Detalle de la cubierta del libro 'Cómo vestían los jerezanos en la Edad Media', de Juan Abellán Pérez.
Detalle de la cubierta del libro 'Cómo vestían los jerezanos en la Edad Media', de Juan Abellán Pérez.

En el Archivo Municipal de Jerez se conservan documentos de 1437 donde puede leerse cómo el arzobispo de Sevilla envía a Jerez escritos donde insiste a los concejales de entonces para que prohiban "todos los juegos en que se pierdan dineros'', respondiendo los alcaldes ordinarios de la ciudad que estos juegos no atentaban "en cosa alguna contra los mandamientos de la santa iglesia". Diez años más tarde, el provisor de Jerez, un tal Diego López, volvería a pedir al Ayuntamiento que se castigase "a los que jueguen con dados pública o escondidamente porque lo prohíbe la santa iglesia y el rey”.

Pero no solo eso. Además, este hacendoso provisor -el tal Diego López- promovió unas curiosas "ordenanzas de misas" para obligar a la gente -sobre todo en los domingos de Pascua- a acudir a las iglesias. La letra, debió pensar el provisor, con sangre entra... y entre las medidas que pedía al Ayuntamiento estaban las siguientes: 1ª) Al que no vaya a misa o en domingo juegue a los dados o ande por caminos o prepare caballerías para Transportar cosas, dos días de cárcel y amenaza de excomunión. 2ª) Al que venda vino en tabernas o fuera de ellas "antes de alçado el cuerpo de dios, dos días de cárcel”, 3ª) Y que no se abra ninguna tienda para vender nada excepto las "que fμeren diputadas por las necesidades".

Brujería, demonios... inquisidores. Aunque parece que la iglesia católica trabajó duramente contra cierta mentalidad mágica o animista en el Jerez bajomedieval, hay que decir que no se conoce bien aquel mundo de las brujas y los demonios, igual que no se conocen bien, aunque se haya escrito algo más sobre ello, las prácticas y las creencias religiosas digamos "ortodoxas" del pueblo y la aristocracia.

De mediados del s. XVIII -una fecha alejada sólo cronológicamente de la Baja Edad Media- se conoce el caso de fray Judas Morales, un ''presbítero de las Terceras de San Francisco" (ver Juan Blázquez: Eros y tánatos. Brujería, hechicería… en España, Ed. Arcano, 1989, p. 156) que escribió una carta al diablo donde decía: "Yo fray Judas Morales doy el mando al demonio apotecando mis ordenes y havito hago pacto con El demonio que me otorgue lo que le pido, todo le pido de corazón para siempre".

Otro caso curioso, recogido en el documentado libro de Blázquez, es el de la jerezana María López, a principios del s. XVII, especialista en hacer volver a los amantes desenamorados. Blázquez, en relación con este caso, cita un documento del Archivo Histórico Nacional (Sección Inquisición, Legajo n° 1988/61) donde se lee: ''Lucifer, satanas, berçebu y Gaiferos ... los tres toros bravos furiosos peleadores y los tres galguillos corredores ... ; marta, martilla, no la santa, la que los biernes ayuna y los fuegos enciende. .. ; yo te quiero, yo te llamo yo, tu sierva, me llamo, a la huerta de Gaiferos irás, tres varitas de cedro me cortarás; tres saetas de amor me harás y la una  le meterás por el corazónporque se acuerde de mí y de mi amor que no pueda ver a otra mujer sino a mí, Fulana".

Pero estos dos ejemplos son sólo pistas -ya muy tardías- del espíritu mágico-religioso que anidó, con seguridad, en la mente de los jerezanos y jerezanas de la Baja Edad Media. Un famoso historiador dijo con razón: "la conciencia simbólica del medievo no nace del cristianismo, sino que es una variedad de la conciencia arcaica primitiva"... entonces: ¿qué había escondido, reprimido, bajo las vivencias del culto cristiano ortodoxo de vírgenes y procesiones de disciplinantes?, las penas continuas a los blasfemos constatan una "cuestión religiosa" controvertida… un mundo mágico, paralelo, sobrepuesto a los cánones de la Iglesia Católica del que aún queda mucho por conocer.

Carnecería de puercos, carnecería de hombres. Carnecería es el lugar donde se vende la carne… también la carne humana. En Jerez los despachos de los carniceros, pescaderos, panaderos,  fruteros y verduleros, estaban situados en las plazas Plateros y de la Yerba, principalmente. La vida era sumamente animada y estaba regida por un fabuloso e increíble nuevo invento como era el reloj que el Ayuntamiento, ayudado por el Adelantado Mayor de la Frontera, había colocado en la nueva torre mudéjar que a tal efecto había mandado construir en 1447.

Todo transcurría con gran animosidad en un mundo de tenderetes adosados a las fachadas de las pequeñas casas de las tortuosas calles y plazas jerezanas... Pero también, junto a tanto ir y venir, las ejecuciones sumarias de los reos condenados a muerte se llevaban a cabo en la Plaza Plateros, la más concurrida de la ciudad, para que todo el mundo contemplara el implacable y ejemplarizante espectáculo de la justicia urbana de la época.

El problema era que tras el ajusticiamiento, llevado a cabo en el llamado rollo o picota instalado en la plaza Plateros, se descuartizaban los miembros de los condenados y se clavaban en altos palos, o picas, donde se dejaban secar al sol. La peste de la carne y la sangre humanas podridas debía atraer a cientos de moscas... por eso encontramos un documento, ya conocido por los historiadores de nuestra ciudad, donde puede leerse que los vende dores de pan y verduras solicitan al Ayuntamiento que se hagan los ajusticiamientos en otro lugar, por "apegarse al pan y demás alimentos las moscas, antes posadas sobre los miembros descuartizados de los reos".

El mismo espacio, el frecuentado mercado, era pues utilizado tanto para matar como para ver, oler, pasear, comprar, vender, vivir...

Algarada antijudía. Desde el siglo XIV los judíos que vivían en Jerez lo pasaban mal, sufriendo, en algunos momentos, persecuciones, y viéndose, casi siempre, presionados por la Iglesia Católica que les instaba a la conversión.

Por miedo, los judíos se vieron obligados a entregar a los frailes de Santo Domingo -a fines del s. XIV- una gran finca -el llamado fonsario de los judíos -situada aproximadamente entre el actual Teatro Villamarta, siguiendo la calle Honda, hasta, más o menos, la puerta de Sevilla (puede consultarse el ensayo de Juan Félix Bellido, ¿Por qué lloraron los judíos al abandonar Jerez?, Caja San Fernando, 1993). Más tarde, en 1479 (según el historiador H. Sancho) la sinagoga de los judíos "se derrumbó"... sin que se conozca bien el motivo de tal caída, si por ruina o por derribo intencionado -es lo más probable- de una algarada antijudía…

También en Jerez había judíos prestamistas (o cambiadores) y cobradores de impuestos. Desde luego, no estaban bien vistos y la población pechera, la que tenía que pagar impuestos, les odiaba. Cuando llegó el decreto de expulsión dado por los Reyes Católicos en Jerez se procedió a quemar vivos a algunos de ellos, según se dice en la crónica más antigua de Jerez, la historia de Benito de Cárdenas. Pero lo peor no fue la quema de 1480... fue peor, quizás, la ruina material a que se vio sometida la comunidad judía al verse obligada a vender todos sus bienes a muy bajo precio, preparando así su salida de la ciudad, salida que se efectuaría definitivamente en 1492.

Cristóbal Orellana González es archivero municipal de Jerez.

Sobre el autor:

Cristóbal Orellana.

Cristóbal Orellana

Licenciado en Filosofía (US), Diplomado en Geografía e Historia (UNED), Máster en Archivística (US), Máster en Cultura de Paz y Conflictos (UCA), de profesión archivero, de militancia pacifista, de vocación libertario, pasajero de un mundo a la deriva.

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