Recuerda perfectamente cuándo tomó su primera cerveza. Había terminado de jugar a baloncesto junto a otros cuatro amigos. Ya duchados y vestidos comentaron por qué no hacían como esos compañeros de club, más mayores, que tras cada entrenamiento se hidrataban a base de rubias. Dicho y hecho, se fueron al bar más cercano y pidieron cinco. A ninguno le gustó, excepto a él. Tenía 16 años. “Antes en los bares no pedían tanto el DNI”, explica Javier Sánchez Mellado, uno de los rostros más conocidos de la hostelería jerezana, que añade recordando ese momento: “Me embaucó su sabor”.

Javier, que cumple ahora 30 años sirviendo cervezas, se empeñó en llevar la contraria en una casa en la que, con el cabeza de familia siendo capataz de Domecq, solo se hablaba de vino. “Yo conocía perfectamente la elaboración de los jereces, pero desde que me aficioné a la cerveza ya no pude dejarla”. Tal fue su pasión que, al terminar COU, se le presentaron dos opciones: o estudiar Marketing en Madrid, o abrir una cervecería internacional. Pocos dudaron en su momento que elegiría la segunda.En octubre de 1987 y con 22 años abre la cervecería Los Dos Deditos, un proyecto que llevaba gestando desde los 20. Su experiencia hostelera por entonces era “de barra”, pero no tras el grifo de cerveza, sino bebiéndosela. Javier, que tenía como emblemas del tiraje perfecto al Maypa, Los Caracoles y La Cruz Blanca, se empeña en tomar el testigo de estos míticos bares, ya desaparecidos o en diferentes manos. Y así, entre su familia, que le arropa, su por entonces novia María y su amigo Mamé —actual propietario de Carbonería y compañero de instituto por entonces— sacó adelante el proyecto de remodelar lo que había sido un antiguo tabanco para convertirlo en la primera cervecería internacional de Jerez.

Reconoce que fue una pequeña revolución en una ciudad en la que solo se conocía la Cruzcampo, la Estrella del Sur y la Skoll. Y a pesar de que otros bares, como los desaparecidos Ambert y Múnich ya habían introducido algunas cervezas de importación, Los Dos Deditos supuso un nuevo concepto hasta entonces desconocido en Jerez. Con una estética similar a la que presenta actualmente, pero con seis grifos de cerveza internacional y muchísimas otras en botellín, el bar de calle Latorre tiene pronto una gran aceptación en la ciudad. “Fue el primer bar de vanguardia que encaja con la movida de los 80, con música, exposiciones… Allí las chicas se daban besos. Era un bar muy cosmopolita”.

Dos Deditos estuvo en manos de Javier hasta 2009, cuando lo traspasa a Marko Stamenkovic, su actual propietario. Pero entre medias el hostelero se aventura en otros dos proyectos. En 1993 abre El Doble, en la calle Doña Felipa, con cerveza nacional de barril e internacional en botellín. Aquí el hostelero busca un estilo de bar que triunfaba mucho en Sevilla, de tapas a base de montaditos y conservas. Y aunque funciona, se ve obligado a cerrarlo en 1998 tras la negativa del propietario del local a renovarle el contrato.

Viendo que existía esa posibilidad de tener que cerrar El Doble, en 1996 inaugura La Maceta, en el primer tramo de la calle Lancería y frente al Gallo Azul, otro lugar que con el paso del tiempo se convirtió en un lugar emblemático y del cual se desprendió a finales de 2016. Su objetivo allá en los 90 cuando lo inauguró era ofrecer a los jerezanos un complemento a esa transitada vía. “Siempre he querido que la gente pueda disfrutar de sus calles y plazas con una cerveza, y con La Maceta, primero, y con El Gorila, después, creo que lo he conseguido”, señala.

Entrados en el nuevo siglo, un día de los enamorados de 2002 Javier Sánchez inauguraría su último negocio, El Gorila, que toma el nombre de la antigua zapatería que se ubicaba en una de las esquinas de la plaza Plateros. Si Dos Deditos lo había consolidado como un lugar de ocio cervecero nocturno, con Gorila lo buscaba diurno, no solo para implantar el concepto de cervecería internacional en horario de mediodía y tarde, también “porque con los años uno ya se empieza a cansar de la noche”. Si sus señas de identidad siempre han sido ofrecer una gran variedad de cervezas acompañadas de un buen servicio, en El Gorila esa premisa no solo se ha repetido, sino que se ha consolidado hasta el punto de convertirse en uno de los pocos bares de Jerez donde se tira una caña perfecta. Los premios a los mejores tiradores de España que atesora el propio Javier y varios de sus empleados así lo atestiguan.

Echando una mirada atrás, y tras 30 años de profesión tras la barra, Javier no se imagina un mundo en el que no hubiera existido la cerveza. De hecho, reconoce que “estoy en la hostelería por amor a ella”. Esta pasión le llevó a Madrid para hacer un curso en la Escuela de Cerveza y Malta, también a coleccionar en casa más de 1.500 botellas, vasos y posavasos que, reconoce, tendrá que poner en orden algún día, y hasta abrir un canal de Youtube dedicado a la espumosa bebida. Y aunque pocas cervezas hay que le disgusten, sus predilectas son las checas, por las que afirma tener una “pasión especial”. Pero, ¿hasta cuándo estará ligado a la hostelería Javier? “No me he puesto un límite. Como cerveza siempre va a haber…”.

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Jorge Miró

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