La abuela Celia tuvo la culpa. O la dicha, en este caso, porque si este joven médico es hoy también poeta se lo debe a aquella niña que dejó el colegio a los siete años para trabajar en una imprenta, pero a la que siempre le gustó escribir, cantar e imaginar. “Yo me he criado con la tradición oral de los cuentos, las canciones y hasta los chascarrillos de mi abuela”, muy parecidos a los de Andalucía, porque “en Ceuta, somos como los andaluces”, relata Luis Utor García, médico de familia en el centro de salud en El Olivillo, en Cádiz, y poeta de corazón.
La editorial Olé Libros acaba de publicar su poemario Punto y aparte, su cuarta obra, pero su primera hecha con una editorial y desde el puro placer de escribir para el disfrute, el entretenimiento y el desahogo. Como él mismo cuenta, “Son dos noches con cuarenta fue editado desde mi cama mientras tenía la pierna escayolada desde el talón hasta prácticamente la pelvis. Por amor al arte fue publicado poco después de haber superado con éxito aquel roce en el pecho que se convirtió en la majestuosa y tórpida cicatriz que hoy luzco orgulloso. Y Mi vida antes de una pandemia se escribió y lanzó en mitad de la pandemia que sometió a medio mundo a un aislamiento estricto y duradero, el cual sin duda quedará grabado en los libros de historia”.
Ese “roce” que le dejó una majestuosa cicatriz de guerrero al que se refiere es una cirugía a corazón abierto que le practicaron después de que un ictus le dejara una mañana casi sin movilidad en el brazo y la pierna izquierda. No quedaron secuelas, pero sí la intención de saber cuál fue la causa, lo que derivó en aquella intervención quirúrgica para sanar su corazón y recordarle lo fútil que es la vida.
"Siempre he sido muy vitalista pero estoy convencido de que hay que aprovechar la vida"
“Me operaron en el Hospital Macarena de Sevilla y me considero un afortunado porque me abrieron en canal y todo salió bien. Yo siempre he sido muy vitalista pero las cosas que me han ido pasando, me han hecho refrendar aún más que hay aprovechar la vida, la certeza de que hay que vivir”. Un leit motiv que le conduce en su vida, especialmente, “por lo que vemos diariamente en nuestro trabajo. Te das cuenta de que muchas veces te pueden pasar desgracias que son totalmente inesperadas y que te cambian la vida de un día para el otro”.
Y con la misma pasión que habla del proceso creativo literario, Luis habla con devoción de su trabajo como médico residente en El Olivillo. A Cádiz llegó después de haber estudiado la carrera de Medicina en Sevilla, aunque su primera intención era estudiar Enfermería como lo hicieron sus padres, especialmente, por el trato y la cercanía que podía tener con los pacientes. “Un día hablando con mi padre me planteó la posibilidad de hacer medicina porque no había ningún impedimento para que fuera un médico cercano y humano”. Por eso, tuvo claro desde el principio que la medicina de familia iba a ser su especialidad. Y eso, a pesar de “la presión social que hay en contra de la especialidad”. “Desde de segundo o tercero de carrera ya lo tenía claro, pero me tuve que enfrentar a muchos comentarios de conocidos, amigos e, incluso, familiares que me decían que no metiera ahí porque estaba fatal, porque iba a ser el secretario del especialista y cosas así. Hice hasta un hilo de twitter porque me sentía muy frustrado y contactaron conmigo de un periódico sanitario para publicarlo y ponerlo en valor”.
Y en su último año de residente asegura no arrepentirse en absoluto. “Me gusta por la cercanía, la longitudinalidad, por poder seguir al paciente, conocer su entorno, su familia, sus inquietudes. Más allá de la patología, que también me gusta, me interesa todo esto que además es importante”.
Luis no duda en animar a estudiantes que también quieran cursar su especialidad. “Yo soy muy feliz, pero es cierto que la residencia te da la tranquilidad que nos ofrece tener un contrato estable durante cuatro años”. La realidad, para los médicos de familia y de otras especialidades, es bastante distinta. “Trabajamos un montón, nos hinchamos de guardias y nuestro sueldo base diría que es bastante limítrofe. El sistema, especialmente, en Andalucía es poco gratificante: está muy mal planteado, faltan muchas plazas, médicos, pero no porque no haya sino porque no ofrecen contratos o contratos de un mes”. Una situación que asegura no se da en otras comunidades, tal como ve en amigos que han decidido marchar de Andalucía ante la situación actual de la sanidad pública andaluza. Tampoco ha mejorado la situación del aumento del tiempo de atención en las consultas. “Anteriormente el tiempo por consulta era de 3 a 5 minutos por paciente. En un centro de salud como en el que estoy, con una población envejecida, si entra una persona que viene con un andador y tiene que desvestirse, sentarse en la camilla para que yo lo reconozca, sólo en hacer eso han pasado ya los cinco minutos. Es verdad que se ha ampliado de 7 a 8 minutos y un máximo de 35 a 40 consultas al día, pero sigue siendo insuficiente. La solución es crear nuevos cupos, quitando a gente de los cupos que están sobresaturados y repartiendo a la población en otros grupos con más médicos, generando así más consultas, un mejor seguimiento de los pacientes y unas condiciones de trabajo más asequibles”.
Su experiencia, no obstante, con su tutor, en su centro de salud con sus compañeros y en la Viña, no puede ser mejor. Sobre todo, siendo carnavalero. “No hay mayor expresión artística y poética que el Carnaval de Cádiz”, dice convencido. Un mundo que disfruta y que ha sido también germen de su faceta como cantautor. Y en esta otra pasión, hay otra abuela en el centro de su historia. Maruja, la que le regaló su primera guitarra con la que ha compuesto todos sus temas, disponibles en plataformas como Spotify o YouTube. Empezó poniéndole sus propias letras a pasodobles de grandes como Juan Carlos, Jesús Bienvenido, Antonio Martínez Ares, Kike Remolino o el Noly. “Me gustan todos y también gente menos conocida. Al final, todo el mundo viene con un mensaje, una reivindicación y, muchas veces, letras que te emocionan”. Así, que aprendió a tocar la guitarra para componer su música y poner letras a sus propios pasodobles y, de ahí, a sus propios temas. Ha sido telonero en Cádiz de Pol 3.14 y también ha dado su “concierto de verdad” en solitario, aunque “luego cerrara El Pelícano”, dice entre risas, poniéndole un toque de ironía a su experiencia musical. Cuidados paliativos, Sí, ya o Días así son temas recientes de este poeta de las costuras de la vida y médico de almas.
"A mí la poesía me ha ayudado a desahogarme y lo que intento es hacer brotar emociones"
“A mi centro de salud viene mucha gente mayor y yo aprendo mucho de su sabiduría y de su experiencia. Me gusta, además de paliar los padecimientos con los que vienen, hablar de sus vidas, su familia. Eso es importante”. Además de sacar una chirigota ilegal y seguir escribiendo, su próximo sueño, una vez que termine la residencia, es convertirse en un médico rural. “Considero que es la medicina más bonita que existe. Es un reto profesional y personal porque los pueblos y su población están muy alejados de los centros hospitalarios, tienen muchas carencias y, aunque como dicen, los médicos rurales se comen muchos marrones, me encantaría ser médico rural”.
Y con esa misma entrega, receta la poesía como una solución segura. “A mí siempre me ha ayudado a desahogarme, a dejar atrás los malos momentos y hacer como un reseteo y comenzar de cero. Punto y aparte hace referencia a eso, a que veces en la vida hay que poner puntos y aparte y seguir. Mi única intención es compartir lo que escribo e intentar hacer brotar emociones en la gente que me lee, que se sientan identificados. Si un poema mío le sirve a alguien para desconectar, llorar o hasta reírse un rato, yo ya me doy por satisfecho”. Medicina milagrosa en tiempos de soledad.
