La escalada del conflicto entre Irán e Israel ha provocado la precipitada evacuación de ciudadanos españoles en el país persa. Los bombardeos de los últimos días parece que son solo el comienzo. Sobre todo, si Donald Trump finalmente decide entrar en el conflicto. Y podría hacerlo. Porque Estados Unidos lleva casi 50 años esperando para hacer caer el régimen de los ayatolás.
Si Irán continúa bombardeando Israel, si lo hace con más fiereza, si los israelíes se quedan sin bombas del sistema defensivo para protegerse, o si Estados Unidos entiende que puede sacarle rédito, Estados Unidos entrará en un país donde existe la amenaza histórica -y la pretensión conocida- de contar con armas nucleares, lo que le situaría en el centro, ahora sí, del tablero internacional.
Y de esa crueldad de la guerra, paradójicamente, va a llegar el alivio para una madre andaluza. Es una enfermera de Granada, Beatriz Arrabal. Después de años de lucha y sufrimiento, podrá volver a ver a su hijo. El menor, de diez años, llegará a Madrid acompañado de su padre, tras vivir durante siete años en territorio iraní sin contacto físico con su madre, a pesar de que ella tiene la custodia legal.
Un divorcio con denuncia por malos tratos
Todo comenzó en 2007, cuando Arrabal denunció por violencia machista a su entonces pareja, un ciudadano iraní, y decidió regresar a España con su hijo. Pero la historia dio un giro dramático cuando el hombre, aprovechando una visita, se llevó al niño a Irán sin consentimiento de la madre. Desde entonces, Beatriz ha vivido un calvario legal y personal por recuperar al pequeño.
Aunque un año después de la partida forzada pudo viajar hasta Irán para verlo, la oposición de la familia paterna impidió que regresaran juntos. Desde entonces comenzó una batalla judicial que, en 2022, culminó con una sentencia del Juzgado de Primera Instancia 10 de Granada, que otorgó a Beatriz la custodia legal del niño. Durante muchos años el contacto entre ambos fue prácticamente inexistente. Solo en los últimos dos años, y gracias a la tecnología, madre e hijo han podido mantener un vínculo más estrecho a través de videollamadas frecuentes. "Sabe que soy su madre y me dice que me quiere", confesó Arrabal, emocionada, en declaraciones a EFE.
El giro definitivo llegó cuando comenzaron los ataques en Irán. Beatriz, temiendo por la seguridad de su hijo, pidió a la embajada española que lo incluyera en el operativo de evacuación. Esta semana, por fin, recibió la llamada que tanto había esperado: el menor, con pasaporte español, saldría del país rumbo a España. A pesar de la alegría, la situación es compleja. El niño viajará acompañado de su padre, quien no tiene cargos en su contra por secuestro parental, ya que Arrabal nunca lo denunció por ello. La custodia sigue estando en manos de la madre, por lo que, en principio, el menor debería quedarse con ella en España.
Ahora está muy contenta, pero también muy nerviosa, reconoce Beatriz, que viajará a Madrid junto a sus padres para recuperar el contacto físico con su hijo después de siete largos años. Aún no sabe cómo reaccionará el menor ni cuáles son los planes de su expareja, que podría volver a Irán tras dejar al niño o intentar quedarse.
La historia de Beatriz Arrabal es la paradoja de la guerra: un conflicto internacional que, paradójicamente, permitirá a una madre volver a abrazar a su hijo, después de más de media década de separación forzosa.




