El proyecto de esta asignatura ha logrado mejorar la calidad de vida de la comunidad educativa del instituto y ser finalista autonómico del Premio nacional de Acción Magistral. 

Antes era muy introvertida, tímida. Clara vivía atormentada por los amargos recuerdos de su infancia, por la delicada situación familiar que vivió en su hogar y que marcó su forma de ser. Pero eso cambió hace cinco años. “Ha supuesto un antes y un después en su vida”, así habla esta jerezana de 50 años, madre de un ex alumno del instituto Asta Regia, sobre La educación emocional: un cambio de mirada, un proyecto que ha resultado ser finalista autonómico del Premio nacional de Acción Magistral. Desde hace un lustro participa en el taller de los padres que incluye esta innovadora iniciativa docente que le ha cambiado la vida por completo y por la cual se siente tremendamente agradecida a su creador e impulsor, Antonio Sánchez, orientador del centro.

La puesta en marcha del proyecto comenzó hace ocho años, solo con grupos de riesgo. En el siguiente curso se implantó como asignatura: Educación Emocional. “Los niños de grupos buenos también tienen problemas emocionales”, asegura Sánchez. Desde entonces se imparte durante una hora a la semana al alumnado de 3º y 4º de la ESO y a los grupos de 1º y 2º de Bachillerato. A través de diferentes dinámicas de grupo (Autorretrato, Mi Cuerpo Habla, La Pasarela en Movimiento...) trata de que el alumnado se conozca a sí mismo, “aprenda a regular sus emociones —no a controlarlas, que es diferente— y a ser dueños de su propia vida, lo que les facilita el tener una relación sana con los demás”. Esto mismo trabaja con los padres durante dos horas a la semanales.

En el grupo de padres, al que solo asisten madres porque, pese a intentarlo ellos se implican menos, se incluye Clara. Gracias a las sesiones, su vida y su ánimo han dado un giro de 180 grados. “No me relacionaba con otras madres hasta que empecé estas clases. Decían que ni me conocían. Mi marido y mi hijo me dicen que he dado un cambio muy grande”. Cuando el grupo de padres se reúne, lo primero que hace Antonio es preguntarle a cada uno qué tal se encuentra emocionalmente. A continuación, en función de tales emociones participan en talleres de expresión corporal utilizando música ya programada, o bien, determinada en función de las emociones emergentes, para que se desprendan de la rabia, la tristeza... “He aprendido que no hay emociones malas ni buenas, sino que hay que saber gestionarlas. Tengo mis momentos de tristeza y los tengo que transitar. Antes me torturaba mucho con el pasado, ahora procuro no agobiarme con el futuro y vivir más el presente. Disfruto más". El caso de esta madre es peculiar, ya que continúa asistiendo a los talleres, aunque su hijo ya no estudia en el Asta Regia.

Con los alumnas y alumnas la rutina en Educación Emocional es similar. Consiste en partir de las vivencias del alumnado mediante una escucha activa y el movimiento corporal. Cristian, que en la actualidad tiene 18 años y estudia Bachillerato, fue uno de los primeros en beneficiarse de La educación emocional: un cambio de mirada, siendo estudiante de secundaria. En aquella época sus padres se encontraban en trámites de divorcio. “Lo estaba pasando muy mal, las notas empezaron a bajar, no me concentraba. Teníamos muchos problemas de compañerismo, en casa... y los trasladábamos al instituto. Él consiguió que los apartásemos. Cómo: desahogándonos. Nos reuníamos en círculo en una sala. Si habíamos tenido problemas entre compañeros, arreglábamos allí, compartíamos lo que nos sucedía en casa y nos ayudábamos. En los talleres mis compañeros me contaron que sus padres también estaban separados y ellos, junto con Antonio, me ayudaron mucho”, recuerda Cristian, quien poco después volvió a subir la nota de sus calificaciones.

“Me parece que me han premiado porque es un proyecto integrado, novedoso, y tiene una filosofía novedosa en cuanto a que parte de los alumnos”, afirma este docente con 37 años de experiencia e sus espaldas. “Se está empezando a valorar la importancia de la educación emocional; es prevención de salud para todo, una necesidad universal. Nunca nos han enseñado ni a querernos, ni a querer”. El orientador del Asta Regia, autor del libro Antiprograma educación emocional, estudia ahora en torno a las actividades para el desarrollo pleno e integrado del cerebro. Humildemente se define a sí mismo como un maestrillo, mientras que para el alumnado, el profesorado, los padres y las madres que han trabajado con él, le consideran importante en sus vidas. “Ese profesor ideal que te marca, es muy humano”, asegura Clara.

Sobre el autor:

btJPX1dv_400x400

María Luisa Parra

...saber más sobre el autor

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído