La asociación Amiraui, que cumplirá un cuarto de siglo en 2017, reclama ayuda a las administraciones ante el brutal descenso de los niños saharauis que llegan a la ciudad: antes venían más de 100 y ahora solo viajan 24.

Un total de 24 pequeños embajadores del Sahara han llegado a la escalinata de la planta alta del Consistorio entre sonrisas y color en las uñas. Los niños de acogida que llegan de la mano de la asociación jerezana de amigos del pueblo saharaui Amiraui, que cumplirá en 2017 un cuarto de siglo de existencia, han visitado el Ayuntamiento con ilusión y con despiste. Hay algunos que llevan más de nueve años pisando Jerez, como es el caso de Angeli, un saharaui que viste una gorra roja de los Chicago Bulls y que presume entre los demás de hablar castellano. Mientras, para otros es la primera vez que participan en el programa Vacaciones en paz, y reconocen que están un poco asustados desde que han llegado a la ciudad: “A él le da miedo meterse en la piscina”, comenta Angeli sobre otro niño que está a su lado. No obstante, admite que cuando él llegó también le dio un poco de pánico zambullirse en eso que llaman piscina. 

“¿Quién es tu niña?”, le pregunta una jerezana a otra. “¡Esa, esa es mi niña!”, contesta una madre de acogida. Ellas se muestran cercanas y entusiasmadas por poder atender un año más a los niños del Sáhara. En su mayoría, los niños van acompañados de sus madres de acogida, y estas se sienten como “la madre de toda la vida”. Lola Villagrán, presidenta de la Asociación de Amistad de Jerez con el Pueblo Saharaui, ha dedicado su pequeño discurso en el interior de la Alcaldía a esas madres de acogida que año tras año abren sus puertas al pueblo saharaui durante dos meses al año.

“No olvidemos que son niños que viven en campos de refugiados donde se pueden alcanzar los 67ºC”

Asimismo, ha recordado a los presentes la amarga situación que viven los saharauis: “No olvidemos que son niños que viven en campos de refugiados donde se pueden alcanzar los 67ºC”. Consciente de la mala situación económica, Villagrán también reivindica más ayudas por parte de las administraciones públicas: “Son las que nos hacen falta para traer a muchos niños”, ya que como ella misma explica, antes venían más de 100 y a día de hoy solo viajan 24 niños. “Es para que vivan, que vivan otra vida a consecuencia del movimiento solidario”, ha finalizado, envuelta en aplausos que saben a agradecimientos por parte de las madres.  


“Aunque seamos muy solidarios, no somos conscientes de lo que ellos viven. No nos paramos a ver la realidad. Siento que todavía no se conoce su realidad, las carencias de agua, medicina, las altas temperaturas… Cuando acoges eres más consciente de la realidad que ellos viven", manifiesta Ruth Grilo. Ella es de las pocas que se estrenan como madre de acogida, y en el poco tiempo que lleva de convivencia tiene la necesidad de proyectar dicha reflexión. Junto a ella se encuentra Inma Ocaña, madre de acogida que pidió el traslado desde la asociación del campo de Gibraltar hasta Amiraui en Jerez. Ella subraya las palabras de su compañera y comparte que es como si su hijo "no se hubiera ido nunca". 

"Siento que todavía no se conoce su realidad, las carencias de agua, medicina, las altas temperaturas…"

Durante el desayuno, los niños son los protagonistas entre rosquillas glaseadas y napolitanas de chocolate; mientras, las madres aguardan de pie apoyadas en la pared. Les observan, desde la distancia no les quitan ojo, pero dejan que se arremolinen entre ellos. Los niños por un lado y las niñas por el otro. Malada, una niña saharaui que regresa a Jerez en su segundo año, se comporta con desenvoltura y grita con ánimo todas las series que ve por televisión. Ella se decanta por Pepa Pig y La Patrulla Canina, y otros prefieren exponer sus gustos gastronómicos. Angeli se declara como un apasionado de la pizza y la CocaCola.

“Es una buena enseñanza también para nuestros niños de aquí, ellos lo valoran todo”, afirma Ruth Grilo. No obstante, muchos de ellos aparecen con móviles en las manos. En un principio lo utilizan para escuchar música, es una de las cosas con las que más disfrutan. Pero, ¿utilizan para algo más el móvil? Malada empieza a hacer recuento y nombra  a sus padres del Sáhara, pero no termina ahí. Continúa y menciona a todas las familias de sus paisanos con las que suele hablar por teléfono. Ella, que viste una gorra de Hello Kitty, concibe que su familia es todo el pueblo saharaui, además, claro, de su casa de Jerez. 

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Claudia González Romero

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