Sin reserva no hay paraíso

Las citas previas para almorzar en las casetas se imponen en una atestada Feria del Caballo que vive su primera jornada de paseo de enganches y caballistas bajo un sol de justicia

La Crónica de Feria del Caballo | Sin reserva no hay paraíso. Los primeros enganches y caballistas en el paseo de la Feria del Caballo 2022 coincidieron con un sol de justicia en el albero.

Al otro lado del móvil lo más repetido es: “Qué va, no hay mesa, estamos completos”. “¿Para hoy a mediodía? No hay nada. Imposible”… Tras mucho insistir un casetero conocido se apiada de ti y te dice: “Déjame que monte el salón y a ver si te puedo hacer un hueco”. Y finalmente, al cabo de una hora de tensa espera, te avisa de que sí te hace el hueco. Sin duda, es una gran novedad. Nadie recordaba esta Feria del Caballo de cita previa y horarios programados. Todo, según parece, ha cambiado.

Este primer día oficial de Feria del Caballo se ha colgado el cartel de ‘completo’. Un lleno rotundo y redondo. Mucho turista extranjero, mucho visitante de fuera, mucha gente de otros puntos de la provincia. Mucha gente. Pero sin reserva no hay paraíso y lo que hay ahí afuera es un calor infernal. Sin caseta, el exterior es una olla hirviendo en el que los primeros caballistas y enganches han hecho acto de presencia con quitasoles y mucho líquido para evitar deshidrataciones.

Mucho hielo, este pasado domingo en la Feria del Caballo.  MANU GARCÍA

Bajo un calor tórrido —es entrar en el real del González Hontoria y que la temperatura, ya de por sí hot, suba varios grados más—, solo algunas sombras de los árboles devuelven una ligera brisa contra el sofoco. Primeras lipotimias y amagos de desvanecimiento en paralelo al compás de salmorejos, gazpachos, cerveza y rebujito. Insoportable bailar más de dos sevillanas seguidas sin dejar caer un cubito de hielo por frente, espalda y cuello.

La media botella ha subido más que la gasolina, pero a pocos parece importar ante un jornada en la que el sudor derrite el glamour sin un hueco libre. Las casetas de moda, las que ofrecen flamenco y actuaciones en vivo, están atestadas desde primer hora de la tarde, justo cuando momentos después el escuadrón a caballo de la Policía comienza a despejar los paseos de caballistas.

El abanico como aliado.  MANU GARCÍA
Retoques.  MANU GARCÍA
Turistas a pleno sol.  MANU GARCÍA

Hay hosteleros que ya llegan cansados desde el primer día. "Me he venido de la Feria de Abril a las siete de la mañana y aquí sigo (en la de Jerez)", cuenta una joven camarera a la que el Estatuto de los Trabajadores le suena a cuento chino. Ya han empezado las primeras coaliciones de espontáneos que ofrecen recitales en vivo. Hay políticos dándose con arte su pataíta por bulerías y hasta jam session flamenca en algunas casetas donde el pellizco se cobra barato. Hay quien baila sevillanas poco inspirado, muy lacio, pero sin desfallecer en el intento, y hay quienes van a por la tercera sin torcer el gesto, en un ejercicio de pura concentración para desafiar a la gravedad.

A estas horas, el triple salto mortal es cambiar a la copa larga. El otro extremo es el de aquel que todavía ni se ha atrevido a dar dos pasos por el albero. La Feria: en pequeños sorbos, o de un trago desde el minuto menos uno. Son tantas las ganas que a veces no hay ni opción para elegir. Como ese primer domingo abarrotado y tostado por un calor de agosto, ese domingo en el que no tenías ganas de moverte de casa, ese domingo en el que te lías buscando reserva a la desesperada para comer, y acabas regresando con dolores articulares hasta en las pestañas tras una peonada de nueve horas. Ese domingo.

No te pierdas la galería gráfica del primer domingo de Feria del Caballo

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