El Ayuntamiento indemnizará a una familia por arrojar los restos de un difunto a una fosa común por error

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Después de ocho años de búsqueda infructuosa, reclaman daños morales: "Era mi padre, no un perro, y lo tiraron a una fosa como tal", señala uno de sus hijos.

Esta es la historia de un error. Un grave error. Antonio Benítez Durán fallecía un caluroso 20 de agosto de 1999 a los 55 años de edad. Un día después, su viuda, hijos y demás familia se despedían de él. Antonio descansaría por siempre en un nicho del cementerio de Nuestra Señora de la Merced, de Jerez. O eso, al menos, creyeron su esposa y sus hijos.

Ocho años después, una de sus hermanas acudía al camposanto para visitarlo. Cuál no sería su sorpresa cuando descubrió que el nicho de Antonio estaba abierto y su féretro había desaparecido. ¿Acaso su familia había dado la orden y ella no lo sabía? Enseguida llamó a su viuda, y ésta, sobresaltada por la noticia, a Javier, uno de sus hijos. Era un viernes por la tarde, lo recuerda perfectamente. Comprobó que no había sido un despiste de su tía. Efectivamente, el ataúd de su padre había desaparecido. Preguntó en el cementerio al responsable del libro de registros y no sabía nada. Le invitaron a que volviera el lunes. Allí se presentó con una hermana y un amigo, abogado. Según les dijeron hubo una fatídica equivocación. Por error, dos de los trabajadores abrieron su nicho y sacaron sus restos, cuando en realidad debían haberlo hecho con otro fallecido, también de nombre Antonio y que se encontraba en el mismo cuartel. El motivo, que cuando los familiares de un fallecido no renuevan el pago del nicho, el cuerpo del finado es trasladado a una de las fosas comunes del camposanto.

Empezaba entonces una odisea por recuperar su cadáver que, casi una década después, sigue sin resolverse. “Nos aseguraron que sus restos se buscarían, porque según decían, se meten en una bolsa con una etiqueta en la que figura el nombre del fallecido. Pero yo desde un primer momento dije que me haría una prueba de ADN para que se pudieran cotejar con los restos que se sacaran. Ya entonces noté que se pusieron nerviosos”, señala Javier, uno de los hijos de Antonio. Explica que después de esto ya empezó a notar ciertas dudas por parte de los funcionarios del cementerio. “Estuvimos en la fosa, pero nos dijeron que allí no podía bajar nadie por los gases que se desprenden de allí. Ya vimos que todo lo que nos habían dicho días antes era mentira. Meten los cuerpos en bolsas negras de basura y los tiran por una trampilla. Así que les dijimos que como habían empezado con mentiras, que iríamos hasta donde hiciera falta”.

Era la época en la que gobernaba Pilar Sánchez (PSOE). “En esa época no nos hacía caso nadie”, señala Benítez. “Preguntamos si era posible hacer una excavación por un lateral, nos dijeron que se haría. Con aquel gobierno mantuvimos algunas reuniones, pero pasaron los días y las semanas y nada de nada”.Tuvieron más reuniones con el gobierno y se consiguió que se sacaran hasta nueve bolsas de cadáveres de una de las fosas. Pero para entonces ya los restos se habían multiplicado. “Fue una mañana entera con dos funcionarios, pero no podía reconocer a mi padre. Estuve tres días sin comer. Imagina los olores, las cosas que vi, buscando entre huesos…”. Todas las pruebas de ADN dieron resultado negativo.

Con el cambio de gobierno, la familia empieza a mover otra vez el tema. Decide hacer nuevos análisis de ADN con una empresa privada, pero tampoco hay resultados positivos. El tiempo fue pasando. Del gobierno de García-Pelayo se llega entonces al de Mamen Sánchez, pero ya la familia no tiene esperanzas. “El año pasado desistimos de seguir buscando, porque entre unas cosas y otras pasaron muchos años. En las condiciones que estaba la fosa ya veíamos que era imposible. Y al final tampoco nos garantizaron si lo echaron en esa o en otra, y veíamos que íbamos a estar toda la vida así”.

Ahora, junto a esa fosa común, una lápida, sufragada por el Ayuntamiento, recuerda esa búsqueda infructuosa: “Querido papá, no ha sido posible encontrarte, tu no estés triste, para nosotros siempre has estado y siempre estarás en nuestra mente y nuestro corazón. Descansa en paz”. Sin embargo, el dolor sigue latente entre los familiares de Antonio Benítez. “Mi padre murió con 55 años. Lo pasamos muy mal, y él también. Era mi padre, no un perro, y lo tiraron a una fosa como tal”.

Pero el fin de esa búsqueda no ha sido óbice para que la familia reclame una indemnización por los daños morales ocasionados. En abril de 2016 presentaba un escrito dirigido al área de Patrimonio reclamando dichas indemnizaciones solicitadas ocho años atrás, después de concluir sin éxito la búsqueda. El pasado enero el grupo municipal de IU llevaba el asunto a pleno, preguntando en qué situación se encuentra el expediente de responsabilidad patrimonial y cómo iba el Ayuntamiento a cerrar el problema. Francisco Camas, teniente de alcaldesa de Urbanismo, señalaba que el asunto está “en vías de solución” y reconocía que la cantidad que reclama la familia Benítez “es importante”. “El Ayuntamiento tendrá, lógicamente cuando se resuelva el expediente, pagarle a la familia el montante, si procede, que reclaman”.

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Jorge Miró

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