Bares, tiendas especializadas en moda flamenca y establecimientos hoteleros esperan que la anual cita les permita remontar un regular comienzo de año.

Desde que nació el Festival de Jerez hace 20 años, bares, restaurantes, tiendas especializadas en moda flamenca y hoteles tienen marcado en rojo en el calendario el arranque del evento. Después del tradicional bajón en cuanto a turistas que experimenta la ciudad una vez acaban las fiestas navideñas, la llegada de la anual cita de baile flamenco significa para ellos el comienzo oficial de la temporada alta, un particular maná que acaba notándose, y de qué manera, en una ciudad que al fin y al cabo parece abocada a vivir del turismo.

En su mayoría, ese turista que viene a Jerez durante los 16 días de festival es extranjero. Entre ellos, centenares de cursillistas, aficionados –más bien aficionadas- con ansía de ampliar conocimientos y profesionales que buscan perfeccionar su técnica provenientes de más de 40 países de todo el mundo. “Es un tipo de cliente que no escatima en gastos”, explica Macarena Beato, propietaria de la tienda Faly, de la feria al Rocío, en calle Medina, especializada en moda flamenca. Este negocio, con 27 años a sus espaldas entre su antiguo emplazamiento en la calle Corredera y su actual ubicación, ha vivido todos los festivales, si bien Beato considera que fue hace ochos años cuando pegó su verdadero ‘boom’ y multiplicó el número de visitas. “Nosotras lo notamos sobre todo en la venta de complementos, sobre todo mantoncillos y flores y esporádicamente algún traje. Nos llama la atención que no miran los precios. En mantoncillos se llevan los más caros”, indica la comerciante, que señala a las japonesas y a las italianas como sus principales clientas estos días.

Otro clásico de la moda flamenca es Tamara, en la calle Santa María, a dos pasos del Villamarta. Japonesas, alemanas, canadieneses y brasileñas son clientes habituales que incluso repiten de un año a otro. Tere Guerra, encargada del negocio, explica que sobre todo son cursillistas que vienen buscando “calidad”, algo que encuentran en la tienda. Es tal el volumen de negocio que suelen hacer en los últimos años que para estos 16 días de festival han tenido que contratar a dos personas de refuerzo, además de tener previsto abrir los sábados por la tarde.

Aún así, en este sector se han sentido perjudicados los últimos años por comerciantes de fuera de Jerez que han aprovechado la cita para vender sus productos sin tener, en muchas ocasiones, licencia para ello.

En este sentido, Nela García, presidenta de la Asociación de Comerciantes del Centro de Jerez (Acoje), avisa que ya ha enviado cartas a las delegaciones municipales de Urbanismo, Recurso y Consumo, a la delegación provincial de Comercio y a Hacienda y Seguridad Social alertando de tres comerciantes que por redes sociales ya han anunciado su presencia en la ciudad los días del festival para vender complementos y ropa flamenca. Suelen ser personas que alquilan locales cercanos al Villamarta o que incluso llegan a acuerdos con algunos comerciantes para vender su mercancía sin que en ocasiones lleguen a tramitar licencia alguna debido al poco tiempo que permanecen en la ciudad. “Lo que pedimos es que se controlen, que tengan su licencia de apertura, el acta fiscal, que los empleados que tengan estén dados de alta y que se pueda permitir la compra con tarjeta para evitar el dinero en b. En definitiva, que quien venga a Jerez lo haga cumpliendo con sus obligaciones”, explica García.

Bares del centro y establecimientos hoteleros son los otros grandes beneficiados del Festival de Jerez, aunque con matices. Los primeros se frotan las manos después de un mes de enero “regular” y una primera quincena de febrero “mala”. Los que están más cerca del punto neurálgico del evento, el Villamarta, prevén 16 días frenéticos. En el tabanco El Pasaje, que ya de por sí atrae todo el año a turistas gracias a su oferta diaria de flamenco en directo, esperan hacer un 20% más de caja en estos días y han contratado a dos personas más para el turno de noche, explica Antonio Ramírez, propietario del establecimiento, que ampliará también su horario de cierre hasta la 1 de la madrugada.

Otra parada habitual es La Manzanilla, en la calle Mesones, también a tiro de piedra del coliseo jerezano. Sus propietarios, Manolo Cordero y Fernando Rojas esperan que el tiempo acompañe estos días para que la fiesta sea completa. Al igual que en El Pasaje, han tenido que contratar a dos personas de refuerzo. En la calle Veracruz, La Reja, otro clásico, José María, uno de sus empleados, afirma que ya en los días previos han empezado a notar mayor número de turistas, sobre todo nipones. Para el Festival han programado además espectáculos casi todos los días de la semana, con el objetivo de atraer a aquellos que acudan a los espectáculos del Villamarta. Aquí en este bar no contratarán a personal extra, si bien se reforzarán los turnos con los empleados que sólo trabajaba los fines de semana.

En cuanto a los hoteles, este medio ha percibido un sentimiento agridulce. Si bien desde la patronal Horeca, su presidente, Antonio de María Ceballos, se congratula de que la previsión de ocupación de camas para todo el festival, un 58,6 por ciento, supone casi 14 puntos más que la ocupación real de 2015 (44,9 por ciento), algunos hoteles afirman que están lejos de los números que tenían hasta hace unos años.

Así lo indica Manolo Coro, uno de los propietarios del Hotel Trujillo, de calle Medina, a escasos 200 metros del Villamarta, que el mismo día de la inauguración del festival explica que están al 60 por ciento de ocupación, cifra que se reduce hasta el 50 por ciento los días entre semana. Aún así, peores números tiene otro establecimiento que regenta, el hotel La Albarizuela, en calle Honsario, que no llega siquiera al 25 por ciento de camas ocupadas. “Esto antes era impensable. Prácticamente todos los hoteles del centro estaban llenos los días del festival”.

En la Pensión Las Palomas, en calle Higueras, su propietaria, Ana Moreno, corrobora lo dicho por Coro. “Llevo once festivales, cuatro como propietaria, y que el día de la inauguración tenga sólo siete habitaciones ocupadas de 35 no lo había visto nunca”.

En el Hotel Joma está mejor la cosa. Rozan el 70 por ciento de ocupación y casi el cien por cien los fines de semana, prácticamente las mismas cifras que dan desde el Hotel Casa Grande, de la plaza de Las Angustias, si bien su propietaria, Monika Schroeder, reconoce que antaño había mayor ocupación.

Entre los motivos que esgrimen en estos establecimientos se encuentra la crisis pero, sobre todo, la proliferación de apartamentos de alquiler para los días de festival. 

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Jorge Miró

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