El festival Cádiz en Danza alza el telón este sábado con una 23ª edición que reafirma su compromiso con la ciudad, con el movimiento contemporáneo y, especialmente, con su público. “Cada vez es un festival más asentado en el propio territorio”, asegura su directora, Lorena Benot, que subraya la “respuesta francamente maravillosa” del público gaditano y visitante, convertido en uno de los grandes motores del evento.
El festival, organizado por la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Cádiz, incluye este año más de 60 actividades que combinan danza contemporánea, performance y propuestas transversales de exhibición, formación y reflexión. La clave, según Benot, está en la conexión con el entorno urbano: “El Cádiz en Danza se organiza tanto en espacios escénicos como el Gran Teatro Falla, la Sala Central Lechera o el Centro Flamenco La Merced, pero también apuesta por salir a la calle, por hacer uso de espacios públicos, de rincones y recovecos de la ciudad que son maravillosos”.

Una apuesta que, lejos de ser anecdótica, define la identidad misma del festival. “Esa participación activa del público forma parte de nuestras señas de identidad. Queremos despertar la curiosidad, que alguien se encuentre de repente con una pieza de danza y eso le genere preguntas, emoción”, afirma.
Un festival-pasarela por la ciudad
La configuración de la programación no es aleatoria. “Cuando una se enfrenta al lienzo en blanco cada año, escucha el sentir de la ciudad”, explica Benot. “Visualizo muchos proyectos de dentro y fuera, pero los trabajos que seleccionamos lo hacemos pensando en el contexto, porque si no, todos los festivales serían iguales”. Y añade: “Cádiz permite ese deambular por sus calles, una especie de procesión danzante en la que el espectador va descubriendo nuevas piezas, nuevos paisajes y nuevas emociones”.
En esta edición, además, se amplían las ubicaciones: el festival saldrá del casco histórico y explorará nuevos barrios y entornos. “Queremos buscar nuevos contextos. Crecer sí, pero de forma sostenible y coherente”, recalca Benot. “Nunca hemos querido ser un gran tótem, aunque es verdad que estamos en una línea de crecimiento ascendente”.

Ese crecimiento ha convertido al Cádiz en Danza en un referente del panorama nacional e internacional, atrayendo la atención de programadores de instituciones como la Bienal de Lyon, el Pompidou de París, el GAM de Chile o curadores de Bruselas. “Pero tenemos claro que no vamos a perder nuestra esencia, que es estar siempre de frente a la ciudad, nunca de espaldas”, enfatiza.
Un espacio para lo local, lo experimental y lo festivo
La participación de colectivos gaditanos y artistas locales vuelve a ser uno de los ejes de la programación. “Es fundamental ese arranque con las escuelas de danza de la ciudad y el Conservatorio en la Plaza de la Catedral. Es un momento de alegría compartida”, cuenta. También destaca el trabajo colaborativo en espacios como la Torre Tavira, donde el público observa una coreografía simultánea desde la Cámara Oscura, con intérpretes situados en diferentes azoteas.
Entre las propuestas locales, Benot menciona a la compañía La Basal, con Luna Sánchez, o la Escuela del Sur, colectivo de creadores escénicos de la provincia. “El festival tiene que ser también una plataforma para el tejido local”, insiste.
La directora apunta que la edición de este año se distingue también por “una mirada más profunda a la mediación artística”, y por no limitarse a la exhibición: “Queremos que el público no solo vea danza, sino que participe, se forme, reflexione. Hay una línea muy clara de trabajo sobre el papel del espectador como parte activa”.
En ese sentido, Cádiz en Danza será sede del III Seminario Internacional de Mediación, centrado en el binomio arte y educación. Una de las piezas más simbólicas será La Elección, de Roger Bernat, en la que el público asume el rol del director artístico. “Este año queremos salir de la zona de confort. Preguntarnos cuál es el papel de la institución cultural y qué lugar ocupa el espectador en la creación”, apunta.



