos realizados en La Volandera, un espacio cultural situado en Mesas de Santa Rosa. "Antes estaba la Escuela Libre en Jerez, realmente no era una escuela y de allí empezamos a juntarnos en La Volandera. Unas 20 familias comenzamos a crear como una sala de juegos, pero muchas de ellas tenían a los hijos escolarizados. Solo iban por la tarde, desde allí nace la idea de La Espiral", explica Tito, uno de los padres que está dándole unas pinceladas a la caravana. Hace cuatro años que se creó la asociación, pero no comienzan con la escuela física hasta 2014. El primer curso lo realizan en febrero en la habitación de una de las familias. Luego, como indica Marina, encuentran la casa de campo donde están instalados ahora. "Poco a poco lo vamos arreglando. Esto antes no es lo que es ahora", añade. 

Cinco familias fundaron el proyecto de La Espiral, las de Susana, Conchi, Isabel, Consu y Tito, si bien otras se han ido sumando a la "escuelita", como la llaman ellos. Marina es de Barcelona, no es fundadora, pero es la propietaria de la casa donde está alojada La Espiral. Susana es alemana, tiene tres hijas y la pequeña, Carlota, es la que se divierte dándole patadas a un molde de plástico junto con sus compañeros; ella sí es fundadora. Tito es jerezano, también es miembro fundador y es uno de los manitas de la escuela. No obstante, para que los niños entren en La Espiral, las familias no tienen por qué estar involucradas. Eso sí, deben pagar una cuota. "No son altas. No queremos que sea un proyecto elitista en el que solamente entren familias pudientes. Por ello, si hay alguna familia que no puede correr con los gastos, se intercambia por trabajo, talleres… Se busca una solución", apunta Tito. 

Se denomina acompañantes: "No enseñamos, acompañamos procesos"

La llaman "escuelita" porque tampoco son una escuela en sí. Ellas no son profesoras. Se denominan "acompañantes". "No enseñamos, acompañamos procesos", explica Marina. En la zona de recreo está Mari Ángeles, una madre que observa sentada el comportamiento de los niños. Está alejada, no quiere invadir su espacio. Y si tiene que decirles algo, lo hace en un tono bajo, sosegado. En este centro la tranquilidad reina sobre el ruido y los nervios. Dentro, en el aula, está Carolina, una chica que estuvo con ellos en 2015 de prácticas y que este año se encuentra trabajando. Se trata de una persona joven que irradia paz. En general, el ambiente es sano, se respira armonía y serenidad. 
Una de las niñas se va hacia Carolina y le dice que quiere hacer una tienda de campaña con una tela multicolor circular que tienen. La acompañante le dice que si quiere hacerla, que pregunte a sus amigos si quieren ayudarla. La pequeña de cinco años se gira hacia sus compañeros y les anima a realizar la tienda. Todos dicen que sí al unísono. Ellos solos se las apañan, de eso se trata, que sean capaces por sí solos de superar los obstáculos. Crecer, resolver los problemas y trabajar en grupo. Sus amigos cogen pinzas de tender y sellan la tela a una silla. Lo están logrando. Uno de ellos ve que la tienda no está tensada. Falta algo. Es entonces cuando se le enciende la bombillita. Levanta una de las patas de la silla y amarra un cabo de la tela a la pata. Él solo. Nadie le dijo nada. Esa es una de las claves de La Espiral.

"Aprender con pasión, sin miedo, sin estrés. Que el niño no pierda la pasión de aprender"

Tampoco quieren que los niños sean cerebritos, sino que ganen autonomía, que no sean dependientes de las piernas de mamá y que no lloren por frustración ante un problema. “Que no pierdan la curiosidad. Los peques ya nacen con esa cualidad, lo que pasa es que si obstruimos ese camino, se pierde. Si le damos todo hecho, la pierden”, expresa Marina. ¿Cuál es el objetivo de esta escuela? “¿Objetivo? Definirlo todo en un mismo objetivo es difícil. La autonomía es uno de ellos, pero para mí lo más importante es que disfruten del tiempo que están viviendo ahora. Todos quieren volver a la escuelita. Es un espacio donde se les cuida, donde ellos pueden elegir y se relacionan con iguales. Hay un espacio preparado para que ellos puedan estar cómodos", responde, a lo que continúa: "Eso es lo más importante, luego ya se desarrolla la autonomía, la creatividad… son cualidades importantes para el desarrollo de las personas, pero realmente no es un objetivo. Parece que todos estos proyectos se crean como un objetivo de cara al futuro. Y no. Hay que pensar que ellos están en una etapa maravillosa”.

Susana también intenta resolver la pregunta: "Un objetivo principal podría ser fomentar y cultivar la felicidad. Aprender con pasión, sin miedo, sin estrés. Que el niño no pierda la pasión de aprender, la búsqueda de conocimientos...". Los niños llegan a las nueve y media de la mañana. No tienen porqué despedirse de sus padres, intentan eliminar —poco a poco— esa dependencia. Susana cuenta, emocionada, la ansiedad que sufría cuando dejaba a su pequeña en los jardines de infancia. "Me arrebataban a mi hija y ella rompía a llorar. No me gustaba separarme de mi pequeña de una manera tan fría". En La Espiral es todo más lento. Se toman su tiempo. No quieren forzar nada, que sea todo más ameno. Ellas mismas dicen que no solo aprenden los hijos, sino que a través de talleres y encuentros que hacen entre todos, los padres también se educan y van formándose como tales para que los hijos no adopten las malas costumbres. "Si yo me enfado ante un problema, mi hijo probablemente también reaccione así. Los padres también crecemos aquí", comparte Marina. 

En La Espiral está prohibido el azúcar, fumar y  los aparatos tecnológicos. En casa pueden coger los móviles que quieran, pero la "escuelita" es un espacio natural donde quieren que los niños desarrollen la motricidad, que se diviertan y que jueguen a ser lo que son, críos. "Los niños que están todo el día sentados en una mesa no quieren volver a casa y hacer tarea. Quieren correr, quieren esconderse o quieren estar solos", apunta Susana. Normalmente la gente conoce La Espiral mediante el boca a boca o a través de las redes sociales. Sin embargo también hacen jornadas de puertas abiertas una vez al año para que la gente se familiarice con el espacio y con los proyectos que tienen.

Mediante este texto no solamente se da a conocer La Espiral, sino la posibilidad de que los niños —hasta la enseñanza primaria que es obligatoria desde los 6 años— puedan crecer en un contexto diferente, evitando la connotación peyorativa del concepto diferente. 

Sobre el autor:

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Claudia González Romero

Periodista.

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