Rosario no puede contener la rabia cuando habla del hombre que violó a su hija. "Vivo una impotencia tremenda", repite con voz quebrada. Su caso ha saltado de nuevo a la actualidad después de que el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) absolviera al agresor, su propio cuñado, por un tecnicismo legal: no se pudo demostrar si la víctima había cumplido ya los 13 años cuando ocurrieron los hechos en 2006.
La familia lleva años lidiando con las consecuencias del trauma. Eva (nombre ficticio), la hija de Rosario, ahora vive en otra provincia andaluza, alejada de Jerez, donde reside el resto de la familia. Sufre trastorno de estrés postraumático crónico y secuelas psicológicas que incluyen ansiedad, alteraciones del sueño y episodios de hostilidad. "Mi hija está hecha polvo", lamenta su madre.
El origen de este calvario se remonta a 2006, cuando Eva, entonces una niña de 12 años, fue violada por su tío —marido de una hermana de Rosario— durante una visita a su cortijo en un pueblo de Cádiz. Según consta en la sentencia, el hombre, que entonces tenía 44 años, aprovechó que la menor dormía en un sofá para agredirla. "Durante el acto se hallaba paralizada, no pidió ayuda ni gritó", describe el texto judicial.
Rosario relata con crudeza cómo el trauma ha marcado la vida de su hija: "Mi niña era tan rebelde... se llegó a tomar pastillas, la tuve que llevar al hospital". La denuncia no llegó hasta 2022, dieciséis años después de los hechos, cuando Lucía rompió su silencio durante una comida familiar.
Un ambiente de terror continuo
La madre describe un ambiente de terror continuo. "No hay una vez que yo saliera a la puerta que no estuviera (el agresor) escondido detrás de un árbol o metido en el coche", denuncia. La situación llegó a tal extremo que la familia modificó completamente sus rutinas: "Yo no puedo ir ni a una fiesta aquí en el barrio... hasta mi nieta me pide que la lleve a ver a su amiguita del cole y no puedo".
El fallo judicial que ha absuelto al agresor se basa en que en 2006 solo se consideraba delito los abusos a menores de 13 años, y ha pesado el testimonio de una hija del acusado, que cambió su versión inicial para decir que su prima tenía 14 en el momento de la agresión. “Mintió sobre la edad”, lamenta Rosario.
Un segundo caso de abuso
El caso se complica aún más porque otra hija de Rosario, Begoña (nombre ficticio), también habría sufrido abusos por parte del mismo hombre, siempre según la versión de Rosario. "Mamá, es que a mí también me ha pasado", le confesó llorando años después. Sin embargo, la joven se niega ahora a seguir con el proceso: "¿Para qué voy a hablar? Mira lo que han hecho con mi hermana".
“Mi hija publicó en redes algo que nos hizo sospechar. Ahí fue cuando le preguntamos qué le ocurría y confesó que ese mismo hombre le había tocado las piernas. Solo tenía 10 años en ese momento". Con voz firme, añade: "Presenté denuncia, pero hace poco supe que la archivaron. Pero no nos rendiremos: seguiremos peleando por justicia". La familia, a pesar de los reveses legales, mantiene su determinación para exponer los abusos y proteger a otras posibles víctimas.
Rosario resume así su lucha: "Esto te condiciona la vida... tienes que estar siempre haciendo planes totalmente condicionada". Su testimonio refleja el dolor de una familia destrozada y la frustración ante un sistema judicial que, en su caso, ha primado un tecnicismo legal sobre la protección a las víctimas.
