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Vecinos denuncian que, a diario, un grupo de personas pasan horas bebiendo y miccionando en los bajos del edificio, provocando un gran hedor, y que incluso al querer baldear reciben amenazas.

La estampa es idéntica a diario en los bajos del bloque 4 de la calle Racimo. Un grupo de personas, de las vecinas casitas bajas, acuden a un cercano kiosko y a una tienda de ultramarinos para comprar bebidas. Desde el mediodía hasta ya entrada la noche, entre conversación y conversación, los tragos al refresco o a la cerveza son constantes. Y ya se sabe que, todo lo que entra, tiene que salir. Para desgracia de los vecinos, estas personas no acuden a sus domicilios a orinar, sino que lo hacen justamente en un lateral del bloque que da a las ventanas de las viviendas, pero también, y más de una vez, en la misma puerta del edificio.

Si las molestias son grandes durante todo el año, mucho más cuando aprieta el calor, cuando el hedor se hace insoportable, denuncia uno de los vecinos afectados, que ha decidido acudir a este medio para denunciar un caso que, por otra parte, ya ha puesto en conocimiento del teniente de alcaldesa José Antonio Díaz, a través de un escrito. “Se llegan a reunir hasta 10 personas y no es que orinen y les de igual, es que vas a echar un cubo de agua para limpiarlo y encima les molesta, te insultan y te amenazan”.

Visitamos el bloque y comprobamos cómo al querer hacer una foto de la entrada del edificio, una de estas personas amenaza a este redactor y al vecino en cuestión, que nos acompaña. Preferimos tomar la fotografía desde otra perspectiva para evitar males mayores y comprobamos una gran mancha negra y pegajosa, producida por los continuos orines, así como un olor nauseabundo.Ya dentro del bloque varios vecinos denuncian también la situación. Prefieren hacerlo de manera anónima, “por miedo”. Uno de ellos señala que una vez pilló a una persona “llamando al telefonillo mientras meaba en toda la puerta”. Otra vez “le pedí a uno que por favor tirara las latas a una papelera que hay enfrente del bloque. Nada más decirle eso me la tiró a los pies”. Fuera o no casualidad, a los días de llamarles la atención se encontró rota una de las ventanillas de su vehículo. Otra vecina afirma que no llama a la Policía también por miedo. “Llevan así un montón de tiempo. ¿Para qué voy a decir nada? Para que se suban al pretil y le metan fuego a mi persiana?”.

La comunidad de propietarios, por su parte, paga a una limpiadora, de lunes a viernes durante una hora, para que limpie los cristales de la puerta del edificio, los ascensores y el hall de entrada. Por falta de tiempo señala no poder hacer lo mismo en el lateral donde a diario miccionan estos sujetos, a pesar de que reconoce que está “muy mal”.

Ante esta situación los vecinos piden al Ayuntamiento mayor limpieza en la zona y que se baldeen las calles con más frecuencia, aunque también saben que el origen del problema es el incivismo y la falta de educación.

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Jorge Miró

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