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Apenas 300 personas salen a la calle en la manifestación que reivindicaba "un trabajo digno". "La culpa de lo que nos pasa la tenemos los trabajadores. Los derechos se consiguen luchando, y si no luchamos tenemos lo que nos merecemos", lamenta uno de los manifestantes.

A las 11 y cuarto de la mañana, las pistas deportivas de Icovesa, a la espalda del polideportivo Ruiz-Mateos, están llenas de jóvenes. A doscientos metros, en la plaza de Los Naranjos, unas trescientas personas, siendo generosos, se preparan para arrancar la manifestación del Primero de Mayo. Allí se ven las mismas caras de siempre, y encima más canas que otra cosa. ¿Dónde está Jerez? ¿Dónde están esos más de 30.000 parados? ¿Dónde está esa juventud que no encuentra trabajo? ¿Realmente están todos jugando al fútbol?

Manuel Valenzuela, 53 años, y Francisco Javier Benítez, de 59, discuten precisamente sobre esto a la sombra de un bloque. El primero lleva pegado en el pecho una pegatina con el lema de la manifestación y porta una bandera de la CGT. El segundo carga con una bandera republicana, “la auténtica y la que votó el pueblo", menciona.

“Aquí tendría que estar Jerez entero y la zona rural. Hoy tendría que ser un día festivo para la clase trabajadora y debería paralizarse el mundo entero para reivindicar todo lo que se ha hecho bien por todos nosotros, pero parece que esos valores se están perdiendo, cuando realmente se debería luchar para que el de hoy no fuera un día de olvido, sino de reivindicación”, afirma Manuel, mecánico en una cooperativa, que añade que “la gente está manipulada. Después de tantos años de democracia, los partidos políticos, en lugar de crear conciencia de clase, lo que han hecho es aborregar a la gente y ser perros guardianes del sistema capitalista”.

Su compañero es igual o más duro que él. Transportista autónomo, considera que “tenemos lo que nos merecemos. La culpa de lo que nos pasa la tenemos los trabajadores. Los derechos se consiguen luchando, y si no luchamos tenemos lo que nos merecemos, ni más ni menos. La culpa de lo que nos pasa es nuestra, no de nadie más, y si te ponen el pie en el pescuezo, tienes que intentar sacar la cabeza con dignidad”.

En el bar de enfrente de la plaza de Los Naranjos, los parroquianos ya se están bebiendo la primera caña del día mientras miran cómo arranca la manifestación. “Nos nos mires, únete”, grita alguno, sin mucha convicción viendo el panorama. En las aceras y en los balcones, otros tantos observan la marcha como si de una procesión se tratase.

En la cola, Mercedes, chilena de nacimiento pero española de adopción desde hace 33 años, lamenta el poco poder de convocatoria. “No sé por qué no vienen, debería venir más gente. Me parece tristísimo que habiendo tanto paro en Jerez y tanta pobreza la gente no proteste. Creo que nos han adormecido el espíritu, la cabeza y las ganas como ciudadanos. No somos ciudadanos activos, sino pasivos, preferimos que nos den las cosas hechas, y eso es tristísimo”.

Con una hija trabajando en Barcelona y un hijo buscando trabajo en Mallorca en la hostelería, esta  trabajadora social ya jubilada lleva un cartel en el que se lee “Jerez ciudad del flamenco. Junto a ella, varios portan otros con las leyendas “Jerez ciudad del vino”, “Jerez ciudad del motor” y “Jerez ciudad del paro”.

“La culpa es de los políticos y de los ciudadanos, de los que lo provocan y de los que lo aceptan. Tanto vino, tanto caballo, tanto flamenco… Jerez es la ciudad de todo menos del trabajo, y no digo que esté mal lo demás, porque yo me vine aquí por el flamenco, pero primero que haya trabajo, y luego ya vendrá el flamenco”, concluye.

La manifestación encara la calle Lealas. A pesar del calor, el ambiente es frío. Casi no se oyen proclamas. En las calles el ambiente también es bastante desangelado hasta que pasamos por delante de los bares, donde las terrazas sí que presentan un buen aspecto. Algunos guiris toman fotos. Otro se da cuenta de qué va la manifestación y levanta el puño.

Hablamos ahora con Violeta Sánchez, 25 años, miembro del consejo ciudadano de Podemos, a la que le pedimos que no hable en nombre del partido, sino dando su propia opinión como joven, acerca de la apatía ciudadana y en concreto de la juventud, que quizás, debido a su especial situación de paro y precariedad, debería respaldar aún más este tipo de manifestaciones.

“Sinceramente no lo entiendo. No entiendo que la gente no tenga trabajo, que las perspectivas en Jerez sean estar en paro, tener un trabajo precario o emigrar y que sea el 1 de mayo y que aquí haya tan pocos jóvenes.” Violeta cree que esto se debe a que los jóvenes “han vivido una situación de mucha comodidad y no tienen implicación política”. No hay ninguna iniciativa para que los jóvenes nos impliquemos, no hay nada que genere esa conciencia social y sobre todo política, y así nos va”. 

Pero, ¿a qué se debe esto? “Está claro que lo que nos llega a través de los medios nos influye mucho en la forma en la que nos involucramos en la vida social de los demás, pero tampoco podemos decir que la culpa es de los demás, de los medios o de los políticos, y que nuestro papel sea totalmente pasivo y nos lo den todo hecho. Tenemos que ser nosotros los que tenemos que tomar el papel protagonista. Hasta que no llegue ese momento de esa conciencia social, a las manifestaciones van a seguir yendo cuatro gatos y los políticos van a seguir pasando de nosotros, pisando nuestros derechos y libertades. Y parece que la ciudadanía cada vez da un paso atrás, dejando que nos pisen cada vez más.”

Al llegar a la Alameda Cristina, la manifestación parece desesperezarse un poco. Un par de miembros de la plataforma de parados ‘inaugura’ varias estrellas del “paseo de la corrupción”. Pelayo, La Gürtel, Urdangarín o Pacheco son algunos de los agraciados con una estrella.

La manifestación sigue su marcha, calle Larga arriba. Las terrazas, a modo de palcos de la Carrera Oficial, siguen llenas de comensales, que ven todo como meros espectadores. A la una menos cinco llega la manifestación a la Alameda Vieja. El punto y final se da tras la lectura de varios comunicados. Para entonces, la mayoría ni siquiera presta atención. 

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Jorge Miró

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