Jan Pettersen llegó en los años 80 a la provincia para trabajar en el grupo Osborne. Con la llegada del siglo XXI adquirió las bodegas Rey Fernando de Castilla, desde donde promueve la calidad del jerez y su valor patrimonial.

Nadie diría que es noruego si no fuera por su nombre y apellido. Porque Jan Pettersen (Oslo, 1957), tras más de 30 años en la provincia, ya ni tiene acento nórdico. Es más, diríase que prefiere el sherry al salmón. Enamorado del vino, del Marco y de todo lo que significa este mundo; vocal del Consejo Regulador y director general de una de las bodegas que mejor defiende la calidad por encima de la cantidad, Rey Fernando de Castilla, en la santiaguera calle Jardinillo, Pettersen recaló en el grupo Osborne en 1983 después de estudiar Dirección y Administración de Empresas en Reino Unido y cursar un máster en Barcelona. Pensaba que estaría prácticamente de paso por España, pero poco a poco fue descubriendo ese embrujo que envuelve al vino de Jerez. “Me di cuenta de que aquí había unos tesoros enológicos a los cuales no se les sacaba todo el potencial, cuando en otras regiones vinícolas es todo lo contrario”.

Y así llega el año 2000, cuando adquiere la bodega tras conocer el interés de su anterior propietario, Fernando Andrada, por desprenderse de ella. Ya la conocía por su brandy y su objetivo era potenciar esa marca, “de mucho valor” y ampliar el mercado con vinos de gran calidad y relanzarlos al exterior. Además adquiere un casco bodeguero vecino, de la antigua bodega José Bustamante, para ampliar sus instalaciones y poder ofrecer toda la gama completa de jereces. En total, Rey Fernando de Castilla produce hoy 15 vinos, cinco brandies, cinco vinagres y vermouths basados en olorosos y Pedro Ximénez. “Aunque parezca algo nuevo y que se ha puesto de moda, el vermouth lo hacían todas las bodegas hasta los años 70, cuando dejó de comercializarse”.Jan Pettersen siempre ha tenido claro que el jerez tiene que darse a valer y venderse al precio que merece. En Fernando de Castilla, donde comercializan vinos de entre tres años (manzanilla) y ocho (Pedro Ximénez) en su gama básica (que denominan Classic) y entre los nueve (fino) y 30 (Palo Cortado) de su gama alta (Antique), los precios no bajan de los dos dígitos, y eso es lo que cree que deberían hacer las bodegas grandes del Marco. “Estamos vendiendo a precios razonables, pero así se hace difícil vender que tenemos vinos espectaculares entre el gran público que no conoce aún el jerez. No se pueden vender vinos con noventa y tantos puntos Parker a 20, 30 o 40 euros. Eso es una ganga. Tenemos que tener el coraje de subir el precio de manera paulatina, aunque podamos perder algo de volumen. Lo que está claro es que nosotros y otra media docena de bodegas hemos enseñado que se puede vender y, además, de manera interesante”.

Lo dicen los números. Hoy, Rey Fernando de Castilla exporta a 50 países de los cinco continentes, algunos tan lejanos como Nueva Zelanda. En Europa, Reino Unido sigue siendo “el mercado más sofisticado”, pero también venden de manera interesante a Bélgica, Holanda, Suiza y los países nórdicos. Al otro lado del Atlántico destaca el crecimiento en el mercado norteamericano (Estados Unidos y Canadá), mientras que en América latina las ventas están enfocadas sobre todo al brandy. Y es que, Pettersen considera que “no existe prácticamente ninguna cocina en el mundo que no se maride bien un plato con un jerez, desde la manzanilla hasta el Pedro Ximénez”.Pero, ¿cómo se consigue introducir el jerez en estos mercados? La “paciencia” es fundamental, apunta el nórdico, ya que “es difícil venderlo cuando el mercado no acompaña”. “Hay que introducirlo, sobre todo, gracias a la gastronomía top, en restaurantes de referencia y también conectándolo con la gastronomía española de calidad, porque hay que saber maridarlo y ese aprendizaje cuesta. En su día no se hizo el trabajo de convencer a nuestros consumidores de que era mucho más que el vino de la abuela”. Es más, piensa que hoy día empieza a considerarse un producto español. “Antes parecía un producto anglosajón hecho en España”.

Jan Pettersen mira al futuro con optimismo. Las nuevas generaciones están volviendo a consumirlo en Jerez y fuera de nuestras fronteras está cada vez más de moda. Porque, más allá de que viva de él, del negocio de su bodega, el noruego tiene claro que el vino de jerez trasciende mucho más allá hasta convertirse en un bien que hay que cuidar y proteger. “Si se protege al lince ibérico, ¿por qué no se va a proteger al jerez para que lo disfruten las próximas generaciones? Muy poca gente piensa todavía que esto es un patrimonio de Jerez y de España”.  

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Jorge Miró

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