Margarita Ruiz, activista de Cadigenia, una fundación de pedagogía creativa, imparte un taller sobre igualdad en la Asociación La Calesa. 

Cuando ellos están sudorosos después de haber ganado la guerra, la mujer aparece desnuda como trofeo. Cuando ellos protagonizan titulares, se ensalzan sus habilidades físicas y sus capacidades intelectuales, pero lo único interesante a resaltar de la mujer es su cuerpo, su vida personal y su parte más sexual. Cuando la publicidad presenta un cuerpo femenino al destape como marco para vender un producto o refleja una actitud que hace apología de la violación, pocos son los que se escandalizan. "Es que el cuerpo de la mujer es bonito", dicen algunos. "Es que es lo que demanda la sociedad", dicen otros. Y están en lo cierto, ya que la publicidad es un espejo de la sociedad. Pero cuando alguien lo justifica porque "esto ha sido así desde siempre", el razonamiento cae por su propio peso. "Cuando la sociedad lo demanda es una sociedad enferma", expone Margarita Ruiz, activista y autora de Sexismo en línea

"El feminismo entra mejor con humor porque las mujeres generamos tensión en todos los ámbitos, se piensan que somos tontas". Así comienza el taller sobre igualdad que imparte Cadigenia, una fundación creativa que hace pedagogía desde el sentido del humor. Con motivo de la polémica de las paddock girls, o popularmente conocidas como paragüeras, el tema escogido es la cosificación de la mujer, o por qué no, de cualquier persona. En la asociación La Calesa, Ruiz conduce a un público de casi 20 personas hacia las entrañas de la publicidad sexista que hace uso del cuerpo feminino para vender sexo, no una bebida alcohólica o un perfume, sino practicar sexo. ¿Cómo quiere la sociedad que sea la mujer? "Sumisa", es la primera respuesta. Una mujer contesta casi al instante de manera inconsciente. Pero no, las asistentes son conscientes de todos los estereotipos que les impone la sociedad. "Muy guapas". "Buenas amantes". "Cuidadoras". Poco a poco van saliendo más adjetivos que revolotean por encima del género femenino. ¿Y ellos? "Protectores". "Fuertes", responden al unísono. 

"Los medios de comunicación nos van transmitiendo los roles, una imagen diseñada de la mujer, desde pequeñitas, para que vayamos asimilándolos", explica Ruiz. El público asiente. La ponente se apoya con diapositivas para exponer gráficamente sus argumentos. Algunas viñetas son demoledoras. Dos escenas, a pesar de ser idénticas, pueden tener un significado totalmente distinto. Un hombre y una mujer se encuentran haciendo las tareas del hogar. ¿Él? Es un hombre moderno, ayuda en casa. ¿Ella? Es una ama de casa. Es una concepción que se repite, pero ¿por qué cuando un hombre barre o friega está prestando ayuda a su pareja? Las labores del hogar están tan intrínsecamente designadas a la mujer, que cuando un varón decide hacer algo en la casa, se ofrece, obsequia a la hembra con un gesto solidario. He aquí una de las sutilezas del machismo. Es muy simple digerir estos roles cuando los productos de limpieza van dirigidos siempre a la mujer. "La publicidad nos vende lo que quiere que seamos. Y nosotras somos antitodo: antiarrugas, anticelulitis, anticanas...", señala Ruiz. "Las mujeres solemos aparecer de dos formas en la publicidad: la que cuida o la mujer para el ocio. Es decir, o eres una ama de casa o eres una viciosilla". Pero, ¿cómo podemos identificar que se está cosificando a la mujer en un anuncio? La activista ofrece seis claves: ¿Presenta a la mujer como una mercancía que puede ser intercambiada en cualquier momento? ¿Es una persona sexualizada como soporte para un objeto? ¿Aparece el producto que se vende en una zona sexualizada? ¿Está ella siendo vejada y humillada? ¿Está expuesta de una manera que está disponible sexualmente? ¿Trata el cuerpo de la mujer como si fuera un lienzo? Todas estas preguntas se pueden trasladar a las azafatas del Gran Premio. Y si las respuestas son afirmativas, el resultado es que se está objetivizando a una persona. 

"Las 'paddock girls' están puestas ahí como acompañantes de los motoristas, de hecho les dieron el paraguas para que hicieran algo"

Las mujeres, como manifiesta Margarita Ruiz, pueden tener dos actitudes en el mundo del deporte. O son activas, como por ejemplo Lydia Valentín, deportista española que compite en halterofilia y que fue bronce en los Juegos Olímpicos de Río 2016. O son pasivas, como es el caso de las paddock girls. "Estas son utilizadas como un objeto, como un adorno, porque no se valora sus capacidades intelectuales", indica. No obstante, no significa que la mujer que tiene una actitud activa en el deporte siempre sea valorada por sus méritos en su especialidad. "Lydia Valentín, la exuberante belleza de la olímpica de bronce", tituló el medio digital El Español cuando la deportista ganó en Río. Pero no fue suficiente con destacar su físico en el titular, ya que el subtítulo continúa con la cosificación: "La leonesa promete ser flaquita cuando deje la competición. Pesa 75 kilos musculados y exhibe en la competición su fortaleza y feminidad". Otra de las mujeres que es valorada y resaltada en los medios únicamente por su peso y no por su valía en el deporte, es la guardameta de balonmano angoleña Teresa Almeida. Deslumbró en los pasados Juegos Olímpicos no por ser una gran portera, sino por sus 98 kilos, un dato que destacaron todos los diarios. "Teresa Almeida, una portera sin complejos", tituló Marca. El Periódico incluso se atrevió a hacer un juego de palabras: "Bá, la gran estrella del balonmano en Río 2016",

Los asistentes, tanto hombres como mujeres, en las instalaciones de La Calesa, no dudaron en expresar su horror ante el tratamiento denigrante que los diferentes medios de comunicación realizan sobre la mujer. ¿Cómo actuar frente a este comportamiento machista? "El silencio nos hace cómplices. Si no denunciamos, estamos contribuyendo a la visibilización de las actitudes sexistas. Y finalmente seremos iguales que aquellos que las hacen", argumenta Ruiz. ¿Cómo concienciar a la sociedad de que las azafatas en el podio son mera decoración?, se preguntan algunos. "Están puestas ahí como acompañantes de los motoristas, de hecho les dieron el paraguas para que hicieran algo", destaca una persona entre el público. "¿Y por qué no hay mujeres con discapacidad?", lanza Carmen Pérez Omil, presidenta de la asociación. En resumen, los presentes están de acuerdo en una cosa: el deporte, en este caso el Gran Premio de Motociclismo, cosifica a la mujer y la figura de las paragüeras alimenta al machismo.

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Claudia González Romero

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