Son tiempos revueltos para el amor. Relaciones largas, de esas que duran toda la vida, apenas quedan. Las que perduran se forjaron en otra época donde era impensable una situationship. Un término que denota a aquella relación informal, sin etiquetas ni compromisos, a medio camino entre ser amigos y novios.
A Cristóbal Díaz Luque, de 93 años, y a Antonia Batista Cornejo, de 87 años, esta palabra inglesa les queda bastante lejos. Esta pareja acaba de cumplir 65 años de matrimonio, las bodas de platino, una hazaña de la que no todos pueden presumir.

Él, de Jimena de la Frontera, y ella, de Jerez, mantienen viva la llama del amor desde 1960. Aunque fue cinco años y medio antes cuando surgió la chispa. Este viernes 15 de agosto celebran su longevidad rodeados de los suyos, brindando por el cariño que siempre se han guardado en un almuerzo en el Mesón Suárez, en el Polígono Industrial Santa Cruz.
“Nos conocimos haciéndole un favor a un amigo. Ella salía con su prima y yo salía con ese amigo. Ese amigo estaba enamorado de su prima. Ellos se acercaron y nosotros nos quitamos de allí. Y al poco tiempo, ya éramos novios”, comenta Cristóbal. Con una memoria envidiable recuerda que fue en la calle Caracuel de Jerez, frente a la fábrica de caramelos, donde vio por primera vez a la que sería su compañera de vida.

“Cómo no me voy a acordar”, exclama. Él ya había terminado el servicio militar, en aviación, y ella tenía 17 años y cuatro días. Así lo dice el portavoz de esta historia en la que ella, desde hace un año y medio, fue diagnosticada con Alzheimer.
Aunque el año que la conoció no lo tiene demasiado claro, lo que sí sabe es que lleva más de 70 años a su lado. Ni hablar de vivir juntos en aquel tiempo. “¿Cómo nos íbamos a vivir juntos? Cinco años y medio de novios sin comerse una rosca”, dice Cristóbal con desparpajo.
El 14 de agosto de hace 65 años se casó en la Iglesia de San Pedro de Jerez. Un día muy especial para ellos. “Dimos un desayuno en el bar El Colmao, que estaba enfrente de Correos, donde hoy hay una zapatería”, comenta el jimenato. Aunque él solo recuerda pasar “mucha hambre”. De la ceremonia se marcharon a disfrutar de su viaje de novios a Sevilla.

“Llegamos a las tres y media de la tarde a Sevilla, esmallaítos los dos y sin saber por dónde tirar. El primer día fue de hambre. Después, gracias a Dios, hemos comido bastante”, ríe Cristóbal, que se mudó con Antonia a Espera, donde vivieron un año y medio.
En ese tiempo, él trabajó como panadero hasta que se trasladaron a la tierra natal de ella. En su nuevo hogar desempeñó labores de chófer de camión y, posteriormente, inició con su hermano una fábrica de bolsas de plástico, JC Diplas SL. “Fue subiendo y llegué a tener 93 obreros. Habrá personas mayores que se acordarán de ella”, dice.
Paralelamente, Antonia se encargaba de gestionar una tienda llamada El Todouso en el número 10 de la calle Marimanta, donde vendía “artículos de todo uso, que se usan ahora tanto, pero entonces se usaban muy poco”.

Así han desarrollado su rutina, juntos, sin rendirse ante las adversidades y cuidando a sus hijos. Descifrar cuál es la clave para durar tanto tiempo no es sencillo. “¿La clave de qué?”, dice Cristóbal. “La clave es solo y exclusivamente no divorciarse”, bromea este hombre que no pierde el buen humor.
Cuidarse es uno de los trucos, pero también, “pasar nubarrones, tormentas y de todo. Superarlos y ya está”. Decirlo es fácil, hacerlo es diferente. En este caso, Cristóbal y Antonia han sabido salir adelante y quererse de la mejor manera posible. “Nosotros siempre nos hemos llevado muy bien”, comenta.
Una velada muy especial en Jerez
Este viernes el matrimonio tiene el corazón aún más lleno. Gran parte de la familia se ha desplazado a este mesón para acompañarles en este día. “Lamento que no esté mi familia entera aquí. Pero es que no puede ser. Si va toda la familia, necesito yo un restaurante como la plaza del Arenal o un poquito más grande”, expresa.

Actualmente, tienen tres hijas, Margarita, Maribel y Mari Ángeles; seis nietos y seis bisnietos. Junto a ellos, más de 50 invitados lo han pasado en grande en esta emotiva velada donde la mesa nupcial ha estado formada por diez comensales. La suma de la edad de todos ellos llega casi a los 900 años.
Junto a Antonia y Cristóbal, ha estado, Antonia Mesa, de 92 años; Pepín Fernández, de 94; Carmen Naranjo, de 83; Lorenzo Mesa, de 87; Paca de los Ríos, de 92; Juan de los Ríos, de 89; Manoli Mesa, de 84 y Deli Luque, de 82. Entre risas y recuerdos, los presentes desean que el amor de este longevo matrimonio nunca se apague.


