Una visita a la populosa barriada de La Granja en compañía de Juan Miguel del Castillo, el director que la ha hecho famosa gracias a 'Techo y comida'.

De estar en medio de la nada a estar en medio de todo. La Granja, antaño en medio del campo, se enclava en la actualidad entre amplias avenidas, cerca de amplias instalaciones deportivas, centros comerciales y zonas de ocio. La populosa barriada, enclavada en el distrito Noreste, por tener tiene hasta un Goya.

El reloj pasaba la 1 de la mañana del domingo 7 de febrero cuando en el barrio se escuchaba un gran grito de alegría. Natalia de Molina, actriz de Techo y Comida, se hacía con el ‘cabezón’ a mejor actriz protagonista por su papel de Rocío y se lo dedicaba a La Granja, donde se rodó la película. Cinco días después de la gala, más tranquilo después de la vorágine que supone acudir a una cita como ésta y más habiendo sido candidato al premio a la mejor dirección novel, acompañamos a Juan Miguel del Castillo en su primera visita a la barriada.

A pesar de haberse criado en Las Viñas, el director conoce bien el barrio ya que allí estudió imagen y sonido, haciendo amistad con muchos de sus vecinos. El encanto de su gente, el que fuera prototipo de barrio obrero, la vida que encontró en las numerosas plazoletas enclavadas entre tantos bloques de pisos y su bonita estética hizo que Del Castillo eligiera este enclave por encima de cualquier otro de Jerez para rodar su cinta.

“¡Sin techooo! ¡Dame trabajooo!”. El grito lo pega un vecino de plaza Ronda que ya pasa de los cuarenta años. “Pero si ni yo tengo ahora trabajo…”, nos comenta Juan, que enseguida acapara la atención de los presentes, entre ellos Rafael, que se le acerca para felicitarle. Parado desde hace diez años y sobreviviendo a base de chapuzas, hizo de figurante en la película, pero aún no ha podido verla. “No tengo dinero para ir al cine”, explica. Sin moverse del mismo enclave que refleja el film, Rafael bien podría haber sido protagonista de una cinta parecida. “Mi día a día es echarle una mano a mi vieja, y así pasan los días y las semanas desde hace diez años. Tengo 47 años y un porvenir muy negro”, lamenta.

Junto a él, José Antonio, que pasea a su perro, extrabajador de la azucarera y con una invalidez por enfermedad, lamenta la delicada realidad que viven miles de personas en Jerez. “Con la película no vamos a solucionar el mundo, pero es nuestro granito de arena para darle visibilidad a este problema”, le explica Juan.

Seguimos paseando por la plaza de Ronda. Juan Miguel nos señala el bloque en el que vivía en la ficción Rocío y el local, hoy en alquiler, donde estaba el bar en el que los vecinos festejaban la victoria de España en la Eurocopa mientras madre e hijo se abrazaban entre lágrimas por su triste destino, sin duda uno de los momentos más emotivos de la película.

¿Por qué Natalia de Molina para protagonizar Techo y Comida? “Yo quería una actriz andaluza, de veintipocos años y que fuera una profesional. Natalia tenía proyección, ya había ganado un Goya y la verdad es que acertamos. Me tocó la lotería”, afirma el director con modestia, porque la propia Natalia seguro que diría lo mismo de él. La misma modestia emplea para afirmar que veía claro que no ganaría el Goya. “Daniel Guzmán lleva tiempo en el mundillo, es conocido y además había sido premiado. Yo ya iba mentalizado en que no me lo iban a dar”.

Interrumpe la conversación Abelardo, que también se acerca para felicitar a Juan y que, con inocencia, le pregunta cómo puede descargarse su película. “Eso es ilegal… Nosotros no la vamos a subir a internet…”. Juan, tan sorprendido como nosotros, no sabe qué responderle al vecino, que enseguida se da cuenta de la metedura de pata. “Yo es que no sé bien cómo va eso. Creía que vosotros mismos subíais las películas…”. Abelardo, como otros muchos vecinos, ha participado como extra pero no ha podido verla en el cine ante sus pocos recursos económicos. “Cuando te ves metido en la película disfrutas mucho, te hace ilusión. Incluso me dicen que se me identifica”, explica este vecino de la plaza de Grazalema, parado desde hace siete años. “El que más ilusión tiene por ver la película es mi hijo, porque quiere verme”.

Sin darnos cuenta, un grupo de vecinos ya rodea a Juan. Una de ellas es Teresa. “A ti se te ve estupendamente paseando por la plaza”, le cuenta una amiga, de las pocas, parece, que ha podido ver la película en la gran pantalla. “Yo cuando Natalia dedicó el Goya al barrio es que no me pude contener. “¡Ole tu coño!, le grité a la tele”, dice Teresa, arrancando una carcajada a Juan.

Teresa llegó a La Granja “cuando se dieron los pisos, hace cuarenta años”, procedente de La Vid. “El barrio está igual, todos con la cara de un metro, todos paraos”, dice con gracia la vecina. “¡Aquí lo que hace falta es otra película!”.

Juan Miguel ya le da a la cabeza para poner en marcha otro proyecto cuanto antes. “En Madrid hablé con Benito Zambrano y con Paco León, y los dos me dijeron lo mismo, que les gustó la película, pero que por experiencia propia lo que tengo que hacer es ponerme cuanto antes con otra, porque esto te absorbe y pasa todo muy rápido”. ¿Y qué otro proyecto le gustaría rodar a Juan Miguel del Castillo? “Me apetece seguir con el tema social, pero en realidad me gustaría hacer algo que me llegue, tampoco quiero que me encasillen con un tipo de cine”, explica. Lo que sí tiene claro es que quiere contar “cosas de aquí. Si no lo hago yo no lo va a hacer nadie. Bueno, y eso si me dejan, porque las cosas tan localistas a veces cierran puertas”.

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Jorge Miró

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