Un chico de 15 años que no sabe leer. O una joven de 17 que es incapaz de realizar una suma. Es lo que se encontró Eva Díaz en el Lar Siloé —el orfanato que gestiona la organización jerezana que trata a personas con sida— en Beira (Mozambique), donde viven 98 niños huérfanos que, con la ayuda de voluntarios aprenden a comportarse y a mejorar su educación. “Estando allí vas descubriendo necesidades”, cuenta Eva Díaz, una de las cooperantes que, este año, ha viajado hasta el país africano para prestar apoyo en el lar —hogar en portugués—. Los menores que albergan las instalaciones van al colegio todos los días, aunque eso no significa que reciban los conocimientos que necesitan. Ni mucho menos. “La gran mayoría copia de la pizarra y no sabe ni lo que significa”, relata Eva, que en su segunda visita a Beira, donde tenía previsto impartir un programa para enseñar inglés, tuvo que cambiar de planes y empezar por lo básico: que supieran leer. Por eso comenzaron por un programa de lectura. “Con letras móviles empezamos a leer sílabas”, apunta.
Las jornadas en el Lar Siloé son eternas. A las cinco y cuarto de la mañana ya están en pie para desayunar y prepararse para la primera clase, que comienza a las siete. Hasta las cinco de la tarde. Pero a las seis ya hay actividades de los grupos de comportamiento, que duran hasta pasadas las ocho y media. “Los niños necesitan una atención constante”, señala Eva Díaz, que en Jerez regenta la academia Best English de la zona de Hipercor, quien añade que “están todo el día agarrándote y besándote, porque son muy agradecidos”. El personal del orfanato reconoce que durante las cinco semanas que los cooperantes de la provincia están trabajando allí el lugar “es otro”.
“Cambia la actitud y la forma de ser de los jóvenes”, cuenta Eva, que aún de vuelta en España sigue haciendo un seguimiento mensual de las actividades que se desarrollan en el Lar y habla todos los domingos con algunos de sus alumnos de mayor edad —de entre 16 y 18 años—. Ellos son los que la ayudan a inculcar sus enseñanzas a los más pequeños. “En las clases nombramos a un líder, que se ocupa de un grupo de niños”, dice Eva, que transmite a través de ellos los conocimientos que quiere infundir a los huérfanos. “A ellos les hacen más caso”, reseña.
La actividad es frenética durante las semanas que están en terreno mozambiqueño los voluntarios de Siloé. Además de Eva, Antonio Barrones —impulsor de la asociación—, María Barrones, José Luis Reina, Antonio Cornejo e Isabel Gómez han participado este año en los programas de cooperación al desarrollo que lleva a cabo la organización jerezana en una de las zonas más desfavorecidas del mundo. En las fotos y los vídeos que muestra Eva durante la charla con lavozdelsur.es se puede ver a los niños divirtiéndose durante sus clases, en las que aprenden y olvidan por un momento sus problemas, que aunque no sean ni siquiera mayores de edad, son muchos.
Además de inglés, también imparten talleres de educación para salud, de valores o de higiene alimentaria. Y también de costura —llamado Costurar, cantar e viver—, impartido por la joven María Barrones, consistente en la creación de una empresa textil para mujeres, con el objetivo de que rompieran moldes y se abrieran paso en un sector monopolizado por los hombres. Una labor
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