Andrés Vivero lleva 23 años al frente del emblemático Bar Cristina de Jerez. Con 80 años de vida, se trata de un establecimiento que se ha ganado la fama y la popularidad tanto por su situación, en plena Alameda de Cristina, como por su larguísimo y excelente recorrido sirviendo tapas y vinos de Jerez, además de ser un lugar de parada de gente de toda condición e incluso lugar de encuentro y reunión de tertulias muy jerezanas de notables ciudadanos vinculados a la comunicación, a la cultura, al flamenco y a las cofradías también.
“Aquí hay de todo. Tenemos mucho trabajo debido a los bancos cercanos; todos los acontecimientos que tienen lugar en el centro, como la Navidad, la Semana Santa, las motos… todo lo que sucede por aquí, la gente va y para en el Cristina”, explica Andrés, que en el año 2000 se hizo cargo del bar tras jubilarse el propietario y fundador del establecimiento en 1942, Julio Delgado.

Precisamente, ahora que con la Feria casi finaliza el ciclo de eventos primaverales en Jerez, Andrés Vivero evalúa positivamente cómo van las ventas: “Este año ha sido muy bueno, el tiempo ha acompañado. La Feria, al estar nosotros en el centro, no es nuestro fuerte pero algo cae porque los cocheros de caballos vienen a comer”.
Dentro de poco cumplirá 50 años trabajando como empleado y después como titular del negocio, toda una vida vinculada a la hostelería. Le quedan dos años para jubilarse y da por supuesto que el local "seguirá abierto con alguno de los que están aquí”. Lo cierto, para él, es que está deseando colgar el mandil, “porque esto es muy sacrificado; la hostelería no la recomiendo. Aquí hay muchísimo trabajo, gracias a Dios, debido a todo los acontecimientos que tenemos en el centro de Jerez, pero...".
El bar atiende a muchos turistas, “muchísimos”, recalca. “Tenemos una clientela fija muy importante, de personas mayores que lleva muchos años viniendo. También es un paradero de todas las hermandades de Jerez, porque el bar Cristina lleva tantos años abierto que todo el mundo lo conoce. Venían los padres y ahora siguen vienendo los hijos”.
El desayuno es el momento fuerte del día. En una jornada normal suelen servirse mas de 250 servicios, una cifra nada baladí aunque ahora “el mediodía, es un poquito más tranquilo. Antiguamente venía más gente a tapear, terminada la jornada en los bancos. Pero eso se ha ido perdiendo, no es igual que antes”.
Y ahora tocan los caracoles, que en el Cristina tienen fama de prepararlos espléndidamente. Los amantes de los gasterópodos, nombre científico del caracol, tienen un lugar de referencia en este local, “porque tenemos un maestro de la cocina que lo hacen muy bien los caracoles y la verdad que la gente les gusta; aquí los prueba una vez y repite, seguro”.
Ese maestro ‘caracolero’ es Fernando Medina, cuyo secreto para el éxito de sus caracoles consiste en “lavarlos bien y tener buen material”. Los prepara “como todo el mundo”, pero su golpe maestro está en que el caldo le sale muy limpio debido a que “lo hago siempre con muñequilla”, un envoltorio de tela que contiene todos las especias y productos que le dan un singular sabor. Prepara todos los días, a partir de las 8 de la mañana, una gran olla que al final de la jornada está mas que agotada.
Lejos de languidecer, el Cristina ha ido creciendo. Hace algunos años, amplió su interior. Hace menos tiempo le permitieron montar una terraza sobre la calzada. “Nos ha costado muchísimo trabajo y gracias a Dios se ha podido conseguir el que nos lo hayan dado y desde que la tenemos la gente está más cómoda... y por la noche más todavía al fresquito”.


