Las investigaciones son obra del ser humano. Las hay que salen bien y las hay que salen mal. En un estado de derecho, hay dos objetivos: primero, esclarecer la verdad, y en segundo lugar, que esa verdad pueda convertirse en verdad judicial, que pueda sostenerse por fondo y forma en un juzgado de forma sólida.
Por eso, un asunto tan delicado como son unas agresiones a menores requieren de la mejor diligencia y competencia para abordarlo. De no haber sido así, el resultado de corto y largo plazo puede variar enormemente. En el corto, por el momento, hay una persona que fue detenida; en el largo, habrá que esclarecerse y dirimirse ante un juez legalmente qué ocurrió.
El relato de los hechos a continuación se realiza en base al testimonio de fuentes absolutamente conocedoras de la investigación. Según ha podido saber lavozdelsur.es, fue en el propio centro y no en base a ningún aviso de familiares cuando la pasada semana, a comienzos, se empieza a tener sospecha sobre actitudes de una de las docentes, según el testimonio de una persona que habría presenciado una actitud que no se le esperaba y que no era la que se conocía a una persona que ya llevaba tiempo trabajando en este centro de infantil.
Así, desde la dirección, al escuchar este relato de otra docente, se contrata un equipo de detectives que inmediatamente inicia, en base a lo que marcan todos los procedimientos, una investigación. Se decide que la mejor decisión es poner cámaras. Están legalmente habilitados, lógicamente. Se emplean 72 horas para lograr un conocimiento amplio de los vídeos. Desde el mismo martes hasta que se visualizan los contenidos, todo va muy rápido y se precipita el viernes por la mañana.
En esas horas, la mujer es despedida -hay que insistir, aún no dirimidas en los juzgados, por lo que se mantiene intacta su presunción de inocencia-, la Policía Nacional entra en escena, la mujer acabaría siendo detenida... Es la Policía Nacional la que muestra a las familias los vídeos, que se incluyen ya en las pesquisas.
Unas grabaciones que muestran lo que ya se ha dicho: pellizcos, tirón de pelos o una forma violenta de sentar a uno de los pequeños, que son, a esas edades, extremadamente indefensos.
En todo esto, la dirección del centro ha actuado de forma rápida, pero a pesar de ello, lógicamente el asunto ha generado una fuerte sensación de tristeza en la comunidad educativa. Ese trabajo realizado para actuar con acierto no ha impedido que los propios padres aún estén al pasar por la zona echando un vistazo desde fuera, vigilando, como pudo comprobar esta semana lavozdelsur.es. Una situación muy desagradable. Y que es difícil de entender.




