Elena Alejos participa en un programa del Gobierno chino junto a medio centenar de enólogos de todo el mundo elegidos para impulsar sus caldos.

En la región china de Ningxia, en pleno desierto de Gobi, se elaboran vinos, la mayoría a partir de uvas cabernet sauvignon, aunque el proceso para llegar de la viña a la botella no es nada fácil. Las temperaturas extremas que soporta esta zona, hasta 20 grados bajo cero en invierno, hace que crear vinos sea muy complicado. Hasta el punto de que la viña se llega a enterrar durante unos meses para que no sufra desperfectos. “Es un reto muy grande trabajar en estas condiciones”, dice Elena Alejos, una enóloga de origen aragonés, nacida en Granada y que reside en Jerez desde hace más de 25 años, encargada de supervisar la elaboración de vinos en una de las bodegas de la zona. Tras ser admitida en un programa del Gobierno chino (Ningxia Winemakers Challengue), de dos años de duración, viaja tres veces al año al país asiático para controlar el proceso.

Allí, cuenta, el ciclo activo de la vid es más corto, aunque la fermentación y las técnicas de elaboración son muy parecidas a las empleadas en otras partes del mundo. ¿Pero llegarán estos vinos a hacerle sombra a los caldos españoles? En superficie de viñedo, calcula Elena, China superará a España más pronto que tarde, “pero en calidad no”. “Si dejan de copiar –se inspiran mucho en los vinos franceses– puede haber algo interesante”, sostiene Elena, que es una del medio centenar de enólogos de 18 países diferentes que participa en el programa promovido por el Gobierno chino, que está concediendo ayudas para plantar viñedos y abrir bodegas. “Van en serio”, dice Alejos, que cuenta que también han aprobado la creación de “una especie de Consejo Regulador”.

En superficie de viñedo, calcula Elena, China superará a España más pronto que tarde, “pero en calidad no”. Eso sí, asegura que "van en serio"

Elena explica que allí el vino sale de la barrica sin climatizar, bajo cero. Cuando atiende a lavozdelsur.es está a punto de realizar su segunda visita a la bodega que le ha tocado. La primera fue en septiembre para la vendimia, ahora, por fin, le toca catar los vinos. La forma de trabajar, lógicamente, “es diferente”, y la primera barrera es el idioma. Ella habla inglés, aunque tiene un traductor de chino que traslada sus órdenes a los operarios, que se comunican en un dialecto de la zona.

La comida de la zona donde vive, cuenta Elena, “marida bien” con los vinos que elaboran. En Ningxia los platos son picantes. Se come cordero –es una región musulmana–, pollo, pescado, verduras salteadas y, sobre todo, “toneladas de guindilla”. En China, relata, “hay una cultura grande de vino”, sobre todo entre las clases medias y altas, ya que el precio de una botella es más elevado que en España. “Por menos de 30 euros no hay nada”, insiste Elena, que cuenta que vinos que cuestan aquí unos 10 euros pueden estar allí por 70 euros.

Donde trabaja, señala, conocían los vinos de Jerez. “A los dueños de mi bodega les gusta”. Y también el jamón. “Tienen la mente abierta y muchas ganas de aprender”, señala. Aunque lo que más le llama la atención es la forma de beber. “Brindan mucho”, dice, diciendo ganbei –salud en chino– y cada vez que lo hacen beben de un sorbo todo lo que hay en la copa.

Una vez termine el programa, que entregará dos medallas de oro y cuatro de plata a los mejores vinos, además de un premio en metálico –se repartirán 135.000 dólares entre todos los participantes y cada uno se quedará 2.000 de las 10.000 botellas que produzcan–, Elena no descarta seguir trabajando asesorando bodegas. Aunque primero se licenció en Biología, no se veía de profesora, por lo que decidió estudiar Enología. Formó parte de la primera promoción de la Universidad de Cádiz (UCA), a pesar de que hasta el momento “tenía poco contacto con los vinos”, pero probó suerte y le encantó.

Pasó por Bodegas Páez Morilla, en Jerez; por Bodegas El Grifo de Canarias; por Finca Constancia, en Toledo, propiedad de González Byass; por Aecovi –que englobaba a cooperativas vitivinícolas–, donde fue directora técnica y hasta por Nueva Zelanda, “un país anglosajón muy interesante” donde estuvo unos cinco meses elaborando vinos tintos y blancos. Pero su espíritu viajero ha hecho que sus trabajos tengan fecha de caducidad. Cuenta que le encantaría trabajar en Australia, Chile, Argentina o México, países donde tendría “más libertad” y “un mayor reto”.

Como no podía ser de otra manera, Elena confiesa que es una “enamorada de los vinos de Jerez”, sobre todo del palo cortado y del amontillado, aunque lo deja claro: “El mismo vino puede saber mejor o peor dependiendo de la compañía y del momento”. Una vez termine su labor en China no sabe qué hará. Quedarse quieta seguro que no. E incluso apunta: “Quién sabe si en un futuro tengo mi propio vino…” No es mala opción.

Sobre el autor:

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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