La emblemática Freiduría Santiago, un negocio arraigado en el corazón de Jerez, ha dado un paso simbólico al trasladarse a un local justo enfrente de su ubicación original, en la calle Moraíto Chico. El establecimiento, que ocupaba el mismo espacio desde mediados de los años 60, cierra un capítulo para abrir otro a escasos metros, en el que fue durante décadas la pescadería de El Zambo.
David Olivero, actual propietario y al frente del negocio desde hace diez años, explica que el cambio se debe a la venta del local anterior, cuyo nuevo destino serían apartamentos turísticos. "Nos tuvimos que buscar la vida", reconoce Olivero, quien adquirió el nuevo espacio para garantizar la continuidad del negocio. "No nos vamos a otro barrio, solo cruzamos la calle", recalca. El nuevo local, bendecido por Carlos Redondo, cuenta con un grafiti de Moraíto Chico y otro del Prendimiento, La Buena Muerte y la Iglesia de Santiago.


El traslado, que se ha realizado en cuestión de horas —cerrando el domingo en el local antiguo e inaugurando el lunes en el nuevo—, busca afectar lo mínimo a la clientela. Las dimensiones del nuevo local son similares, y Olivero asegura que se mantendrá la misma oferta: pescaíto frito de calidad, con aceite renovado y materia prima seleccionada.
Las obras del nuevo local, gestionadas personalmente por Olivero y su padre, se prolongaron durante dos años. "Lo hemos hecho todo nosotros", comenta el empresario, quien antes de regentar la freiduría trabajaba en bodegas y se vio impulsado a emprender tras quedarse en paro durante la crisis económica.
La Freiduría Santiago tiene sus raíces en los años 60, cuando fue fundada por empresarios gallegos junto al mítico Boquerón de Plata. Olivero subraya que el secreto de su longevidad radica en la calidad del producto —pescado procedente de Sanlúcar y Chipiona— y el cuidado en la fritura. "El aceite no puede estar requemado; eso marca la diferencia", afirma.

Dueño de su negocio
Los horarios se mantienen: de martes a sábado, de 13:00 a 15:30 y de 20:00 a 23:00, y los domingos, de 13:00 a 16:00. El único día de cierre es el lunes, cuando no reciben pescado fresco. La flexibilidad es clave: "Si hay clientes, seguimos", aclara Olivero.
Para el empresario, el cambio supone una "ilusión" al dejar atrás el alquiler y ser dueño del local. "Es mi negocio, no tengo que pagar a nadie", destaca. Pese a la nostalgia por dejar el espacio histórico, valora la cercanía y la fidelidad de una clientela que, espera, seguirá acompañándolos.
Con este movimiento, la Freiduría Santiago reafirma su lugar en el tejido comercial jerezano, combinando tradición y adaptación. Su historia, ahora escrita en una nueva esquina, sigue ligada al barrio de Santiago y a un legado que Olivero aspira a preservar.




