Del Tempul al Zoobotánico: 65 años de entrega por los animales

De primitiva casa de fieras a convertirse en un referente en la conservación, investigación y recuperación de especies en peligro. Un repaso a la historia del parque de la mano de algunos de sus directores

De izquierda a derecha, José Miguel Cantos, Manuel Barcells, José María Aguilar y Ana Timerman. FOTO: MANU GARCÍA.
De izquierda a derecha, José Miguel Cantos, Manuel Barcells, José María Aguilar y Ana Timerman. FOTO: MANU GARCÍA.

De mera casa de fieras al posiblemente centro de conservación e investigación de especies animales más importante de España. El Zoobotánico de Jerez ha cumplido sus primeros 65 años de historia y en el Tempul, como generaciones de jerezanos y forasteros lo han conocido de siempre, tienen claro que cumplirá otros 65 y todos los que le echen.

10 de febrero de 1953. Alberto Durán, concejal de Parques y Jardines de un Ayuntamiento de Jerez dirigido por Álvaro Domecq, impulsa la idea de reconvertir los jardines ubicados en la antigua calle La Sangre en un parque zoológico tras la llegada de varios animales decomisados en el puerto de Cádiz. Una pareja de avestruces, un mono dril, un águila real y mas tarde una pareja de guepardos son los primeros habitantes del zoo, más bien una casa de fieras, como se conocía antiguamente a estas instalaciones en las que se exhibían animales salvajes. La buena relación con los zoológicos de Madrid y Barcelona permitió la llegada de nuevas especies. Sin embargo, en aquellos tiempos no se miraba tanto por el bienestar del animal. Baste el ejemplo de que a Jerez, una ciudad con un clima eminentemente cálido, llegaron seis osos polares que permanecieron en sus instalaciones nueve meses que se debieron hacer eternos para los sufridos animales.

Un portero del Zoo, picando entradas a un grupo de jóvenes, en una imagen de hace medio siglo.

En la década de los 70, el Zoo de Jerez ya se había hecho un nombre en España, sobre todo tras la visita del muy popular por entonces Félix Rodríguez de la Fuente. Lo recuerda bien Alejandro Maldonado, 83 años, que fue director en aquella época. Cogió las riendas del parque por expreso deseo del alcalde Miguel Primo de Rivera. “Yo era cetrero y el único que por aquí andaba con animales”, recuerda Maldonado, explicando los principales motivos por los que fue designado. Con él al frente se llevaron a cabo algunas infraestructuras en el parque, como las escaleras de acceso a la avenida central y el paso de la ría grande o patera hasta el depósito, además de la llegada de nuevos animales. Su amistad con Félix motivó su visita, como ya está contado, algo que aún se recuerda en el libro de honor del parque.

Sin embargo, el despegue del Alberto Durán —como así se bautizó— y el inicio de su transformación hacia un zoo moderno se inicia a mediados de los años 80 de la mano de José Miguel Cantos Ruiz. “Pacheco me dijo que, o se hacía un plan de viabilidad en condiciones, o el parque se cerraba”, afirma para dar a entender que en aquellos tiempos no pasaba por sus mejores momentos. Gracias a José Miguel, y al joven equipo humano que reunió en torno a él, esa casa de fieras da paso a un “centro educacional, recreativo y científico”. Nacen así el departamento veterinario y de investigación; la biblioteca, el Club de amigos del Zoo… “Asistimos a distintos congresos internacionales y visitamos múltiples zoos para ir tomando lo mejor de cada uno. Apostamos además por la población infantil. Desde el punto de vista de marketing y promoción se hizo un gran trabajo, hubo mucho esfuerzo físico y mental”. Y aunque algunos proyectos se quedaron en el tintero, como un planetario, se logró dotar al Zoológico de un animal carismático: la elefanta Buba. Procedente de Namibia, pero que llegó a través del Zoo de Lisboa, aún se recuerda el concurso que se llevó a cabo para que los niños de Jerez le pusieran un nombre.

“En reuniones internacionales conocimos que había nacido una cría albina de tigre y nos pareció interesante que viniese a Jerez"

Una visita del embajador británico al Zoo, en los primeros años del parque.

Pero para José Miguel, el hito más importante de sus cuatro años en la dirección fue dotar al Zoo de un equipo humano joven, profesional y comprometido. “Se apostó por alumnos en prácticas de la universidad que aún siguen trabajando y que ya son profesionales de gran prestigio”. Una de esas personas que llegó de la mano de José Miguel es Mercedes Mateos. Yeye, como la conocen todos, es hoy día toda una institución en el Zoobotánico. La relaciones públicas del parque recuerda esos primeros años como “súper apasionantes” porque “era un zoo lleno de proyectos, de cosas por hacer y en el que todos aportábamos y nos ayudábamos”. Yeye afirma que José Miguel Cantos “sentó los precedentes” de lo que debe ser un zoológico, un lugar en el que prime la educación, la conservación y la investigación.De la misma manera opina Íñigo Sánchez García, 52 años, biólogo y exdirector del parque. “Un zoo del siglo XXI que sea simplemente un lugar con animales para que la gente se entretenga viéndolos no tiene sentido ni es suficiente para justificar su existencia, tiene que tener un trasfondo mayor”. Cuando llegó al parque a finales de los años 90 lo hizo rechazando ofertas importantes, pero le pusieron por delante proyectos “ilusionantes” con especies amenazadas y relacionados también con la recuperación de la fauna silvestre. “Eso es lo que siempre nos ha diferenciado de otros zoos y aunque en Europa y EEUU lo han tenido claro desde hace décadas, aquí en España hemos sido pioneros en ese sentido”. Hasta tal punto lo tiene claro que reconoce abiertamente que “si bien hemos podido perder comba en cuanto a instalaciones, en lo que es la orientación y dedicación a la investigación y conservación somos el referente a nivel nacional. Todo el mundo mira lo que hacemos para seguir nuestros pasos”.

La época gloriosa

El antiguo recinto del dromedario, en una imagen de hace medio siglo.

Los años 90 y los primeros del siglo XXI fueron muy prósperos para Jerez. La ciudad sufre diferentes transformaciones que la convierten en una ciudad moderna y esos cambios, para bien, también los notó el zoo. Manuel Barcells, que dirigió el Alberto Durán entre 1989 y 2002 tuvo la suerte de contar con algunos de los presupuestos más importantes con los que ha contado el zoo en toda su historia. “Si con José Miguel Cantos se plantaron los cimientos, durante mi época pudimos desarrollarlos”, señala. Para ello contó con la inestimable colaboración del equipo de profesionales que ya había reunido Cantos. “Eran todos muy jóvenes y eso era un arreón de adrenalina constante, porque todos estaban deseando aportar su granito de arena”.De esta manera se consolidan proyectos de recuperación como el del ibis eremita, un ave que había desaparecido de la península ibérica, así como el del lince ibérico, un felino que estaba a punto de desaparecer y que gracias al trabajo que comenzó desarrollándose en Jerez —ahora apoyado por otros centros de recuperación en Andalucía, Extremadura y el Algarve portugués— ya está a punto de salir de esa condición de animal en peligro de extinción.

En esta época muchas de las instalaciones se renuevan y llega un nuevo animal que revolucionaría el parque: Kiyosu, el tigre blanco. “En reuniones internacionales conocimos que había nacido una cría albina de tigre y nos pareció interesante que viniese a Jerez. Al querer potenciar la educación en el zoo creímos que traerlo era también potenciar esa faceta. Creamos lo que definimos como seducción medioambiental”. Con Buba y con Kiyosu el zoo alcanzó sus mejores números de visitas, 225.000, unas cifras que no se han vuelto a alcanzar.

La crisis y el futuro

Una figura de un gorila, en el despacho de Yeye Mateos.

El nuevo milenio trajo buenas y malas noticias. Entre las primeras, que el Zoobotánico se consolidó como uno de los principales centros de investigación y recuperación de especies. Entre las malas, de un lado, la crisis, que repercutió en la economía del parque y echó por tierra el ambicioso proyecto de ampliación de sus instalaciones hacía la flamante nueva avenida Reina Sofía. José María Aguilar, veterinario y director entre 2005 y 2016 tuvo que lidiar con los peores años de la crisis, pero aun así recuerda que en estos años se inaugura el nuevo y moderno acceso del parque, los aparcamientos y la nueva instalación de los flamencos, así como otras obras encaminadas a mejorar la accesibilidad del recinto. En estos años también se dice adiós a algunos de los emblemas del Zoo. En 2011 Buba es trasladada al zoo de Sostó, en Hungría, con el objetivo de que pudiera convivir con otros animales de su especie y pudiera tener descendencia. En febrero de ese mismo año moría Guillermo uno de los chimpancés más queridos por visitantes y miembros del Zoo, mientras que unos meses más tarde lo hacía Kiyosu, el tigre blanco.Sin embargo, para pérdidas sentidas en el Zoobotánico en los últimos tiempos, la de Adrián Fatou. “Se nos fue muy pronto. Era, además de compañero en el Ayuntamiento de Jerez, un amigo. A su manera fue un gran director que removió sus pilares para reorientarlo hacia un activo turístico”, señala la actual gerente del parque, Ana Timerman, que considera “un orgullo, una satisfacción y un reto” dirigir “una institución preciosa, con un futuro que hay que reformular, pero que tiene mucho futuro”. Y es que, Ana señala que a pesar de sus 65 años, el zoo “es como un señor mayor, pero a la vez con toda la juventud y todos los recursos con los que cuentan ahora todas las personas que alcanzan esa edad.

De esta manera, la directora considera que “para sobrevivir dentro del Ayuntamiento, tenemos que reconvertirnos sin olvidar que somos un espacio de educación, conservación e investigación, un zoo moderno en el que quizás la parte de exhibición no sea la más fuerte y en el que tampoco debemos olvidar el botánico y el agua de los depósitos. Nuestro interés es integrar toda esa oferta”.

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Jorge Miró

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