La historia de la bordadora jerezana Francisca Vega Roca, pionera dirigente socialista y represaliada por el franquismo

Nació en el barrio de San Miguel en el año 1878 y se convirtió en una reconocida bordadora especializada en banderas de las distintas sociedades obreras, grupos femeninos y agrupaciones socialistas

10 de mayo de 2025 a las 20:33h
Francisca Vega Roca, a la izquierda.
Francisca Vega Roca, a la izquierda.

Nacida en 1878 en el barrio de San Miguel de Jerez de la Frontera en el seno de una familia trabajadora, criada de niña por sus abuelos maternos en el Corral de San Antón e internada a la muerte de éstos en la Casa de Huérfanas «Las Incurables» de la calle Vicario regentada por las Hijas de la Caridad, con 21 años emigrará a Madrid siendo madre soltera, y allí sobrevivirá con lo único que había aprendido de las monjas: lavar, planchar y coser, y sobre todo, bordar, trabajo en el que consiguió un reconocido virtuosismo, especializándose en banderas de las distintas sociedades obreras, grupos femeninos y agrupaciones socialistas, tanto de Madrid como de muchas provincias. 

Perteneció a la Agrupación Femenina Socialista de Madrid desde mayo de 1910, pero antes había ingresado en el Partido Socialista al calor de las primeras movilizaciones que se produjeron en julio de 1909 contra el decreto de movilización del Gobierno del conservador Antonio Maura, con el que dio comienzo la Guerra de Melilla. Según sus declaraciones, participó junto a su hija de ocho años en las protestas que tuvieron lugar en la madrugada del 21 de julio durante el embarque de las tropas de reserva, la mayoría obreros e hijos de obreros, de los Regimientos de Madrid en la Estación del Mediodía (Atocha) con destino a Málaga y de allí a Melilla. Durante casi dos horas una multitud formada mayoritariamente por mujeres (madres, esposas, novias y hermanas) ocuparon los andenes y bloquearon la salida de los trenes, soportando violentas cargas de la policía, produciéndose decenas de heridos y detenidos, entre ellos muchas mujeres. Dos secciones de un batallón fue obligado a bajar del tren por los oficiales y cargar con los cuchillos de sus máuser a los manifestantes. Hasta las tres de la madrugada no pudo partir el tren entre dos filas de guardias civiles. Ese fue su «bautismo represivo» que le abrió los ojos a la conciencia política y que la hizo convertirse en una decidida luchadora contra el militarismo, el capitalismo y el clericalismo toda su vida.

Después de Virginia González Polo (Valladolid, 1873- Madrid, 1923), obrera guarnecedora de calzado, indiscutible dirigente de las mujeres socialistas desde que fundara la primera Agrupación Femenina Socialista en Bilbao en 1904, hay que situar a la jerezana Francisca Vega Roca en el grupo de las pioneras mujeres socialistas, que no solo ejerció de Secretaria y Contadora en los primeros años de la Agrupación Femenina Socialista de Madrid (1906-1927), sino que se convirtió en una propagandista incansable e inigualable siendo requerida por numerosas Sociedades obreras para que hablara a las mujeres con su lenguaje sencillo y emotivo, «irónico» y con el «gracejo» propio de su popular acento andaluz, pero de profunda convicción en la causa del socialismo y en el triunfo del proletariado como forma de acabar con la doble explotación de las mujeres.

Exiliada durante la dictadura de Primo de Rivera

Francisca se había exiliado durante la dictadura de Primo de Rivera y cuando regresó a Madrid en 1932, tras la proclamación de la Segunda República, ya tenía 54 años, casi una anciana en aquella época, y su figura ha quedado oculta para la Historia, una Historia deslumbrada por mujeres más jóvenes y más intelectuales, profesoras y escritoras como Margarita Nelken, Matilde de la Torre, Matilde Cantos y María Lejárraga (que provenía del republicanismo) o las bordadoras Claudina y Luz García Pérez, que lideraron la Agrupación Femenina tras la escisión de las mujeres comunistas en abril de 1921.  

También es verdad que, después de sufrir la represión franquista, que la condenó a 30 años de prisión por el delito de «Adhesión a la Rebelión Militar», aunque indultada en 1949 por motivos de enfermedad (tenía entonces 71 años), quedó sola en la vida sin que nadie pudiera contar su historia. Su única hija, Fernanda, había fallecido en 1918 cuando estaba a punto de terminar la carrera de Farmacia (hubiera causado estupor: ¡la hija de una obrera convertida en farmacéutica!, cuando la inmensa mayoría eran hijas de boticarios que seguían la tradición familiar y heredaban sus negocios), y su ahijado Eusebio Minguela, albañil de profesión, que había vivido con ella durante la República y la guerra, fue sentenciado en su mismo Consejo de Guerra a la pena de muerte, que fue ejecutada en las tapias del Cementerio de la Almudena el 27 de abril de 1943. 

Francisca Vega fue bordadora toda su vida, perteneciendo al Sindicato de la Aguja primero y al Grupo Sindical socialista del Vestido, Tocado y Similares después, pero su fama y su labor como bordadora de banderas, «primorosas obras de arte», se incrementó cuando el 3 de diciembre de 1916 comenzó a publicitarse en El Socialista como «la compañera Paca Vega» que se ofrecía «para la confección y bordado de banderas para Colectividades Socialistas y Obreras a precios sumamente módicos». Este anuncio apareció semanalmente o quincenalmente en la prensa socialista hasta el 26 de marzo de 1939, dos días antes de la entrada de las tropas franquistas en Madrid.  Francisca bordó las banderas de la Agrupación Femenina Socialista de Madrid y de la Juventud Socialista de Madrid, pero además otras de numerosas sociedades obreras tanto de Madrid como de ciudades como Puertollano (Ciudad Real), Ferrol, Toledo, etc., y aún durante la guerra bordó decenas de banderines y banderas para batallones de milicias antifascistas y Brigadas Mixtas del Ejército republicano.  Si las demás bordadoras se limitaban a bordar los diseños que otras personas creaban, Francisca se distinguió porque ella misma dibujaba los bocetos de las figuras artísticas que ideaba para el centro de las distintas banderas (una locomotora si era para la Sociedad de Ferroviarios, etc.). Baste un ejemplo: el 25 de abril de 1914 se inauguraba la bandera de la Sociedad obrera «La Vigilancia Subterránea», que se celebró en el Círculo Socialista del Sur de Madrid, bandera que había sido confeccionada y bordada por la «compañera Francisca Vega, que tantas veces ha demostrado su maestría y exquisito gusto en esta clase de labores»; el «primoroso bordado de la escena del trabajo de los obreros del subsuelo» que había bordado lo describía así la prensa socialista: «En una acera uno de los obreros pisa una escala por la que otro desciende a una alcantarilla. Los efectos de luz de los faroles iluminando las paredes del pozo, las figuras, los grises de la piedra, el sombreado y la delineación están perfectamente hechos, evidenciándose una vez más la maestría a que ha llegado la compañera Vega en el difícil arte del bordado».

Muy aplaudida por su capacidad oratoria

Francisca nunca escribió ni un solo artículo en la prensa socialista y obrera como otras compañeras suyas (Virginia González, Otilia Solera o Ana Posadas, sobre todo), pero su capacidad oratoria fue muy aplaudida y elogiada, destacando su enorme facilidad para hablar en público «y con una soltura que sorprendía», convirtiéndose en una incansable propagandista en Madrid y en otros muchas localidades de provincias como Toledo, León, Orense, Oviedo, Ciudad Real, Jaén, Sevilla o Cádiz.  

Además de sus intervenciones en mítines, Francisca Vega va a pronunciar en varias localidades durante más de veinte años una conferencia titulada «La emancipación de la mujer debe ser obra de la mujer misma», constituyendo así su verdadero legado feminista.  

Su enorme popularidad en algunos de esos lugares la convirtieron en delegada al Congreso de la Unión General de Trabajadores del 30 de septiembre de 1918 representando a los jornaleros de Alcázar de San Juan (Ciudad Real) junto a Marcial Baquero (única mujer delegada junto a Josefa Hurtado, presidenta de la Sociedad de lavanderas y planchadoras, pues Virginia González participó pero como vocal del Comité nacional de la UGT) y ese mismo año al Congreso del Partido Socialista el 23 de noviembre de 1918 representando a la Agrupación Socialista de Toledo (junto a Domingo Alonso y Victoriano Tío) y a la de Carpio de Tajo (ella sola). Por último, el 27 de junio de 1920 intervino de nuevo en el Congreso de la UGT como delegada de la Sociedad de Oficios Varios de El Escorial (ella sola) y de la Sociedad de Oficios Varios de Malagón (Ciudad Real) (junto a Manuel Serrano). En estos años anteriores a la Dictadura de Primo de Rivera, además de Virginia González, Francisca Vega fue la mujer que más veces participó en Congresos de la UGT o del PSOE, sin que haya sido destacada por ello.

La siguiente imagen como oradora es muy sugestiva: en Mérida (Badajoz), con ocasión del 1º de Mayo de 1917, se celebró una manifestación en la que participaron más de 5.000 personas. Al llegar al paraje conocido como «La Antigua», en los alrededores de la iglesia-ermita del mismo nombre, varios compañeros de la Sociedad de Oficios Varios La Productora detuvieron un carro cargado de trigo y con él improvisaron una tribuna desde la cual le pidieron a la compañera Francisca Vega, de la Agrupación Femenina madrileña, que dirigiera unas palabras a los asistentes. Siguió la manifestación y al llegar a la Casa del Pueblo, desde uno de los balcones, Francisca Vega volvió a tomar la palabra para dar un discurso sobre el significado del 1º de mayo para el movimiento obrero internacional.

Como mujer socialista, antimilitarista e internacionalista desde el principio de su militancia, Francisca Vega fue una entusiasta admiradora de Rosa Luxemburgo y de Clara Zetkin, pero sobre todo de Rosa, desde que en 1914 ambas se posicionaran en contra de la Primera Guerra Mundial frente a sus compañeros los socialdemócratas alemanes que habían apoyado la aprobación de los empréstitos de guerra en el Reichstag.  Por eso, junto a Karl Liebknecht y Franz Mehring, crearon el grupo «Internacional» en agosto de 1914 y poco después el grupo «Espartaco». Francisca fue de las mujeres socialistas madrileñas más consecuentes que propusieron enviar cartas de protestas cuando encarcelaron a Rosa Luxemburgo en febrero de 1915, cartas y telegramas de continuo apoyo mientras estuvo presa en Berlín, Wronke y Breslau, y por el retraso en su liberación cuando en noviembre de 1918 ya había terminado la Gran Guerra y estaban en libertad sus camaradas Karl Liebknecht y otros espartaquistas.  Cuando Rosa fue asesinada el 15 de enero de 1919, Francisca Vega fue una de las impulsoras de que se celebraran mítines y actos de protesta, y muchos meses después, en sus mitines obreros, siempre llamaba a las mujeres a que rindieran un sentido homenaje a «la mártir del socialismo internacional, Rosa Luxemburgo».

Francisca Vega Roca falleció en Madrid el 27 de marzo de 1967 cuando estaba residiendo en el Asilo de Ancianos de Carabanchel Bajo llamado «Vista Alegre»; tenía 88 años de edad. Al final de su vida, en su modestia, no quería que se escribiera sobre su persona y solo pedía para ella «un poco de cariño» después de tantos años de «sufrimientos, de tenacidad, de entusiasmo»; un poco de cariño para los que, como ella, «con tanto desinterés peleamos por el bien de los pobres contra los privilegios de los tiranos».  Dejó escrita pocos meses antes de morir, en una carta a su primer maestro Andrés Saborit, exiliado en Bruselas, unas frases que bien podían ser su epitafio: «Nunca he claudicado ni arriado la bandera. He sido, soy y seré socialista hasta que me muera».  

NOTA: Las personas interesadas tienen la oportunidad de acceder en este enlace a la biografía de Francisca Vega Roca, escrita por Manuel Almisas Albéndiz en formato «pdf» (tamaño 24x16, 290 páginas, Garamond tipo 12).

Sobre el autor

Manuel Almisas.

Manuel Almisas Albéndiz

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