'Adopta un abuelo': el lujo de aprender de los mayores y la alegría de sentirse querido

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Navidad de 2013. En una de sus visitas periódicas a una residencia de ancianos para ver a su abuelo Clemente, Alberto Cabanes, 25 años, conoce a Bernardo, un residente viudo y sin descendencia que miraba con ojos llorosos y con envidia sana esos encuentros que recibían el resto de residentes por parte de familiares y amigos. Eso se le quedó muy dentro a Alberto, más aún cuando un Rey Mago le preguntó al anciano qué regalo quería para la mañana del 6 de enero. “Un nieto”, le dijo. Y Alberto no pudo más que espetarle que no se preocupara, que él lo adoptaba como abuelo.

Este verdadero cuento de Navidad tuvo una continuidad meses después, cuando Alberto se da cuenta de que, como Clemente, había otras muchas personas mayores faltas de cariño. Así, pone en contacto a una amiga, Verónica, con Rosario, de 94 años. La experiencia es tan positiva que le abre los ojos. Había que exportarla a toda España. De ese germen nacía a finales de 2014 la organización sin ánimo de lucro Adopta un abuelo, presente en la actualidad en 22 ciudades y 31 residencias de ancianos, que cuenta con unos 275 abuelos y 550 voluntarios que, a modo de nietos, pasan con ellos parte de su tiempo libre para que no se sientan solos, desplazados o inútiles, algo que desgraciadamente pasa mucho más de la cuenta en la cruel sociedad en la que vivimos.

Una de las últimas ciudades donde ha recalado el proyecto es Jerez. En la antigua Suite La Marquesa, hoy Vitalia Home, siete ancianos y catorce nietos forman parte del programa. Aquí encontramos a Miriam García, 23 años y Paula Ramírez, de 20, nietas de Sole Soto, de 60. La primera, estudiante de trabajo social, se quiere especializar en tercera edad. Lleva años realizando voluntariado con personas mayores, primero en la Cruz Roja y luego en el Hospital San Juan Grande. Cuando conoció, por parte de su amiga Paula, el proyecto de Adopta un abuelo, no se lo pensó dos veces. Paula, por su parte, estudia un grado de integración social. Lleva dos años como voluntaria y conoció la ONG a través de Facebook. Cuando supo que en octubre se pondría en marcha en Jerez, se apuntó con la esperanza de poder ser una de sus integrantes.Alfonso Mata, vicepresidente de Adopta un abuelo, explica que el proceso de selección de los voluntarios es “bastante estricto”. “Actualmente tenemos más de 5.000 jóvenes inscritos para realizar el voluntariado y hay que escoger a los mejores”. El perfil de voluntario que busca la ONG está comprendido entre los 18 y los 27 años, “personas que tengan la madurez mental suficiente para saber que tendrán una relación con una persona que probablemente, en algún momento, te cuente cosas duras”. Para ello, el aspirante a ‘nieto’ tendrá que pasar un test de personalidad, una entrevista personal por teléfono y enviar a la organización un vídeo en el que explique cómo es como persona, con el objetivo de poder encontrar a un abuelo que coincida con su personalidad. Por último, deberá pasar otro test en el que corrobore que reúne las aptitudes que se buscan, entre ellas, esa madurez mental. En cuanto al anciano, el centro que quiere formar parte del programa debe seleccionar a aquellos que quieran participar de manera voluntaria, siempre y cuando tengan un deterioro cognitivo leve o inexistente, con la idea de que puedan tener una relación con sus nietos.

Sole lleva tres años en la residencia y explica que no llegó a conocer a ninguno de sus abuelos. Ahora, disfruta de sus nietas adoptivas y de sus otros tres nietos de verdad, aunque aún son muy pequeños, por lo que no puede tener una conversación tan de tú a tú como con Miriam y Paula. El vínculo que ha creado con ellas ya traspasa los límites del voluntariado. “Durante la semana ella nos llama, pero no tiene WhatsApp, así que no podemos mandarnos fotos ni nada”, comenta Miriam. Paula, a la que todavía le sobreviven dos abuelos, ha pensado incluso presentarle a Sole a su abuela Salvadora.María Hurtado, 26 años y Carolina Macías, de 25, son también voluntarias. Su abuela es María Luisa, que en enero cumplirá 93 años, aunque no los aparenta para nada. De aspecto menudo, puede presumir de una lucidez asombrosa y de gastar, coqueta, zapatos de tacón. Llegó a la residencia hace algunos meses. Hasta entonces había vivido en la calle Fate, pero sus sobrinos la convencieron de que lo mejor a su edad era que estuviera atendida las 24 horas del día en un centro. No se queja del trato ni de sus compañeros, y además presume de nietas, a las que define de “extraordinarias”. De ellas se queda con “su simpatía, amabilidad y cariño” que le dan. María y Carolina no se quedan atrás a la hora de hablar de su abuela, de la que afirman aprender la sabiduría que le otorgan sus años.

Y es que María Luisa ha vivido una Guerra Civil, llegó a bailarle a Franco durante una visita a Jerez y se quedó con las ganas de trabajar de enfermera. Estudió para ello, pero su marido no veía adecuado que ejerciera —“las cosas de antes”— así que su vida se limitó a sus labores de casa. De su padre heredó el amor por la pintura, algo que se refleja en las paredes de la residencia, donde hay una exposición de cuadros salidos de sus pinceles, algunos de auténtico mérito, como una fiel copia de la Vieja friendo huevos, de Velázquez.María, que fue voluntaria en Upace, conocía el programa y cuando supo que llegaba a Jerez se lo comentó a Carolina. “Me gusta echar una mano, y no cuesta nada. Ellos me aportan sabiduría y experiencia”. Carolina, que es embajadora de Adopta un abuelo en Jerez, nunca había sido voluntaria, si bien el hecho de perder a su abuela recientemente, con la que tenía una gran relación, le hizo dar el paso. “Ahora me he buscado otra”, bromea mientras estrecha la mano de María Luisa. “Los mayores necesitan cariño, porque algún día llegaremos a su edad y querremos que alguien esté a nuestro lado”, añade Paula.

Como recuerda el presidente de la ONG, Alberto Cabanes, el objetivo de haber creado Adopta Un Abuelo no es sólo el de “paliar las horas de soledad de nuestros mayores, sino también el de resaltar la figura de todos los abuelos y abuelas del mundo. Hay que recordar que gracias a ellos, hoy vivimos en un país desarrollado en el que podemos servirnos un vaso de agua directamente del grifo, encender una luz o viajar cómodamente en tren”.

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Jorge Miró

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