José Tomás, concentrado antes de hacer el paseíllo, en una imagen en Jerez.
José Tomás, concentrado antes de hacer el paseíllo, en una imagen en Jerez. JUAN CARLOS TORO

Una mujer, vendiendo almohadillas en la calle Circo. FOTO: JUAN CARLOS TORO

“¡Que esos culitos estén blanditos!”. Entre una marea de gente, en los alrededores de la plaza de toros algunos se ganan la vida como pueden. Unos vendiendo almohadillas, otros refrescos y agua. Está también el que vende chubasqueros de plástico viendo que el día pinta feo y los que intentan sacarse de encima en la reventa las entradas para la corrida del año en España aun teniendo a la policía a dos pasos. “A ti te la dejo a 80 euros”, ofrecen al que suscribe cuando pregunto por el precio, aunque la media, a poco menos de dos horas de comenzar la corrida es de entre 100 y 200 euros según el tendido, muy lejos de esos 1.000 euros que se vendían hace dos meses por internet, si bien a algún turista todavía intenten sacarle 500 por una. Rafael, que viene de Alcázar de San Juan junto a su sobrino, aunque éste desde Sevilla, no tuvo más remedio que pagar 300 euros en la red si quería hacerse con una entrada. “Al final aquí las están vendiendo más baratas, pero no podía arriesgarme a quedarme sin una”.“Yo me niego a comprar una en la reventa. Me da mucha rabia”, dice Patricia Borda, colombiana pero residente en Madrid desde hace 30 años, que viene acompañando a un amigo, Rafael Giraldo, también del país cafetero, gran aficionado a los toros y que sigue a José Tomás allá donde torea. Recuerda especialmente dos tardes, una para bien, la de Nimes en 2012, cuando indultó un toro, y otra para mal, cuando sufrió una grave cornada en Aguascalientes en 2010. Rafael, que llegó a Jerez en la noche del viernes procedente de su país, sigue sin entrada a 90 minutos de empezar el festejo. “Hay que saber esperar. Van a ir bajando conforme se acerque la hora”, afirma confiado el aficionado que considera a Tomás el mejor torero del momento. Su amiga Patricia no lo ve así. “Hay toreros que se juegan mucho más la vida que él, que sólo torea dos o tres tardes. Es todo márketing. Eso de no dejarse ver, de no torear en Madrid, de no ser televisado… Lo vi en México y pegó el petardazo. Fue un gran torero, ya no”.

lntegrantes de la manifestación antitaurina. FOTO: JUAN CARLOS TORO

Como Rafael y Patricia, se cuentan por centenares los aficionados que han venido del extranjero, como también los que lo han hecho de todas partes de España. Borja viene de Guadalajara, pero no la de México, sino la de Madrid. Le compraron la entrada unos amigos y se ha plantado en Jerez para ver al que considera “el mejor torero”. Mientras aguarda a que se abran las puertas del coso, señala que el de Galapagar es “muy distinto a todos. Lo que él quiere lo hace, lo que le pida el cuerpo”. A unos metros suya, unos 200 antitaurinos, controlados por la Policía Nacional, protestan ruidosamente por lo que consideran “tortura, no cultura”. Daniel García, portavoz del colectivo antitaurino de Jerez, se congratula de que a la protesta haya venido “gente de Valencia, de Córdoba, de Sevilla, de Málaga, Algeciras y La Línea” y señala que sus protestas no se limitarán a Jerez, sino a toda la geografía española. Agustín González, portavoz de Pacma en Málaga, espera que las corridas de toros “terminen de una vez. No queremos más explotación animal ni que esto sea considerado cultura. Se pueden crear santuarios para toros, pero crear una raza para torturarla no entra en razón”. Sobre los que defienden los puestos de trabajo que se genera, es claro. “La prostitución también es un trabajo, y no es ética”.“Si son tan animalistas que luego no se coman pollos asados o filetes de cerdo”, considera María Rosado, que junto a su hija aguarda para entrar en la plaza. “¿Qué se han creído? Que no nos insulten ni nos llamen asesinos”, critica esta aficionada a los toros “desde niña, desde que me traía mi padre a la plaza” y que destaca de José Tomás “su lentitud y su paciencia”. Frente a ellas, Juan Tello vende sus almohadillas como ya hicieron en su día su padre y su abuelo. “Yo creo que hay muchas cosas en las que pensar para ponerse a criticar esto”, afirma al tiempo que intenta vender un par a un aficionado. “Estamos en todas las ferias taurinas. Esto nos da por lo menos para comer”.

Conforme pasan los minutos y se acerca la hora de la corrida los alrededores del coso se van llenando cada vez más. En el restaurante Tendido 6 no se cabe desde hace ya un buen rato y buena parte de su clientela consume en la calle y ya inunda hasta la calzada. Por allí aparece Ana Rosa Quintana, que es reclamada para varias fotos con unas aficionadas suyas. Mientras tanto, en la puerta principal (en Jerez no se la denomina Puerta Grande) los reporteros gráficos van tomando posiciones ante la llegada del Rey emérito don Juan Carlos. La expectación es máxima y muchos curiosos no quieren dejar pasar la oportunidad de verlo de cerca, aunque algunos dudan de si el que viene es él o don Felipe, y otros incluso se enteran por la prensa. En esas aparece Joaquín Sabina, sombrero blanco, gafas de sol y pañuelo de seda al cuello, uno de los artistas que más ha defendido los toros y que siempre ha declarado su pasión por el toreo de José Tomás. El cantante cruza la marabunta como puede para intentar pasar desapercibido en la búsqueda de su puerta a la plaza mientras la Policía empieza a vallar el entorno de la puerta principal, formándose un tapón que le complica la vida al del carrito de bebidas y chucherías.

El periodista Jesús Quintero, haciéndose una foto con varias admiradoras, a las afueras de la plaza de toros de Jerez. FOTO: MAKY GASSIN

“Pues tal y como está el pobre lo van a tener que traer a hombros”. “¿No es más lógico que una persona esperara a las demás, y no al revés?” Entre la multitud se escucha de todo mientras se espera la llegada del monarca emérito. A media hora del festejo la Policía toma posiciones y se escucha una sirena. “¡Ya está aquí!”. Vivas al rey mientras hace el paseíllo, con bastón, desde su coche hasta la plaza, en compañía de su hija Elena, su nieta Victoria Federica y del ganadero Álvaro Domecq, con el que almorzaron en su finca. Tras entrar, se abre el cordón policial y el flujo de gente vuelve a ser constante. Por allí aparecen Carmen Martínez Bordiú, Nuria Roca, el pintor Miquel Barceló, el periodista deportivo José Ramón de la Morena, Carmen Lomana, un Jesús Quintero tan bohemio como siempre y que no pone pegas a que la gente se haga fotografías con él, el torero Saúl Jiménez Fortes, recordardo por su horripilante cornada del pasado año, el cantante inglés Bob Geldof o el escritor italiano Matteo Nucci, buena muestra de la locura y las pasiones que despierta José Tomás el día de su reaparición en España.

Don Juan Carlos, con su hija, la infanta Elena, en el tendido. FOTO: JUAN CARLOS TORO

Dan las siete. La corrida va a comenzar. Suenan los clarines. Los reventas intentan sacar como pueden sus últimas entradas. Algunos todavía esperarán al segundo toro, el de José Tomás, para comprarla. A Rafael, el colombiano, ya lo hemos perdido de vista. Su amiga Patricia sigue fuera, sentada sobre un macetero y no tiene pinta de que tenga mucho interés por entrar. La concentración antitaurina está a punto de culminar y se lee un comunicado en el que los participantes defienden su postura. Dentro, resuenan los aplausos y los primeros compases de pasodobles.

José Tomás acabaría saliendo a hombros por la puerta grande junto al resto de sus compañeros de terna, Juan José Padilla y José María Manzanares. El de Galapagar le cortaría las dos orejas y el rabo a su primero y otra oreja a su segundo.

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Jorge Miró

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